Donantes y receptores en las relaciones afectivas

En las relaciones afectivas pocas veces existe un perfecto equilibrio entre dar y recibir. Es común ver a los clásicos donantes y receptores inmersos en un juego de poder en el que sólo una persona gana. El receptor se queda con la energía, con la vitalidad y toda la inversión afectiva de un donante convencido de que en el amor no hay límites, de que en esa historia de amar vale todo.

Aunque el término nos parezca extraño, en lo que respecta a la relación y afecto es común ser testigo de verdaderos suicidios emocionales. Es curioso ver cómo hay personas que conducen prudentemente en la carretera, que cuidan al máximo de la alimentación o se preocupan en practicar deportes y llevar una vida activa, pero en lo que se refiere al amor no dudan en jugar en el vacío y sin paraquedas.

En materia de relación, no todo vale. Es bueno recordarlo. Hacer del otro nuestra razón de ser y ser para esa persona todo lo que ella puede necesitar, querer o pedir, provoca graves consecuencias. Los donantes y los receptores están por ahí a los montes en cualquier vínculo afectivo.Son personas incapaces de lograr establecer un equilibrio adecuado entre dar y recibir y que, además, caen en los extremos más perjudiciales a la salud, en los que pocas veces germina una felicidad real.

El ciclo de la reciprocidad como secreto para el bienestar

Friedrich Nietzsche ya decía que ofrecer un regalo no confiere ningún derecho ni obligación a quien lo recibe. Podemos estar de acuerdo con esta afirmación, sin embargo, queriendo o no, siempre hay pequeños "matices". Los obsesos son intercambios que implican cierta reciprocidad, uniendo donantes y receptores de muchas maneras.

Por ejemplo, puedo dar un regalo material a un amigo. No espero (ni deseo) que él me devuelva. Sólo ofrezco ese regalo porque quiero hacer un homenaje al afecto, al apoyo ya la positividad que esa persona me transmite en mi vida. Es decir, entre nosotros ya existe reciprocidad, ya existe un lazo que nos une, un lazo que viene a representar ese equilibrio dinámico y proactivo en el que ambos ganamos.

Queriendo o no, necesitamos ese lazo de retroalimentación constante en el cual dar y recibir se transforma en una misma cosa, en el cual todos somos a la vez donadores y receptores. Esto sucede por una razón muy simple: el ser humano es cooperativo por naturaleza. En verdad, cooperar nos permitió progresar como especie al saber ser amados, cuidados, valorados e incluso protegidos. Al mismo tiempo, esas conductas confieren a nuestro cerebro un claro sentido de pertenencia y bienestar.

¿Qué sucede cuando no hay reciprocidad y me transformo sólo en "donante"?

Existe un trabajo muy interesante llamado "Motivación autónoma del comportamiento pro-social y su influencia en el bienestar del ayudante y del receptor", publicado en la revista Personalidad y Psicología social de 2010, que coloca en evidencia datos bastante curiosos. Hay personas que son "donantes" por naturaleza. Es decir, el acto de dar forma parte de su personalidad y es así que entienden las dinámicas de sus relaciones. El hecho de "dar" (dar atención, afecto, cuidar, etc.) les confiere más autoestima y sensación de positividad, de energía y de dignidad personal.

  • Sin embargo, en este tipo de situación pueden ocurrir dos cosas. La primera es que las otras personas (las que reciben) se sienten presionadas e incluso incomodadas con ese comportamiento constante de ayudar, hacer favores, sacrificarse por los demás. La segunda es evidente.
  • Temprano o temprano va a surgir el fenómeno conocido como "costos irrecuperables". Es decir, el donante puede verse en la situación de descubrir que muchas de sus acciones no son valorizadas ni reconocidas. Todo lo que ella invirtió, tiempo, afecto y energía nunca más serán recuperados. Ella va a pensar que no tuvo sentido y que lo que logró con eso fue perder su autoestima ...
  • Cuando una persona se da cuenta de que en su relación afectiva se limitó a ser el donante, ella toma conciencia de ese suicidio emocional que fue mantener un vínculo desigual, no sano e interés. Después de este descubrimiento, no hay vuelta. Es necesario tomar decisiones y transformarse en donante de sí mismo, en quien va a curar la propia dignidad perdida.
  • Donantes y recibidores, dos figuras constantes en nuestras relaciones Ana y Pablo están hace 8 meses juntos. Ana es la "donante" que hace todo por su pareja.

Sabe de increíbles detalles sobre él

. A ella le gusta estar siempre al frente y predecir lo que puede necesitar, lo que puede gustar en un momento dado. Pablo, por su parte, "se deja llevar". Como ve a su compañera feliz practicando ese tipo de conducta, empezó a mostrar una actitud más o menos pasiva e incluso dependiente. Este es un pequeño ejemplo de lo que puede suceder muy a menudo en nuestras relaciones y de cómo, poco a poco, damos forma a los donantes y receptores. A veces nosotros mismos estimulamos una serie de dinámicas que más tarde terminan cristalizándose en situaciones disfuncionales

. No se trata, pues, de buscar culpables, sino de entender algunas cosas:Podemos permitir que alguno de los dos "invierta" un poco más en la relación en determinado momento. Sin embargo, ese no será el ritmo, mucho menos la regla. Y más, una responsabilidad clara de ambos miembros de la pareja es comprometerse de forma igualitaria con la relación.Por lo tanto, los costos y los beneficios deben ser similares a los dos.

Merecemos recibir.A veces hay personas que han pasado tanto tiempo siendo "donantes" que no saben lo que es ser recibidor de vez en cuando. Lo mismo sucede con lo opuesto. Quien pasó media vida recibiendo atención puede experimentar una gratificante sensación al descubrir el significado del acto de ofrecer y de dar de corazón. Por último, un aspecto interesante sobre el que podemos reflexionar sobre los donantes en las relaciones es que tampoco debemos obsesionarse con el clásico 50/50. Es decir, en buscar ese equilibrio perfecto y milimétrico de inversiones y ganancias en una relación .Las personas dan de formas muy diferentes y en diferentes momentos.

  • Lo importante es saber que existe reciprocidad. Saber que esa persona está a nuestro lado y que lo que se ofrece de corazón es recibido de buen grado y devuelto cuando más necesitamos.