El salto entre estar seguro o ser feliz

La intolerancia, el ego, el orgullo, la incomprensión y la falta de empatía son las barreras naturales que nos alejan de los momentos de la vida felicidad

o de los estados de tranquilidad y paz interior. ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a aguantar una situación incómoda?

¿Sabemos convivir enfrentando a los demás y sobre todo a nosotros mismos? ¿Realmente controlamos cómo queremos la balanza de los pros y los contras? La mala gestión de situaciones de tensión en las que estamos involucrados y de las que no sabemos salir, o no queremos resolver, a no ser que sea favorable para nosotros, nos priva y nos arranca horas, semanas e incluso años para aprovechar mejor a nuestros amigos, familia o compañero (a) por el simple hecho de querer "tener razón".

¿La razón es tan poderosa?

El sentimiento de victoria es una droga poderosa a la que podemos conectarnos cuando está alimentada de orgullo y ego.

¿Pero cuál es el precio de mantenernos en esa postura? ¿El valor de lo que ganamos con la razón es mayor que el que perdimos? La satisfacción que encontramos en el respeto obtenido al "tener razón" debe encajar en la ecuación de la tranquilidad, junto con las pinceladas de compañerismo, conexión, cariño, amistad y apoyo. El cine y la literatura están repletos de relatos donde mantenerse firme y obsesionado en nuestras posiciones nos conduce a la desgracia oa la infelicidad. Sin embargo, poco aprendemos de ello. Reflejos e incluso opinamos sobre lo que alguien cercano debería hacer o dejar de hacer, pero

a la hora de verdad, predicar por el ejemplo es lo que falta.

Más allá de los motivos Lo que implica la posición cerrada de una persona obsesionada en obtener un resultado favorable en una discusión se basa en tres elementos:

Necesidad de reforzar su ego

Necesidad de reafirmar su autoestima

  • El miedo de otras posiciones o de "Perder" poder y control
  • Salvo en casos de pruebas reales donde no existe debate posible y el enfrentamiento no depende de interpretaciones, lo natural es que nadie sea dueño de la verdad absoluta.
  • Esta idea parece madurar dentro de nosotros y estar presente en momentos de sobriedad, pero a veces vacila cuando confrontamos a otras personas ...

¿A qué conduce el estancamiento posicional? Rabia, miedo, frustración e ira. Cuando vemos que algo no se resuelve o no satisface nuestras voluntades, una serie de mecanismos es puesta en movimiento, desencadenando

emociones negativas que entorpecen nuestro razonamiento y consumen nuestra energía interior.

Cuando nos quedamos atrapados en una posición, perdimos energía y, sobre todo, tiempo.

Tiempo que perdemos de aprovechar sin amarras y sin sentimiento de compromiso o obligación. Censuras, intentos de manipulación, exigencias, juego sucio, dependencias emocionales, etc. Debemos estar preparados para detectar todas sus señales en el momento en que nos encontramos en una posición así.

Y no sólo detectarlos en los demás, sino también en nosotros mismos, que arrastrados por las emociones mencionadas anteriormente, tenemos comportamientos de los cuales no nos enorgullecíamos en situaciones normales, de tranquilidad y flexibilidad. ¿Cómo salir del atolladero?

Podemos formular algunas preguntas que nos ayuden a encontrar un camino flexible:

¿Cómo me siento con la situación?

Encontrar las palabras adecuadas para describir cómo nos sentimos favorece la ordenación del pensamiento

y nos ayuda a eliminar el "ruido" que puede anestesiar los aspectos más razonables de la situación.

  • ¿La otra persona sabe cómo me siento? Entonces vaya más allá de las discusiones controladas por las emociones, y más allá del "porque usted es ..." y "yo soy ...". ¿Tengo conocimiento de cómo la otra persona se siente? En algunas ocasiones, recurrimos a la interpretación del pensamiento. Esto no es más que dar como ciertas afirmaciones del tipo: "con certeza él piensa que ...".
  • ¿Cómo comenzó el conflicto? ¿Qué quería conseguir y lo que la otra persona quería conseguir?
  • El paso siguiente será formular alternativas dentro del conflicto para solucionarlo y para conocer hasta qué punto puedo ser flexible y ceder
  • , o en qué punto puedo dejar de buscar la reafirmación del reconocimiento.

Eso todo desde la más profunda sinceridad. De nada sirve fingir flexibilidad.Más temprano o más tarde la verdad acabará apareciendo, y encarnaremos otro conflicto potencializado por el anterior con distintas formas y lenguajes, pero con la misma piel.

Vamos a invertir el tiempo que podemos ganar con los demás y le otorguemos el valor que le corresponde. Con certeza muchas veces es mayor que sólo un "te dije" o un "yo sabía".