¿Por qué el amor nos fascina tanto?

¿Somos románticos por naturaleza? ¿Qué nos lleva a amar a veces con tanta fuerza que hasta parece hacernos daño? ¿Por qué personajes ilustres como Leonard Cohen llegan a decir que "el amor no tiene cura, pero es la única cura para todos los males?" La verdad es que el amor puede ser fácil de describir, pero también muy complejo cuando lo esperamos , lo vivimos o lo alejamos. Sin embargo, hay algunos autores e investigadores que intentaron encontrar explicaciones cognitivas e incluso históricas. Una de ellas es Helen Fisher, una antropóloga y bióloga que pasó más de 30 años tratando de encontrar respuestas para el amor.

La investigación de Fisher para saber por qué somos románticos

Helen Fisher, como investigadora y bióloga que es, enfocó sus estudios en la detección de procesos cerebrales que ocurren en las reacciones de amor, en la novela, etc.

Entendemos lógicamente este caso de romanticismo como el conjunto de sentimientos y emociones asociados a la pasión. Nada que ver de manera directa con el movimiento literario del siglo XIX. Para encontrar explicaciones, Fisher utilizó diversos sujetos que se asumían completamente apasionados. Ellos fueron sometidos a exámenes en áreas específicas para conocer las regiones del cerebro que eran activadas cuando una persona piensa en quien ama.

Las pruebas de Fisher consistía en estudiar los flujos sanguíneos cerebrales mientras la persona apasionada observaba la imagen de su pareja

. En seguida veían un número, lo sustrae de siete en siete y miraban hacia una fotografía neutra de algún individuo poco significativo. Las pruebas se realizaron varias veces para garantizar la consistencia de los resultados. ¿Por qué somos románticos, según Helen Fisher? Aunque las reacciones de amor eran muy diversas y en diferentes lugares del cerebro, una región fue particularmente activa. Se llama núcleo caudado, una parte primitiva que ya existía en los reptiles y evolucionó antes incluso de la proliferación de los mamíferos, que hace ahora millones de años.Fisher también concluyó que el sistema de recompensa de nuestro cerebro es vital.

Al observar la foto de la persona amada, ocurre la liberación de dopamina

, el neurotransmisor que es secretado al activar el núcleo caudado, generando motivación y satisfacción. Además, el sistema de recompensa también activa otras regiones del cerebro, como es el caso del septo o la ATV, el área tegmental ventral. Ambas se relacionan con los sentimientos de euforia.

Concebiendo el amor romántico Así,es evidente que somos románticos porque nos apasionamos. Y también parece lógico pensar que nos apasionamos porque nos sentimos bien. Algo completamente justificado, ya que el sistema de recompensas y motivación desempeña un papel fundamental en estos procesos.

Según Fisher,

enamorarse sería más como un impulso, algo más allá de una emoción o un sentimiento de amor. Da mucho trabajo controlarlo y es muy difícil que desaparezca. Siempre podemos ser románticos, pues estamos expuestos a enamorarnos. Sin embargo, las emociones pueden ser más pasajeras. Otra conclusión a la que Fisher llegó fue que el amor romántico está plenamente centrado en la gratificación ofrecida por el sistema de recompensas.

Mientras tanto, las emociones se conectan a otros objetos como el miedo, por ejemplo. La investigadora también establece que las emociones básicas se asocian a diversas expresiones faciales diferenciadas. Mientras dura el amor romántico, no existe tal asociación, pues las expresiones son muy variadas.En resumen, podemos concluir que el amor romántico establecido en la teoría cognitiva de Helen Fisher es más una necesidad.

Sentimos el impulso de amar y ser amados, porque eso nos hace felices y nos sentimos mejor, más plenos y motivados. Somos románticos Para Helen Fisher,

el amor romántico evolucionó en el cerebro humano.

Hoy en día vuelve su motivación en una persona específica. Además, atribuyó a ese proceso cerebral una relación intrínseca y estrecha con el impulso sexual y el apego o necesidad de establecer vínculos profundos. Así, y siempre basándonos en el estudio de Fisher, esas frases tan usadas y banalizadas como "yo no soy ni un poco romántico" no tienen sentido, pues esa no es una elección consciente, sino parte de nuestra naturaleza. Sin embargo, sea un impulso, un sentimiento, una emoción o una incógnita, el romanticismo y el amor son elementos básicos en nuestras vidas.Nuestro cerebro lo sabe por naturaleza y evolución. Por eso, es aconsejable darle importancia y disfrutar de la maravillosa dulzura de la pasión.