Hay quien tenga miedo de los cambios: tengo miedo de que las cosas nunca cambien

Hay mentes cuadradas que luchan para que nada cambie, para que toda la estructura no pierda ni un poco de esa patria de óxido caduco. Yo, por el contrario, no temo los cambios: las espero con la madurez de quien sabe que nada que llega es eterno , y nada de lo que se va se pierde totalmente.Si miramos un instante en la mayoría de los manuales sobre salud mental o sobre autoayuda, percibimos que existe un tipo de mensaje que predomina sobre las otras.

"Cambie para mejorar su vida", "Los cambios provocan miedo, pero a veces son necesarios". Sin embargo, el hecho de que la idea es bastante repetida no implica que sea aplicada como es necesario de hecho. La gente, cree si quiere, es obstinada y muy reticente a los cambios. "La especie que sobrevive no es la más fuerte, tampoco es la más inteligente: es la que mejor responde al cambio." -Charles Darwin-

A veces preferimos habitar en zonas conocidas independientemente de hacernos felices o no. Porque cruzar la frontera de lo conocido es adentrarse en los pantanos del miedo. ¿Y si me encuentro con algo peor? Al final de cuentas, muchos dicen para sí mismos, siempre será mejor una infelicidad conocida y asumida que la propia incertidumbre.
La resistencia al cambio, como vemos, tiene profundas raíces

que levantan un bosque denso y caótico donde la luz del sol no entra más. Sin embargo, quien es capaz de ir más allá de las fronteras del miedo propicia una cosa semejante a un salto cuántico. Es una sensación intensa y reveladora donde, de repente, nos volvemos más receptivos a todo lo que nos rodea. Las ideas fluyen con más facilidad con ese cambio y ante nosotros se abren mil posibilidades. Mil caminos llenos de luz. Los cambios y el desapego Existe un hecho curioso del que no siempre somos conscientes.

A lo largo de nuestras vidas asumimos una infinidad de pequeños cambios que, sin darse cuenta, constituyen un cambio considerable. Modificamos aspectos de nuestra personalidad como reacción a ciertos hechos o experiencias. Nos adaptamos o incluso desarrollamos nuevas conductas para consolidar relaciones o para evitar aspectos que en algún momento nos hirieron. Sin embargo, cuando miramos hacia atrás y ganamos conciencia de que ya no somos la misma persona de hace algunos años, damos un nombre a esa sensación: "crisis".

Este sutil desapego del "yo" de ayer causa miedo y angustia,

porque no sabemos bien lo que ese "yo" del futuro nos traerá. Tenemos miedo de madurar, hacer más años de vida. Romper una relación amorosa nos deja sin aliento porque implica no sólo dejar a alguien que queríamos partir. Con esa persona se disipa también una parte de nosotros mismos. Compartir

Un cambio siempre implica un desprendimiento de algo, no hay duda, y eso genera miedo. Sin embargo, nada se va totalmente porque lo que hacemos es transformarnos. Ampliamos áreas de actuación y ampliamos nuestros caminos interiores para dar espacio a mucha más sabiduría. Porque con los cambios crecemos, porque una crisis no es más que una oportunidad ante la cual ser más receptivos. Conectarse para despertar Muchas personas tratan de crear un cambio en sus vidas.

Pero no estamos hablando exclusivamente de la necesidad de acabar con todo y con todos, presionando el botón rojo para dar un reset. Nos referimos a la capacidad de generar un cambio interno para que lo que nos rodea también cambie.Hay quien vea su propia vida como un constante proyecto fallido. Cada vez que inicia algo, fracasa. Cada vez que cree haber encontrado algo o alguien emocionante y especial, se disipa de sus manos.

¿Existe la mala suerte?De ninguna manera. Lo que existe es una desconexión interna. Los cambios no deben propiciarse al azar como quien lanza los datos o como quien se lanza en una piscina tapando la nariz.

Porque quien asume riesgos o decisiones sin conectarse primero con sus sentimientos, intuición y experiencia previa, probablemente acabará suponiendo que su vida está regida por el azar. Por esos caprichos turbulentos del destino que ofrece y saca sin nunca adaptarse a nuestras propias expectativas. A nuestros propios deseos. Por otro lado, todos sabemos que

los cambios nos acercan a un territorio inexplorado. Esto provoca miedo e incertidumbre. Sin embargo, para garantizar el éxito de esa "oscilación" en nuestras vidas, necesitamos realizar ese cambio de forma sintonizada con todas las dimensiones anteriormente citadas. "Yo hago ese cambio porque sé que es lo que necesito, porque sé que para crecer y permitirme ser más feliz necesito dejar ciertas cosas, ciertas personas y ciertos escenarios". Pero, para llegar a esa convicción plena y verdadera, hay que "despertar".

Abrir los ojos del interior para descubrir las oportunidades que nos rodean nos obliga, en primer lugar, a calmar la mente. Toma el poder del dragón de los egos, del fantasma del miedo, y del tambor del "qué van a decir". Despertar es, ante todo, conectarse en paz y equilibrio con nuestros propios sentimientos, oyendo a su vez lo que el corazón susurra. Porque allí, en aquel espacio de paz, ya no existe el miedo.