No quiero que valga la pena, quiero que valga el tiempo, las risas y los sueños

Me gusta la gente que valga algo más que la pena. Me refiero a aquellas personas con las que vale la pena compartir la alegría, el tiempo, el eco de las risas e incluso las tristezas. Son personas que inspiran, que susurran suavemente que la vida es un buen lugar, a pesar de todo, porque mientras exista alguien con quien disfrutarla, habrá esperanza. La verdad es que enfocar nuestro día a día en la positividad es de gran ayuda.

Vivimos tiempos difíciles que nos arrastran hacia un profundo cambio de conciencia. Esto es algo que muchos de nosotros intuimos: parece que los valores como la igualdad social y la sensibilidad por nuestros semejantes son abstracciones vacías y obsoletas ante el poder del dinero y de una superestructura que mueve sus hilos implacablemente. "Cualquier cosa que merezca la pena merece nuestros esfuerzos y nuestra atención". En estos tiempos de cambio, hay que valorar los códigos antiguos: recuperar la conexión entre las personas, el amor por las cosas más simples, más puras, como el amor y la amistad

. A través de las pequeñas cosas se generan los grandes cambios, los que se inician con una pequeña crisis y provocan muchos cambios.
Actualmente, no debemos perder tiempo con lo que causa sufrimiento,

con lo que apaga nuestra sonrisa o nuestras esperanzas. Queremos personas que nos iluminen, queremos ventanas abiertas y caminos sin barreras. Queremos creer que es posible crear un mundo mejor si hay una voluntad conjunta. Las sociedades entristecidas y la búsqueda de la felicidadLa felicidad como un derecho constitucional es un aspecto que aparece en varias constituciones. En la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, por ejemplo, Thomas Jefferson, John Adams y Benjamin Franklin, escribieron en el prefacio quetoda persona tiene el derecho de buscar y construir su felicidad. Japón, Corea del Sur y, más recientemente, Brasil también incluyeron este aspecto que, más que un sueño, es el respeto más digno que un hombre puede desear. "La felicidad no se alcanza a través de grandes golpes de suerte, sino con las pequeñas cosas que suceden todos los días".- Benjamin Franklin -

Sócrates también decía a sus alumnos que el objetivo de toda persona es ser feliz. Según ese sabio de Atenas, hay que invertir en nuestras calidades para dar ejemplos unos a otros. El Budismo, a su vez, habla sobre el equilibrio mental y el desprendimiento de los bienes materiales. Todos estos pilares, por más irónico que parezca, están muy lejos de las sociedades occidentales, siempre preocupadas por aumentar las tasas del PIB, descuidando totalmente a una población que no sabe ser feliz. Y si conocen la receta, no logran transformarla en realidad. Vivimos en un mundo sin alegría. En realidad, el Informe Mundial de la Felicidad, que se ha elaborado cada año, trae evidencias de que algo no está bien y nos invita a reflexionar: los países con tecnología más avanzada y con un PIB más elevado no son los más felices. Por el contrario,las culturas más enfocadas en las relaciones familiares o de amistades poseen un nivel de bienestar emocional más digno, más pleno y satisfactorio.

Crear un mundo que valga la esperanza, no la pena

Crear un mundo que valga la esperanza, y no la pena, no es tarea para un día. Es una tarea ardua que requiere, por encima de todo, un cambio de conciencia de todas las personas, empezando por nosotros mismos. Sabemos que los gobiernos no ven la felicidad como un objetivo primordial, que las emociones y el bienestar de los individuos se han cambiado por el "bienestar de los números", y son ellos los que orientan nuestros ciclos de crecimiento y de crisis. "Cuando compartimos, expandimos nuestra capacidad de ser felices".

- Proverbio Tibetano -
Por lo tanto, es esencial abrir estas ventanas internas que el óxido de un ambiente poco facilitador ha usado con el tiempo.

Llegó la hora de oír nuestro mundo interior para conseguir que este mundo valga la alegría, las risas, la esperanza, la vida ...Las llaves para el cambio

Puede parecer obvio, pero algo tan simple como dar importancia a la felicidad y el equilibrio interior puede ser la mejor clave para el cambio. Aplicar esto en nuestro día a día puede ayudarnos mucho. - Cerciórese de personas que le proporcionen bienestar, que lo alienten y que permitan que usted sea usted mismo en todas las situaciones. Se aleja de las personas que sólo le traen preocupaciones y tormentas de todo tipo. - La felicidad es, por encima de todo, la ausencia del miedo.

Tal vez sea el momento de racionalizar nuestros miedos: enfrentar esos miedos paralizantes que nos atrapan en nuestra zona de confort y transformarlos en algo positivo.

- Es necesario entender el significado real de la palabra "crisis". Para los griegos, la crisis significa la evolución. Es un momento de incertidumbre, pero es también un período de valiosas oportunidades de crecimiento, donde el ser humano dará el "su mejor" a través de la resiliencia y la creatividad; son momentos vitales donde no hay espacio para la desistencia. De acuerdo con Sonja Lyubomirsky, más conocida como la científica de las emociones positivas,

cerca del 50% de nuestra felicidad está bajo nuestro control
. El otro 50% depende de los acontecimientos que nos rodean e incluso de factores biológicos. Esta es una probabilidad aceptable. Es un excelente punto de partida para hacer que nuestro día a día valga la alegría, valga nuestros sueños, las risas y nuestro bienestar.