¿Cuál es el ingrediente más importante para tener una vida feliz?

La ciencia ha traído una gran cantidad de respuestas a esta cuestión, especialmente durante las últimas cinco décadas. Algunos dicen que es el dinero, otros dicen que es la religión, y otros dicen que la familia es lo más importante para tener una vida feliz. Pero hay un factor que se repite con cierta constancia y que genera una gran polémica: la influencia de la infancia que tuvimos en el desarrollo adulto. Así,

en nuestros primeros años de vida adquirimos una forma de ver el mundo de la cual no podremos desvincularnos después o sustituir fácilmente. Por otro lado, esta forma de ver el mundo estará influenciada por un factor esencial. ¿Sabes cuál es? Este factor es el vínculo afectivo, el cariño y la atención. En una palabra, el amor.

Este factor fue recientemente estudiado de forma muy específica por investigadores de Harvard (Vaillant, 2012). Su objetivo fue comparar los efectos de la riqueza financiera de la infancia con el amor en la infancia. Se acompañaron más de 200 hombres (sí, sólo hombres) durante más de 70 años. En este seguimiento, llegaron a algunas conclusiones interesantes. Percibieron que la riqueza financiera en la infancia poco tiene que ver con el éxito adulto, la satisfacción y la adaptación.

El amor de los padres y la atención durante toda la infancia es un indicador positivo mucho más poderoso.

Algunos pueden estar preguntando, "¿Cuál es el problema para que en algunos casos falte amor? ¿No todos los padres aman a sus hijos de forma innata? Más allá de sentirse amada,

un niño necesita sentirse conocido por sus padres

. Un niño necesita sentir que sus padres lo conocen y lo aman tal como es: con sus fuerzas y debilidades, rasgos de personalidad, preferencias y caprichos. Debe sentir que sus padres lo ven y lo conocen verdaderamente. Esa es la única forma de amor que se siente de modo verdadero y genuino.Es el único tipo de amor que genera un niño con una autoestima sana, con un fuerte sentido de identidad.

Una pregunta que usted puede hacer con frecuencia es: "Cuando crecía, sabía que sus padres lo amaban?" O "¿Crees que tus padres lo amaban?" Hay una diferencia fundamental. Porque usted puede saber que alguien le ama sin sentirlo verdad. Por ejemplo, si además de garantizar algunos derechos básicos-educación, ropa, comida y abrigo- hablaban con usted, se preocupaban por usted, preguntando lo que usted sentía o lo motivaban, sus padres le ama de verdad y lo conocían. Si así fue en su infancia, entonces probablemente

usted tiene una buena base para el éxito en su vida. Probablemente usted se conoce a sí mismo, tiene sus propias preferencias, debilidades y fuerzas.

Pero si por el contrario, no fue así, entonces es posible que usted todavía no haya recibido algunas cosas positivas de su infancia. Con frecuencia, miramos hacia atrás y no sabemos ligar muy bien nuestro pasado con nuestro presente y con lo que esperamos del futuro.

Hacer bien esta tarea de introspección puede ayudar, no sólo a integrar lo que nos retrasa, sino también a identificar elementos enmascarados o escondidos que hasta ahora no habíamos visto. ¿Por qué el amor en los primeros años de la infancia es tan importante? Hay muchas razones. Tal vez la primera y más importante es que constituye el nacimiento de la confianza, tanto en sí mismo y en los demás. Hablamos de la confianza ciega, esa que usted puede depositar sin que tenga que vigilar su espalda.

Otra no menos importante es aquella que tiene que ver con el aprendizaje. Quien recibió un amor sano aprendió a dar y expresar un amor sano. Además, quien desarrolló este tipo de cariño puede ver con sus propios ojos los efectos de la generosidad, de la entrega y del apoyo incondicional.

Quien recibió amor, disfrutó de su infancia. Puede haber tenido más o menos juguetes, puede haber asistido a una escuela más o menos exclusiva, pero con certeza fue feliz y en varias ocasiones pudo sentir que tenía todo, a pesar de no haber dejado de desear o querer la bugiganga que pocas veces le compraban .

Lo que podemos decir es que una infancia plena no garantiza nuestro éxito como adultos, del mismo modo que una infancia con malos tratos y tristeza tampoco nos condiciona al fracaso. Lo que sí es hecho, es que las personas que recibieron amor en su infancia y se sintieron protegidas y queridas salen con una ventaja muy importante a la hora de entrar en el mundo adulto y tener una vida feliz. Como adultos somos los responsables de nuestros hijos, pero también por todos los niños que hoy juegan o lloran.

Como sociedad y como humanidad debemos ser conscientes de que lo que plantar hoy en ellos será lo que probablemente guiará sus vidas mañana.