Hay amores destinados a no ser ...a tener inicio y final. Son comotempestades de verano llenas de intensas emociones, de una lluvia refrescante que alivia el calor intenso, una sed no saciada. Sin embargo, cuando las nubes cesan, lejos de dejar la humedad de un campo donde la naturaleza puede florecer, se abre un campo estéril y con grietas.Donde no crecerá nada durante mucho tiempo.Hay amores que pasan como un viento suave, otros finalizan con una distancia serena y amable, por mutuo acuerdo, pero hay algunos
que dejan vacíos dolorososque nos hieren por dentro y nos cambian.Hablamos de esto hoy, analizamos los
"efectos secundarios"que las relaciones afectivas pueden dejarnos en forma de secuelas, y de lo que vale la pena tener en cuenta para hacernos reflexionar.Una reflexión sobre las heridas emocionales
1. ¿Es cierto que aprendemos con todo fracaso emocional?
Leemos y frecuentemente escuchamos ...
No hay mejor profesor que el dolor, no hay mejor aprendizaje que el dolor vital en alguno en algún momento de nuestra existencia, para poder, así, avanzar con mayor seguridad sabiendo lo que es la vida, entendiendo un poco mejor para las personas.Y, de hecho, estamos de acuerdo. Sin embargo, hay un aspecto que debemos resaltar. No todas las personas adquieren un "aprendizaje positivo", ni todo el mundo puede entender así. Después de un término, un desencuentro,
se necesita un cierto tiempo para poder volver a levantar la mirada con seguridad, es necesario pasar por un luto, por un proceso interno donde "nos reconstruimos por dentro".¿Qué ocurre en estos casos? Que lejos de salir fortalecidos, salimos con secuelas. Cuando alguien nos hace mal, aprendemos a usar una armadura,cuando nos mienten, aprendemos a desconfiar, cuando cortan las alas de nuestro crecimiento personal, evitamos abrirnos a otras personas.
Obtenemos entonces un aprendizaje con ese amor que no puede ser eterno? Naturalmente, sí, pero no siempre es un aprendizaje positivo, entonces debemos prestar mucha atención en cómo vamos a "reajustar" nuestra realidad. No se deje arrastrar por esas cogniciones negativas, sea siempre resiliente para abrir puertas a nuevas oportunidades.2. La pérdida de la inocencia
Perder la inocencia es
perder parte de esa ilusión sincera y libre de prejuicios
con los demás, con las nuevas relaciones que pueden aparecer con plenitud y emoción. Después de un fracaso afectivo y la pérdida de un amor en el que depositábamos tanta esperanza, una parte de nosotros va, irremediablemente, envejecer.
Pocas cosas pueden ser más desesperantes que permitir que nuestro ser interior envejezca, dejando así que aparezcan astillas en nuestro corazón, las fisuras y la tierra estéril donde nada crece. Es ahí donde vagará, a partir de ahora, una densa amargura, donde será muy difícil volver a recibir amor con la ilusión del pasado. Es bueno ser prudente y cauteloso, no hay dudas, pero si perdemos por completo la inocencia, dejamos a nuestro "niño interior" escapar, y junto a su espontaneidad, algo tan fresco e innato, donde las relaciones viven con más intensidad. 3. Vacios eternosLos amores que nunca pudieron realmente ser eternos son vacíos, sin forma, habitados por sueños perdidos y decepciones.Por un tiempo perdido, pero constante, recordados y evocados. Es posible recuperarse, iniciar, incluso, nuevas relaciones y nuevos proyectos de vida.La felicidad siempre vuelve con maravillosas segundas partes que todos merecemos aprovechar, pero hay algo que se esconderá cada día de nuestras vidas.en algún rincón de nuestro corazón y de nuestra memoria, ya ese algo damos el nombre de "vacíos". Porque ellos son como aquellos caminos que elegimos creyendo que íbamos a concretar varios proyectos tan soñados, para, al final, no tener más remedio a no ser hacer un cambio de sentido, al mismo tiempo drástico y doloroso. Y, en nuestro cerebro, siempre estará ese camino imposible haciendo parte de nosotros y de quién somos. Es como tener dos vidas paralelas,
la real y la de los recuerdos que no podemos borrar, pero que, en esencia, forman parte de quiénes somos.Los vacíos siempre estarán y, como tal, debemos aceptarlos.
Ellos son aquellas heridas que no han cicatrizado, pero con las que debemos aprender a convivir, integrándolas y aceptándolas, pero evitando que se tornen agujeros negros. Deje que sean vacíos por los que emerge un viento suave y perfumado que recordamos de vez en cuando, pero sólo durante algunos segundos.