Cuando un conflicto, comentario, una situación, etc., nos presiona, nuestro cerebro repite ese dolor y ese sufrimiento infinitas veces. Nuestra memoria y nuestra imaginación multiplican las emociones negativas generadas por esa sucesión de manera errónea, hasta el punto de perderse la medida real de las cosas.
Cuando no somos capaces de controlar la preocupación dentro de un margen razonable,un círculo de angustia es creado, cuyo epicentro será formado por la conocida "ansiedad".
Para que el ser humano pueda mantener un razonamiento constructivo, reconocer peligros, buscar soluciones, o manifestarse con dignidad en la vida ante cualquier situación, la "preocupación" y su amiga inseparable, la ansiedad, son absolutamente necesarias pero en la medida correcta. Cuando las preocupaciones se apoderan de nuestra mente de manera constante, nuestro cerebro inicia una película interior que, velozmente, se encargará de distorsionar la realidad.
A poco, nuestra mente se va adaptando a esa situación tan reiterativa hasta que se vuelva crónica, pues todos los capítulos nos llevarán siempre al mismo lugar:
personas que no pueden dejar de ser y estar preocupadas. La preocupación crónica
Sin salida y con la angustia enraizada,
la preocupación toma cuenta de nuestro cerebro generando una especie de vicio mental , que puede generar trastornos nerviosos de diferentes géneros: insomnio (con pensamientos o inquietudes permanentes), fobias (rechazo de personas, situaciones o cosas), obsesiones (por el orden, por la imagen, por limpieza, por salud).Ante este problema, la mejor salida para frenar este círculo de ansiedad crónica consiste en
asumir una actitud crítica hacia nuestros pensamientos, prestar atención y preguntarnos con escepticismo: "¿Cuál es la evidencia real de que mis miedos realmente "¿Tendré algún beneficio si insistía en pensar en esas preocupaciones de esa manera?"