A veces la gente sólo tiene miedo de ser feliz

La felicidad asusta, y muchas veces dejamos pasar cosas increíbles en la vida como consecuencia del miedo a ser feliz.

- ¿Dónde vas?
- Creo que me voy ...
- ¿Pero por qué?
- No sé si voy a conseguir quedarme, no sé si puedo manejar todo eso.
- Usted no dijo que estaba feliz? ¿Qué no quería perder eso nunca más?
- Y estoy ... Eres la mejor cosa que sucedió en mi vida ... No entenderías ...

Si él supiera cómo ella entendía, si veía que ella misma lidia con sus monstruos interiores y duelaba con los miedos todos los días. Sentía miedo ahora de verle alejarse, de verlo boicotear la propia felicidad. "Somos nuestro peor enemigo", había leído por ahí otro día y se acordó de esas palabras en aquel momento. Más difícil que perder a alguien a otra persona, es perder a alguien a él mismo.

Él no había deshecho las maletas desde que llegó, como si estuviera preparado para partir en cualquier momento, si fuese preciso. Cada vez que la veía incomodada con algo, doblaba las pocas piezas repartidas por la casa y dejaba todo listo para partir por su cuenta, pues no soportaría ser expulsado de allí.

Ella tampoco había abierto espacio todavía para él en aquella casa. No desocupó un cajón del armario para su ropa, no dejó el cepillo de dientes en el fregadero, no le reservó aquel lugar a la mesa. Cada vez que lo veía incomodado con algo, se sentaba en la esquina del sofá esperando que él cogiera las maletas y partió. No podía abrir espacio para él en aquella casa, pues no soportaría el vacío que quedaría si él decidiera partir.

Pero él no tenía la pretensión de irse, tampoco de dejar de partir. Había sido un viaje tan largo, tan agotador ... Había invertido todos sus recursos para costear eso. Él tardó tanto tiempo en llegar que ella arregló toda la casa para que funcionara sin su presencia allí. Él, a su vez, pasó tanto tiempo en la carretera, solitario, que aprendió a funcionar sin la dependencia de otras personas. Se sentía perdido en aquella casa que ahora lo albergaba. Y ella sentía dificultad en abrigar a alguien que pudiera dejar un vacío si se marchaba. Pero él quería quedarse ... Y ella quería que se quedara. Había días en que cerraba los ojos e imaginaba la vida ahora sin aquella presencia, sin el despertar y adormecer oyendo cosas sobre el amor. Era difícil imaginar ... Un amor que finalmente llegó

Era mucho más que amor.

No tenía nada que ver con el amor de los apasionados.

Ese ellos entregaron a otras personas durante el tiempo del viaje. Había sido un viaje tan largo, que ella creyó que nunca vendría, y él, que nunca llegaría. Pensaron ser un desperdicio de tiempo para esperar a encontrar a alguien que nunca vendría y dividir esos días con otras personas. Pero quedaron todas por el camino, porque él seguía viaje en su dirección, y ella esperaba por su llegada. Ni él podía mantenerse al lado de compañías que le parecían, después de un cierto punto, tan equivocadas, ni ella podía permitir que quedaran en su casa moradores que no parecían de hecho formar parte de allí. Y ahora, que finalmente estaban juntos y él finalmente había llegado, se encontraron perdidos. Él estaba tan cansado y exhausto que a pesar de todos sus esfuerzos en hacerle relajarse y alojarse cómodamente en su casa,

sentía que él todavía no estaba allí totalmente.

Ni siquiera había deshecho las maletas ... Él veía en ella señales de cansancio también ... Sabía que ella había esperado demasiado, casi perdido las esperanzas, y ya sin confianza de que podría contar que él se quedaría y no iría a ningún lugar. Pero ella no tenía, parecía estar armada para vivir en la soledad de su vida y él estaba demasiado cansado para retirar su armadura.

Estaba tan cansado, que le faltaban fuerzas para cualquier cosa y, por eso, no deshizo las maletas. Estaba tan feliz de haber llegado, pero sentía miedo de tener que partir en cualquier momento.

En realidad, sentía miedo de ser feliz - Me encanta tanto, tanto, tanto. - Dijo, con lágrimas en los ojos. - No puedo creer que tengo en mi vida.

Silencio. Una sonrisa de canto de boca y los ojos fijos en él decían que ella lo amaba, pero había cerrado el corazón porque él tardó demasiado para llegar y el miedo de ser feliz se hizo cuenta. Quería tanto que se quedara ... Sabía que sería difícil para los dos, pero no más difícil que verlo seguir el viaje, después de tanto esperar.

Se sentó más cerca, se agarró de sus manos, miró bien dentro de sus ojos y preguntó:

- ¿Estás seguro de que quieres quedarse?

- Claro que lo tengo. ¿Por qué? ¿No quieres que me quede?

Ella tapó su boca con una mano y sonrió. Él y aquella manía de desviar el asunto de arma en puño, para no herirse. No respondió nada, bajó la mano y se inclinó en su dirección, los labios no se tocaron, apenas se atraían como si fueran imán. Él no la besó, le gustaba sentir aquella sensación de un beso inminente, que empezaba siempre tan suave y venía tan lleno de certezas.
- Estuve aquí sola por demasiado tiempo ... Y ahora tengo miedo también, miedo que se vaya, que no sepa quedarse, que yo no sepa hacerte quedarme. Pero nos elegimos, ¿no? Y estoy seguro de que es para toda la vida ...

Tengo más certezas de lo que puedo explicar. En realidad, no puedo explicar. Sólo siento.

- Yo también ... Sonríe ... Él la abrazó apretado y agradeció a Dios por finalmente haber llegado. Hizo un viaje peligroso, casi murió varias veces y no se imaginaba por todo lo que había pasado hasta que finalmente estaba allí. Pero él quería quedarse. Y ella quería que se quedara.
Después de estar abrazados por un largo período, se miraron tiernamente una vez más, se besaron con aquella calma y suavidad que los desarmaban y se quedaron sentados, mirando la maleta aún ordenada. Él todavía no estaba listo para deshacerla, ella todavía no estaba desarmada. Todavía había miedo de ser feliz, pero decidieron superarlo.

Ella respetaría su tiempo, iba a hacer por donde dejarlo lo suficientemente seguro para que él deshacer aquel equipaje. Él respetaría su tiempo también, mostraría que no tenía la intención de partir, que se adaptaría a aquella casa que acabó ganando forma y color sin su presencia. Pero todo eso llevaría tiempo ... Bastante tiempo. Se quedaron sentados en silencio. Decidieron esperar.

Porque él quería quedarse ... Y ella no le dejaría partir.