Reciprocidad: el secreto de las relaciones felices

Mucho se dice, hoy en día, sobre la necesidad de mantener junto a nosotros quien corresponde, quien devuelve lo que damos, lo que lanzamos, lo que somos. Quien entiende y practica la reciprocidad. Más que eso, sin embargo, es necesario que tengamos claridad en cuanto a todo lo que queremos y merecemos recibir, o podremos quedarnos del lado equivocado de la balanza. Si lo que nos dispusiere a ofrecer es amor de verdad, transparencia, cariño, sonrisas y entereza,

nada que andar en contra de nuestra donación afectiva podrá ser aceptado de vuelta. No podemos contentarnos con retornos fríos, vacíos, disimulados, sin verdad, sin voluntad, sin placer. Nada de lo que no se corresponda cargará una carga de sentimientos afectivos que nos basten, que nos sostienen las emociones. Muchas personas creen que mandar un simple hola por el celular, trabajar y venir a casa, dormir en la misma cama y proveer el hogar financieramente son comportamientos suficientes para mantener vivo una relación a dos. Se aferran a las apariencias ya las necesidades tan sólo materiales, olvidándose de que somos mucho más que eso todo. Tenemos un mundo a ser llenado también dentro de cada uno de nosotros. Y, si aceptamos con resignación silenciosa las limosnas ajenas, pasando por encima de las carencias sentimentales que nuestra esencia alberga, estaremos huyendo cada vez más de las reales posibilidades de poder sentirnos completos, felices y realizados.

Estaremos cada vez más vacíos de sueños y de esperanzas, de amor y de esencia humana,

pues tendremos, poco a poco, desistiendo de luchar por la completitud que caracteriza al estar juntos, con ida, vuelta, vueltas, allá y acá, dentro y fuera. Nadie, más que nosotros mismos, sabe con precisión lo que somos, lo que queremos, cuáles son nuestras necesidades, nuestros sueños, nuestras oscuras. Ciertamente no conseguimos engañarnos, aunque queramos, tampoco podremos sentirnos cómodos tratando de conformarnos con una vida en que todo sale de la gente, pero nada nos llega entero, nada nos devuelve completo, ni nadie nos devuelve verdades. No desistamos, pues, de entregarnos de forma total, por cuenta de los ecos vacíos que intentarán empujarnos de vuelta. Continuemos firmes en nuestras verdades, para que

reposemos nuestra esencia junto a quien nos ha de recibir con el abrazo apretado de un alma iluminada, aunque sea, nada menos que eso, lo que merecemos.

* El título de este artículo se basa en la cita de Mayckon San.