Reconocer los propios errores nos ayuda a perdonar a los demás

Toda la gente comete errores. Durante nuestra vida tendremos que perdonar más de una vez, y tarde o temprano, nosotros también vamos a necesitar que alguien nos perdone. Se dice que el verdadero amor se demuestra en tres momentos clave: en el fracaso, la enfermedad y el perdón. Si usted no es capaz de perdonar, puede ser que esa persona sea menos importante para usted que su orgullo.

Las atribuciones que realizamos sobre lo que hacemos para los demás implican una cierta minimización del daño. Al verlo desde nuestra perspectiva personal, tendemos a justificarnos oa disculparnos para actuar como actuamos. Por otro lado, cuando los demás nos perjudican, atribuimos este mismo hecho a su personalidad, y no es sorprendente que veamos intencionalidad en lo que fue fortuito, lo que nos lleva a una perturbación emocional que nos aleja del perdón.

Reconocer que también cometemos errores nos aleja de ser pequeños tiranos que justifican todo lo que hacen, pero que son verdaderos jueces cuando lo hacen con ellos. Perdonar no es sólo un gesto para el otro, es el gesto más noble consigo mismo.

Perdonar a los demás también es beneficioso para nosotros mismos

Todos nosotros, en algún momento, ya nos hemos visto en la posición de tener que perdonar o ser perdonado, nos hacen y hacemos cosas que lastiman, consciente o inconscientemente. El concepto que tenemos de perdón está algo distorsionado. Puede ser que pensemos que si perdonamos a alguien le estamos dando la razón o estamos justificando a la persona que nos lastimó que perdonar es olvidar, dar menos importancia a lo que sucedió, renunciar a sí mismo, dar algo para el otro. Pero nada más lejos de la realidad; El perdón es para nosotros y para nadie más.

Perdonar no significa que ya no nos importa el daño sufrido, o que tanto hace, mucho menos que tengamos que comportarnos como si nada hubiera pasado.Significa que aceptamos lo que sucedió como parte de nuestra vida

y que dejamos de lado los sentimientos y pensamientos negativos para seguir adelante. Si no perdonamos, seguiremos presos a esa persona, aunque sea de una manera nociva y tóxica. Liberarnos de esas ataduras emocionales negativas nos abre espacio para nuevas emociones y experiencias que nos quedan para vivir. Perdone a quien usted tiene que perdonar

Hay diferentes posiciones acerca del perdón y quién debe o no debe ser perdonado. La primera y más común es la que percibe el perdón como esencial para la cicatrización de las heridas emocionales y resalta lo benéfica que es la práctica para la salud física y mental. La segunda tiene una visión diferente del perdón con respecto a la primera. Considera que en algunos casos no perdonar también puede ser beneficioso, ya que hacerlo puede ser perjudicial para quien perdona

y puede poner en riesgo a grupos que están en situación de vulnerabilidad, como es el caso de los abusos o malos tratos.

La tercera posición ocurre cuando usted percibe que, en realidad, no hay nadie a quien perdonar. En un momento usted percibe que a veces las situaciones que suceden con nosotros no son culpa de nadie, que simplemente es así que la vida funciona.

Según el doctor Schlatter, el perdón beneficia más a quien perdona que el que recibe, y no requiere necesariamente el arrepentimiento de aquel que hace el mal. Reconocernos en los demás nos ayudará a liberarnos de esa carga tan pesada del rencor, donde sólo encontraremos sentimientos de hostilidad y resentimiento que tarde o temprano se rebelarán contra nosotros.