¿Cuál es el vínculo entre la emoción y la alimentación?

Nuestras emociones tienen un efecto poderoso en la elección de los alimentos y en nuestros hábitos alimenticios. Por ejemplo, se descubrió que el vínculo entre emoción y alimentación es más fuerte en las personas obesas y en aquellas que adietan que en las personas delgadas y en las que no se adhieren. (Sánchez y Puentes 2012). Las emociones no son la causa del exceso de peso, sino la manera en que manejamos esas emociones y enfrentamos los factores que más influenciaron la aparición del exceso de peso.

Lo que comemos afecta la forma en que nos sentimos, así como lo que sentimos afecta nuestra manera de comer. En ese sentido, Cooper y otros autores (1998) nos dicen que la dificultad en la regulación de los estados de humor negativos tiene una gran influencia en la aparición y mantenimiento de los trastornos alimentarios.

La regulación emocional se refiere al manejo de las propias emociones, teniendo en cuenta las circunstancias y el estado emocional de las otras personas. Así, se observó que la vergüenza y la culpa son las emociones que pueden tener un impacto negativo mayor en la dieta alimentaria. Como vemos, el vínculo entre la emoción y la alimentación es más importante de lo que pensamos. "Lo que pensamos genera emociones, pero lo que comemos también genera emociones". - Montse Bradford -

Las personas desarrollan diferentes comportamientos como respuesta a sus emociones dependiendo de diversos factores, como el ambiente donde viven, su formación y su capacidad para identificar y gestionar sus sentimientos. Como resultado, pueden controlar su peso o no. Por ejemplo, se observó que las emociones y los comportamientos afectan a las decisiones nutricionales, como la cantidad, el tipo de alimento y el número de comidas.

Una persona con depresión puede saltar comidas o eliminar el desayuno en su rutina diaria. Como vemos, el vínculo entre la emoción y la alimentación es un hecho concreto.
El factor emocional más influyente en las personas sedentarias es la desinhibición alimentaria y la ingesta de ciertos alimentos, como el chocolate y los dulces. Sin embargo, en atletas, las emociones de culpa, como el miedo a la balanza y el comer dulces, tuvieron más influencia que las emociones de desinhibición alimentaria.

Los factores emocionales en las personas sedentarias son más disfuncionales que en las personas que practican alguna actividad física. Los deseos excesivos y la falta de control en la ingesta de alimentos están más relacionados con los excesos alimentarios y con los problemas de comportamiento alimentario. Existe un grupo específico de individuos que, por sus hábitos alimentarios, fueron llamados "comedores reprimidos".

Estas personas tienen un miedo exacerbado de ganar peso, restringiendo su alimentación a través de las dietas.Paradoxalmente, bajo estas condiciones restrictivas, estos individuos aumentan sus niveles de ingesta de alimentos por exceso de consumo.Abusar del acto placentero de comer puede hacernos sentir más cansados ​​y buscar más alimentos constantemente, pero también puede causar serios problemas de salud. Nuestra emoción debe hacernos conscientes de la comida que necesitamos.

"Con los alimentos, podemos generar salud o enfermedad". - Montse Bradford -

La prohibición de los alimentos establece la obsesión alimentaria Cuanto mayor es la prohibición, mayor es el riesgo de compulsión alimentaria . La normalización de la ingesta de los alimentos debe ser un objetivo esencial en el tratamiento del descontrol alimentario. Los comportamientos purgativos actúan como reforzadores y, por lo tanto, favorecen el descontrol alimentario, además de traer riesgos importantes para la salud.

Vamos a dar un ejemplo para demostrar que la prohibición de los alimentos establece la obsesión alimentaria. Si yo digo la frase: "hay una mariposa amarilla en la sala", no conseguiremos pensar en otra cosa que no sea la mariposa amarilla. Nuestro cerebro no puede parar de procesar esa información.

Esto sucede porque
la causa está arraigada en nuestro inconsciente.

El inconsciente es la parte responsable de controlar nuestro cuerpo, interpretar y almacenar la información recibida por nuestros sentidos.

El inconsciente funciona a través de símbolos e imágenes, en lugar de texto o letras.Esto implica que el inconsciente no procesa términos negativos. Si decimos: "No debo comer patatas fritas", el inconsciente sólo verá la imagen de las patatas fritas y, consecuentemente, sentiremos más ganas de comer. Esto no significa que esto siempre sucede, pero aumenta considerablemente las posibilidades de que suceda.

La alimentación adecuada es una gran ayuda para alcanzar el equilibrio entre el cuerpo y la mente sana. Compartir el vínculo entre la emoción y la alimentación Cuando usamos la comida para calmar nuestro estado emocional, nos estamos alimentando emocionalmente.

De alguna manera, la preocupación con nuestro peso y nuestro cuerpo enmascara preocupaciones más profundas. Esto se convierte en un círculo vicioso de preocupaciones no resueltas que retrasan nuestra capacidad de crecer y desarrollarse. Cada órgano genera una o más emociones.

Dependiendo del alimento que ingerimos, sentiremos emociones muy diferentes. Esto sucede porque cada alimento "ataca" diversos órganos. Si ingerimos alimentos que bloquean el hígado, como el alcohol, por ejemplo, las emociones de rabia, irritación, agresión o impaciencia pueden manifestarse. Las personas con problemas emocionales a menudo buscan alimentos para sentirse mejor porque muchos de ellos contienen triptofano, un aminoácido que provoca la liberación de la serotonina.Los bajos niveles de serotonina se asocian con la depresión y la obsesión.

La falta de serotonina causa diferentes efectos negativos sobre el organismo, como la angustia, la tristeza o la irritabilidad. Cuando el cuerpo no produce triptofano, lo conseguimos a través de la dieta. Por lo tanto,

los alimentos ricos en triptófano actúan como antidepresivos naturales. De acuerdo con los expertos, el grupo de alimentos que más contribuye a regular las emociones son los cereales. Son ricos en vitamina B, que influyen directamente en el sistema nervioso. El consumo regular de cereales reduce la ansiedad e influye positivamente en la actitud que adoptamos ante los problemas.

En algunos momentos, creemos que comer nos salvará de las emociones negativas. Este pensamiento refuerza el vínculo entre la emoción y la alimentación, llevándonos a un círculo vicioso.