Cuando la prudencia excesiva esconde mucho miedo

La prudencia es una de aquellas virtudes que impregna completamente la personalidad. Cuando se cultiva, se convierte en una especie de halo que involucra los comportamientos del día a día. Sin embargo, ¿qué podemos decir sobre la prudencia excesiva y su relación con el miedo? Aristóteles definió esa cualidad como aquella que motiva a la persona a tener un comportamiento correcto y decente. La iglesia, a su vez, la consideró una de las cuatro virtudes cardenales del ser humano.

Actualmente,

la prudencia ha asumido un significado ligeramente diferente. Está más asociada a la precaución o cautela. Se dice que alguien es prudente cuando reflexiona antes de actuar o deja de hacerlo si las consecuencias previstas son negativas. O cuando se comporta de forma ponderada, si las circunstancias no son favorables. "A veces la prudencia necesita ser templada con un toque de locura".

- Horacio -
Antiguamente se creía que cuando alguien era prudente, también poseía todas las otras virtudes. Sin embargo, podemos decir que a menudo llamamos prudencia la falta de determinación, de coraje o inseguridad.

Es importante aprender a distinguir una realidad de la otra. La prudencia positiva Hay un lado muy positivo en la prudencia

. La palabra clave es la previsión. Esta palabra significa ver algo antes de que suceda. No tiene nada que ver con la adivinación, pero con el razonamiento lógico. Implica reflexión y evaluación de las circunstancias para deducir donde una determinada acción puede llevarnos.

La capacidad de ser prudente y previsible es fundamental en la toma de decisiones. Son virtudes que facilitan las conquistas y permiten alcanzar un nivel más alto de aciertos. En el caso de las mujeres, Es claro que puede haber errores, pero ellos serán mucho más manejables si la prudencia los precede.

La prudencia se opone a la impulsividad.Es fundamental cuando una decisión o una acción involucra algún margen de riesgo o peligro. Es una virtud íntimamente asociada a la inteligencia, la reflexión y el autocontrol. En situaciones complejas, es un verdadero tesoro.

La prudencia excesiva y el procesamiento emocional Hay personas de temperamento cauteloso que no son necesariamente prudentes.

La prudencia también significa ser capaz de usar la osadía cuando las circunstancias son favorables. Si ese no es el caso, ya no estamos hablando de prudencia, sino de miedo.

Cuando hay una prudencia excesiva o extrema, no se trata de una virtud, sino de un problema en el procesamiento emocional de la realidad. Ella es percibida como algo amenazador y cualquier acción que involucra riesgos puede llevar a un resultado desagradable, oa veces catastrófico. En esos casos, la persona rechaza todo tipo de cambio porque cree que el "prudente" es continuar con todo lo que ya conoce bien.

Este tipo de procesamiento emocional no lleva al éxito, ni a la realización, sino a un impasse. La eliminación total de los riesgos es imposible. Incluso en la sala de nuestra casa o acostados en nuestra cama, no estamos libres de todos los peligros. Los techos pueden caer, los aviones también, los ladrones entran en las casas ... Si nos concentramos en esos peligros, nunca conseguiremos vivir en paz. Prudente o miedoso? Muchas veces la prudencia excesiva toma formas extrañas, como el extremo perfeccionismo.

El perfeccionista quiere protegerse de todo, mantener todo bajo control y evitar errores a toda costa. Este es un comportamiento obsesivo que demuestra más miedo que cautela. Lo que está detrás de eso es una expectativa paranoica: si las puntas están sueltas, lo peor sucederá.

Las personas que hacen de la prudencia un pretexto para no actuar acaban siendo más cobardes que cautelosas.

El riesgo calculado no es una buena opción para seguir adelante. Siempre encontraremos nuevas situaciones, con las que no estamos acostumbrados a lidiar, pero que nos traen muchas oportunidades de crecimiento y desarrollo personal. Si les decimos "no", simplemente porque no sabemos exactamente dónde nos llevarán, estaremos diciendo "no" a la vida. Una persona emocionalmente sana es capaz de atreverse, no de forma imprudente, pero es capaz de predecir, planificar y calcular. Ella sabe que nunca tendrá una garantía sobre absolutamente todo lo que hace. También sabe que los errores y los engaños estarán siempre cerca. No es necesario temerlos, ellos son una gran fuente de sabiduría y experiencia. La prudencia no es miedo, sino responsabilidad.