Mi conciencia tiene más valor para mí que cualquier opinión

Tal vez sean los años o quién sabe la madurez, pero siempre llega un momento en que "despertamos" por fin para esa conciencia propia donde elegimos lados, donde levantamos nuestra voz en medio de la gritería y dejamos clara nuestra posición. Porque no hay nada más reconfortante que acostarse con el corazón tranquilo y la conciencia limpia, sin importar lo que el mundo piensa. Antonio Damasio es un conocido neurólogo especializado en emociones que define la conciencia como una sutil armonía entre el yo autobiográfico, otro social y un tercero donde se mezcla el yo emocional con el otro espiritual.

La persona plenamente consciente de esta estructura única y particular será más competente y racional en su realidad. Todos tienen conciencia y es como si fuera la respiración del alma, como el faro de nuestras emociones que introduce una voz en nuestro corazón para decirnos cuando algo está bien y cuando algo está mal. Es necesario estar sintonizado con ella, es necesario saber propiciar ese despertar interior para poder actuar sin miedo y hacer de nuestra conciencia ese refugio tranquilo con el que pasar la vida.

Despertar la propia conciencia a veces es algo doloroso Carl Gustav Jung solía decir que"quien mira hacia fuera, sueña. Quien mira hacia adentro, despierta ". Aunque el célebre psicólogo ha sido una pieza clave al inicio del psicoanálisis, su metodología también se encuentra íntimamente ligada a la antropología, a la mitología ya la filosofía. Por eso su concepción sobre la conciencia en el ser humano todavía hoy despierta un gran interés.

Así como el neurólogo Antonio Damasio, Jung

definió la conciencia como una entidad psicológica donde se integran nuestras experiencias vitales y emociones más profundas. Para despertarla es necesario "mirar hacia adentro" para estar consciente de hechos desagradables, errores cometidos, de valores o principios personales no respetados por miedo o indecisión. Esto sucede porque estás sujeto a conciencias morales ajenas y no propias.Estar conscientes de cada una de esas dimensiones personales supone, a veces, un verdadero acto de dolor. Según Gustav Jung, las personas pueden ser capaces de cualquier cosa, siempre y cuando no tengan que enfrentar su propia alma y sus propias conciencias. Por eso, para alcanzar "la luz" es preciso que estemos conscientes de nuestras "obscuridades".

Sólo de esta manera nos sentiremos libres, sólo así nos habremos conectado con nosotros mismos de forma íntegra y sana. Consciencia tranquila, un ejercicio que comienza en el corazón En muchos de los contextos sociales y políticos que vivimos actualmente una falta de conciencia moral es apreciada,

exactamente donde debería siempre florecer la ética, el respeto, el amor por el prójimo y el sentido de la humanidad que hoy escapa por la chimenea del egoísmo y de los intereses sombríos. Dado que hoy no es muy difícil llegar a esas superestructuras que nos rodean, vale la pena poner en práctica ese ejercicio de integridad en nosotros mismos e incluso en los herederos del futuro: nuestros hijos. Desarrollar estrategias apropiadas para crear una conciencia del corazón, una voz tranquila, afectuosa y coherente donde exista el respeto mutuo, al lado del respeto por sí mismo. Llaves para desarrollar una conciencia libre y respetuosa

Nuestras conciencias particulares son algo más que sólo el reflejo de las enseñanzas morales que se nos han transmitido.

No basta con saber lo que está bien o lo que está mal, "debemos sentir". Para ello, es necesario despertar de nuestras letargias y tener conciencia de nuestros pensamientos y afectos. Te mostraremos cómo, y para ello proponemos que reflexione sobre las diferencias entre ver, mirar y contemplar a la hora de desarrollar su conciencia.

Ver es el arte de dejarnos llevar sin profundizarnos en las cosas.

Hay personas que pasan gran parte de su tiempo "viendo" cómo sucede la realidad ante ellas. Es una etapa primitiva de esas conciencias que no se aprovechan, que se dejan llevar por lo que otros dicen, ordenan o sugieren sin ofrecer resistencia, sin cuestionar nada ...

La segunda fase de nuestro desarrollo interior es la capacidad de saber "mirar". Aquí ya existe una cierta iniciativa porque decidimos qué ver o qué no ver. Podemos guiarnos por la curiosidad, por el deseo y cuando lo hacemos, cuando miramos, no nos quedamos indiferentes:

sentimos cosas: placer, repulsa, rabia, satisfacción, miedo ...

  • El tercer paso para formar una conciencia es la capacidad de saber contemplar. Sócrates decía que el grado más alto del saber es contemplar el por qué de las cosas. La contemplación es un ejercicio enriquecedor porque pasamos a entender lo que nos rodea de "dentro hacia afuera". Hay una conexión con ese yo interno que es capaz de juzgar por sí mismo lo que está bien y lo que está mal, que tiene su propia opinión, sus valores y su indiscutible integridad.
  • Nuestras conciencias deben ser capaces de contemplar todo lo que nos rodea bajo la luz de ese faro emocional que se conecta con nuestro corazón. Sólo entonces dejaremos de absorber el ruido externo o la opinión de los demás. Una conciencia tranquila vale más que todo el oro del mundo, es la almohada suave con la que obtenemos un mejor descanso y una vida más plena.