Es hablando que se hace amor.Pero no hablando sólo con palabras, sino hablando con nuestro cuerpo, nuestra actitud, nuestra lengua, nuestras miradas ... Porque no podemos reducir una expresión tan intensa a un acto sexual.
Hacer el amor es hacer poesía, con nuestro cuerpo y con nuestra mente, con todo nuestro ser. Porque el amor se hace con dos cuerpos y almas entrelazadas, unidos en su máxima expresión emocional. Lacan estaba seguro cuando dijo que está claro, que es hablar que se hace amor. No se puede reducir el amor a un "
simple" acto carnal, pues es con la mirada, con el ser, con un "todo usted y todo yo" que se transmite la ternura, el misterio y la prontitud del deseo ."Lo que me gusta de su cuerpo es el sexo.Lo que me gusta de su sexo es la boca.Lo que me gusta de su boca es la lengua.
Lo que me gusta de su lengua es la palabra ". El erotismo detrás de miradas, el preludio de una desnudez emocional
No se disipa completamente hasta que el erotismo de las miradas supere la barrera carnal.
Nosotros seducemos a través de innumerables actos, conectamos a través de las emociones, nos envolvemos a partir de los rótulos que el buen acto de amor nos instiga a crear. Las palabras, edificantes en su máxima expresión, nos acercan a la desnudez emocional, aquella que se puede ver en el horizonte, pero que pocas parejas llegan a alcanzar.
CompartirEs difícil recrear este concepto en una sociedad que ha recibido una educación centrada en el coito. Nos enseñaron que debemos hacer el amor con el mero contacto sexual. Pero no, el contacto sexual es sólo una parte de hacer el amor.
Habitualmente nos damos cuenta cuando algo falla, cuando saltamos esa etapa y algo va mal, cuando no dialogamos con el cuerpo ni con las miradas o las caricias. Entonces, haciendo apología a nuestras necesidades emocionales, comunicamos de forma polarizada.
Nos hacemos creer que el error está en nuestro cuerpo cuando no dejamos que nuestra mente se conecte.Nos olvidamos de que los preliminares no son cosa de 30 minutos, pero algo de muchas horas. Y, sin duda, algo mucho más íntimo que el tiempo, algo que nos pertenece por entero y que debemos hacer por controlar.
Sin embargo, teorizar el amor significa escoger un determinado tipo de amor. Teniendo conciencia de la inclinación subyacente a esa idea, es necesario afirmar que en cada apreciación corresponde al lector identificarse (o no) con este punto de vista.Compartir
Sin embargo, la reflexión que surge entre estas palabras quiere destacar queHACER AMOR NO ES EL MISMO QUE HACER SEXO.
Absolutamente no. Por lo menos no a partir de la idea del amor que compartimos culturalmente. Hacer sexo puede ser entendido como amar la piel del otro, pero no su interior o, por lo menos, no un interior que va más allá del contacto que se representa en esencia.
La desnudez emocional, la mejor preliminar para hacer el amorCitando nuevamente el magnífico Lacan,
el amor es quien se acerca al encuentro al ser como tal. El mundo sería totalmente diferente si antes de deshacer los cuerpos, bajaremos almas, empezando por la nuestra.
Porque, como afirmamos en otras ocasiones, el encuentro más íntimo entre dos personas no es el sexual, es la desnudez emocional.Es el intercambio que se produce cuando se vence el miedo y nos damos a conocer al otro exactamente como somos, en cada una de nuestras vertientes.No es fácil de conseguir. De hecho, una desnudez emocional no es algo que se consiga con prisa ni con cualquiera. Es necesario tiempo, fuerza y voluntad de escuchar, sentir y abrazar emociones.
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Escuchar a nosotros mismos, conectarnos y conocer nuestra herencia emocional,es decir, escanear nuestro cuerpo emocional, es imprescindible para superar nuestros miedos, nuestros conflictos, nuestras inseguridades, nuestras conquistas, nuestros aprendizajes, etc.Porque el amor se hace de verdad cuando conocemos nuestra filosofía emocional, cuando explotamos nuestras vulnerabilidades, cuando nos hacemos conscientes de lo que nos causa dolor y de lo que nos aflora.
Compartir Y es esencial contemplar la imagen de nuestro espejo emocional para proyectarnos en lo que usamos, sean miradas, palabras, caricias o afectos.Es así como se hace el amor.