Siempre pensé que la confianza es la entrega más frágil que la gente hace. Como bien dice el título, es una cosa que ganamos de cucharadita de café, y que cuando perdemos es un balde entero. Además, es curioso, porque a medida que pasan los años para nosotros eso se polariza aún más. La experiencia suele pedir prudencia a la hora de entregar nuestra propia confianza: ya la hemos visto traicionada en muchas ocasiones y ahora tratamos cada vez más de guardarla para nosotros mismos. Así, la vida nos va haciendo cada vez más cordial, pero también más sospechoso.
"Confiar en todos es insensato; pero no confiar en nadie es una brutalidad neurótica. " -Juvenal (67-127). Poeta satírico romano- El respeto se exige, la confianza se gana
No confiar en alguien no significa pensar que es menos que nosotros mismos y ni tratar con falta de respeto.
Piense que la confianza tiene que ver con la entrega, con el apoyo de una parte de nosotros que podemos perder en caso de que falla. El respeto tiene que ver con el reconocimiento y habilitación de la otra persona para relacionarse con nosotros.
Por lo tanto, estamos hablando de dos valores diferentes, aunque es cierto que en algunos casos la línea que los separa es muy fina. Hay personas que se encaran de no recibir la confianza de los demás como un insulto, como un desprecio. Especialmente cuando son personas que entregan su confianza muy rápido y esperan reciprocidad.
"Confianza es el sentimiento de poder creer en otra persona incluso cuando sabemos que, en su lugar, mentiríamos." -Henry Louis Mencken (1880-1956) Periodista y escritor norteamericano-
La importancia de la confianza
Piense que nuestros antepasados vivían en tribus y cazaban en grupo. Tenían una vida en sociedad donde las relaciones eran mucho más cercanas que las que solemos tener ahora, y principalmente mucho más interdependientes. Entonces, la confianza era un valor fundamental. Si tenían que acorralar una presa para cazarla, nadie podía abrir el cerco, porque si no ese día todos se quedar sin comida.
Más de una vez me encontré con alguien que se sintió molesto porque no compartía con ella una parte de mis pensamientos o de algún hecho que conocía. También me sentí del otro lado, hice preguntas y no obtuve respuesta; nunca pregunté, pero creo que también fue por ese mismo motivo. El hecho es que tampoco me sentí bien, y sucede que existen realidades que no son fáciles de aceptar.
Una de ellas es la de no tener la confianza de la otra persona. Piense que tal vez usted se encuentre una persona en la que se pueda tener mucha confianza. Usted ha pasado toda su vida con usted y se conoce. No sólo eso, usted tiene mucho poder sobre lo que usted hace o dice. Sin embargo,
la otra persona no ha pasado toda la vida con usted, ni tiene control sobre usted que usted tiene.
Esta diferencia tan grande, pero al mismo tiempo tan sutil, a menudo cae en el olvido.
La confianza precisa de tiempo Para algunos más y para otros menos, pero es necesario tiempo. Además, es un proceso muy intuitivo.
Piense que no solemos elaborar un gran raciocinio para decidir hasta qué punto vamos a entregar nuestra propia confianza a alguien, simplemente nos abrimos hasta el punto en que nos sentimos cómodos.
Las encuestas identificaron variables que influencian. Cuanto más semejante a nosotros es la persona, más rápido entregamos nuestra propia confianza. En general, confiamos en las personas que caminan con niños, con ancianos o con animales. Entendemos que si alguien confió en ellas para que se encarguen de una cosa tan valiosa, es porque deben ser confiables. También entregamos la confianza más rápida a quien comparte nuestros pasatiempos, ya que podemos mantener largas conversaciones con ellas sin entrar en temas personales.
Por otro lado, la reflexión más bella que podemos hacer acerca de la confianza es la preciosa sensación de ser dignos de la confianza de las personas que nos aman. Más allá de saber que no serán traicionadas, ellas sienten que seremos los primeros en estar allí cuando lo necesiten.