Practicar la amabilidad no cuesta nada, pero cambia mucho las cosas. Es el idioma que el ciego puede ver y que el sordo oye. Porque actuar con respeto, regalar cortesía, hablar con proximidad y mirar con empatía son gestos que definen la magia de las conexiones humanas, de esos vínculos únicos que nos permiten crecer como personas.
Para la psicología positiva, la bondad y amabilidad forman parte de ese colchón emocional que garantiza buena parte de nuestro bienestar interior. La razón de esto está en el hecho de que son cualidades que proyectamos en nuestro entorno más cercano pero que, a su vez, vuelven también en nosotros mismos.
Haga que sus palabras tengan el tono de la amabilidad, que sus gestos sean cercanos, humildes ... Porque aunque la bondad no cuesta nada, vale mucho, y no hay mejor forma de enriquecerse que practicando el respeto y la autenticidad.Compartir
Es muy probable que en nuestro día a día no veamos muchos gestos amables. Las rutinas y estas sociedades automatizadas en las que nos movemos hacen que muchas veces perdamos esa espontaneidad de ceder un lugar, atender como se debe, volver una llamada o iniciar una grata conversación con alguien que parece necesitar de compañía. Se trata sólo de ser más receptivo, de iniciar pequeños cambios en los que todos podríamos ganar.
La amabilidad deja marcas en el cerebro
El cerebro es la fuente de todo nuestro mundo afectivo, de nuestros procesos cognitivos y de esos hilos que guían nuestras decisiones y los gestos más o menos altruistas. Un hecho que vale la pena considerar es que gran parte de estos comportamientos basados en la emotividad tienen su origen en los conocidos "neuronas-espejo".
- Todos nosotros poseemos neuronas espejo o neuronas especulares. Ahora, existe la idea popular de que el cerebro femenino es el que tiene un mayor número de estas células nerviosas, pero en realidad ambos sexos disponen de ellas en igual cantidad.
- Estas afinadísimas estructuras que configuran lo que se conoce como "sistema espejo" permiten, por encima de todo, entender y hacer nuestras todas estas acciones, sensaciones y emociones que vemos en los demás.
- Las neuronas-espejo nos transforman en seres más sociales y, por lo tanto, guiados de forma natural por las emociones. No nos limitamos a imitar, somos capaces de entender que nuestras acciones causan consecuencias en los demás. Interpretamos emociones ajenas para actuar de acuerdo con ellas. Estamos frente a un engranaje cerebral maravilloso, guiado por conexiones nerviosas que, a su vez, nos permiten conectarnos entre nosotros. Pero, ¿qué nos hace ser amables? ¿Qué tipo de impacto tiene, por ejemplo, el altruismo en el cerebro humano? Vamos a ver.
Según la neurociencia, la bondad crea cambios en el cerebro. Según diversos especialistas en neurociencia, aprendizaje emocional y en psicología positiva, el hecho de enseñar a los niños a practicar la bondad desde pequeñas genera cambios notables en la química de su cerebro.Un interesante artículo publicado en la revista "Edutopia" explica que los gestos basados en el altruismo y la amabilidad ofrecen una ganancia de endorfinas muy poderoso al cerebro.
Esta sensación de bienestar es la forma en que el cerebro nos gratifica por algo que es correcto, algo que "está bien".
Esta avalancha de endorfinas crea una sensación duradera de orgullo en los niños, además de bienestar y un sentido de pertenencia al grupo. Pequeños gestos de bondad cotidianos se traducen en el mundo emocional del niño como fuentes de energía, seguridad y autoestima.
- "Se sienten bien haciendo el bien" , y eso es una marca emocional que debe perdurar para siempre en su interior. Los maravillosos componentes que estructuran la amabilidad
- Si deseamos crear un mundo más amable de verdad, deberíamos empezar haciéndolo más sensible. Porque quien es bueno es, por encima de todo, receptivo frente a las necesidades ajenas y, además, dispone de un sentido de lo que es actuar con respeto, con esa bondad que no exige nada a cambio.Si nos preguntamos ahora por qué no vemos gestos más amables en el día a día, podríamos decir que quizá muchos piensan que ser amable es perder tiempo. Que ofrecer la mano es arriesgarse a perderla, que invertir tiempo en alguien es acabar decepcionado a corto plazo. No debemos pensar así.La psicología positiva destaca la importancia de atender al tipo de respuestas que damos en nuestro entorno. Si ofrecemos amargura y frustración, seguramente recibiremos lo mismo. Ahora, si aprendemos a actuar con amabilidad, respeto y apertura emocional, invertir en nuestro bienestar.
Algo tan simple como mostrar gratitud y ser más empáticos con nosotros mismos y con los demás reduce la carga de estrés y las tensiones cotidianas. Pequeñas cosas, crea si quieres, generan grandes cambios.
Dimensiones como el altruismo, el respeto y la reciprocidad son tres de las raíces más poderosas sobre las cuales se sostiene todo gesto amable.
Practicarlos no nos va a costar nada, ya cambio, puede traernos una satisfacción inesperada ...Viva con sencillez, ame con generosidad, apague el ruido mental y permita ser más libre para acercarse con mayor nobleza e integridad de los que lo rodean.Compartir