Volver a casa de los padres significa dar un paso atrás?

Salir de la casa de los padres es un gran momento. El sentimiento de libertad y de un mayor grado de autonomía es una de las sensaciones más emocionantes que existen. Cuando abandonamos nuestro nido, un mundo de responsabilidades, situaciones y experiencias inexploradas se abre para nosotros. Poco a poco comenzamos a tolerar la incertidumbre, aprendemos de los descuidos y organizamos y planificamos mejor las semanas, los meses y los trimestres.

Los proyectos y las sensaciones que vivimos van a exigir más o menos fuerza dependiendo de la edad, la personalidad y la fase de la vida de la persona. Si el momento de la emancipación llega por mudarnos para estudiar lejos de casa, recién estrenada la mayoría de edad, ciertamente la independencia y la sensación de "libertad" tendrán más importancia. Si la experiencia llega junto con el compromiso del trabajo y la responsabilidad del alquiler, vamos a valorar más la organización y las responsabilidades en nuestro día a día.

Sin embargo, una vez pasado ese momento, a veces nuestros planes no funcionan y nos vemos en la situación de volver a la casa de los padres. ¿El retorno es fácil? ¿Cómo se inserta en algo que habíamos olvidado?

"Puede que te sorprendas al oír esto, pero el fracaso no existe. El fracaso es simplemente la opinión que alguien tiene sobre cómo ciertas cosas deberían ser hechas ".
-Wayne Dyer-

Los que vuelven a la casa de los padres: el retorno al (des) conocido

Cuando volvemos al lugar que un día también fue nuestro hogar, la primera cosa a tener en mente en ese momento es la importancia de la empatía, que la vivencia de esta situación puede resultar complicada.Una vez establecidas las rutinas fuera del techo familiar, nuestra forma de entender el mundo y de relacionarnos sufre modificaciones. Lo ideal es no tener en cuenta sólo nuestras necesidades, nuestro malestar, nuestra culpa o vergüenza. Dedicar un momento para ponernos en el lugar de nuestros familiares es muy importante para encontrar el equilibrio en la convivencia.

Cuando abandonamos el nido no son sólo nuestras rutinas, nuestras prioridades y nuestros pensamientos que cambian. Los de los que quedaron en el hogar también cambiaron. Lo importante es mantener la temperancia y la comprensión en un período de adaptación en el cual debemos tratar de entender a nuestros padres también. Hacerlos entender esta dinámica puede evitar muchas situaciones de tensión acumulada. Por lo tanto:Transmitir confianza en la comunicación y el intercambio de opiniones.

Entender que hemos cambiado una dinámica que se consideraba estable. Negociar horarios y normas equilibradas. La rigidez y la estructura pueden ser positivas, respetarlas. Recuerde que

  • son sus padres o familiares, no compañeros de casa.
  • Disminuir nuestros niveles de irritabilidad (si los tiene), pensando que la familia no es culpable por esa situación. No sólo se ve como "una situación", sino aprender que somos pensamientos, emociones y comportamientos.
  • Compartir momentos con la familia.
  • Poner en práctica técnicas de solución de problemas para resolver el conflicto fuera de la familia. Esto va a hacer que me empate en el proceso de reconstrucción. "Quien, al hacer un camino antiguo, aprende lo nuevo, puede considerarse un maestro." -Confoco-
  • ¿Los que reciben: mi casa, mis reglas?
  • Cuando un hijo que ya se emancipó vuelve a casa, quien vuelve en la verdad es alguien que se acostumbró a nuevas rutinas ya una forma de relacionarse bien diferente de la que tenía antes de marcharse. Hay cambios elementales (como los financieros), pero
  • también es necesario adaptarse psicológicamente.
  • A pesar de ser un proceso de ayuda a nuestro hijo o pariente, hay detalles que debemos tener en cuenta en ese momento para que se construya una convivencia adaptada a la nueva situación.

Cuanto más claras las prioridades, mejor la nueva situación va a funcionar.
Tener conciencia de que el papel de hijo es diferente para unos y otros.

Negociar y establecer tareas y reglas de convivencia.

Hablar claramente con nuestro hijo o nuestro pariente. El hecho de que la persona haya pasado por una experiencia difícil no significa que debemos establecer una situación de superprotección prolongada.

Algunos días después de que la persona se haya instalado en nuestro hogar, buscar preguntar sobre el futuro y saber sobre la planificación para que todos puedan entender que esta situación es temporal. No descuidar sus propias necesidades y rutinas.

  • No hablar exclusivamente sobre la independencia o la crisis personal. Buscar momentos de descanso psicológico.
  • Disminuir la emoción expresada.
  • Como vemos, el retorno a la casa de los padres es un proceso de apoyo y comprensión entre las partes involucradas. Un momento en el que la comunicación, el entendimiento y el cariño van a evitar dejar más difícil una situación que, por sí sola, ya es complicada.
  • "La vitalidad se revela no sólo en la capacidad de persistir, sino también en la de empezar de nuevo."
  • -Francis Scott Fitzgerald-