La neurobiología de la resiliencia es el área de estudio que explica, desde el punto de vista biológico, uno de los procesos más fascinantes del ser humano. En este proceso, las personas logran enfrentar los factores estresantes provenientes de situaciones desfavorables con éxito, para adaptarse mejor a una realidad compleja, invirtiendo también en salud emocional y reduciendo el impacto de episodios traumáticos. La palabra "resiliencia" representa un concepto que viene ganando protagonismo en las últimas décadas. El término y su significado inspiran, satisfacen, incluso muchas personas leen sobre ella e intentan desarrollarla. Sin embargo, existe un aspecto que sigue despertando la curiosidad de los neuropsicólogos.
¿Por qué hay personas que enfrentan situaciones complejas y la adversidad con más eficacia
y otras, sin embargo, quedan sumergidas en un estado de desamparo permanente? ¿Por qué esas personas pueden ser, incluso, el mismo individuo en dos momentos diferentes de la vida? "El mundo se rompe a todos, y luego algunos se ponen más fuertes en los lugares quebrados".
-Ernest Hemingway-
Lo vemos muchas veces y en las más diversas formas. Por ejemplo, en el caso de tres hermanos, tres niños que pasaron por la pérdida traumática de uno o ambos padres. Bajo las mismas circunstancias y en el mismo entorno, estos chicos pueden crecer mostrando un patrón de comportamiento muy diferente. Algunos de ellos van a llevar esa herida traumática mostrando comportamientos problemáticos, baja autoestima, ansiedad, dificultades de aprendizaje, etc.
Otro hermano, sin embargo, puede desarrollar una actitud más acertada, manteniendo el equilibrio psicológico a pesar del golpe. Todo esto nos obliga a preguntar por qué.
¿Qué mecanismos neurobiológicos favorecen que algunos sean más o menos resistentes? La neurobiología de la resiliencia o la capacidad de tolerar el estrés
Hablar de resiliencia sugiere una referencia necesaria a nuestra capacidad de enfrentar el estrés, utilizándolo a nuestro favor.
En ese sentido, se resalta una idea: nuestro cerebro es, por encima de todo, un detector de informaciones amenazadoras. Una de nuestras prioridades es sobrevivir y, por lo tanto, en el día a día y casi sin darse cuenta, no hacemos nada más que procesar aspectos que nos preocupan, anticipando hechos negativos que aún no han ocurrido y eliminando todo tipo de riesgos o desequilibrios del entorno que puedan afectarnos en algún aspecto: físico, social, emocional, etc.
Los especialistas en neurobiología de la resiliencia dicen que el estrés moderado o "eustresse" es el mejor de todos: nos prepara para la acción. Sin embargo, cuando las preocupaciones, los miedos, el recuerdo del pasado y la ansiedad por el futuro nos tortura, ese "distresse" se vuelve crónico y altera el cerebro en su genética y neurológicamente. Es ahí donde aparecen los problemas mentales, la infelicidad y la incapacidad a la hora de adaptación a contextos, ya complejos por su propia naturaleza. "Por otro lado, ya pesar de que todos sabemos que el control del estrés puede ser entrenado del mismo modo que la resiliencia, hay personas que nacen con esa capacidad de forma natural y existen también aquellas que presentan serias dificultades a la hora de enfrentar hasta los más los pequeños problemas, los más cotidianos. ¿La razón de eso? La neurobiología de la resiliencia indica que hay cerebros más o menos 'resistentes'. CompartirSustancias hormonales y neurotransmisoras en la resiliencia
A principios de 2016, la revista "Nature" publicó un estudio interesante sobre la neurobiología de la resiliencia. Este artículo explica que
esta capacidad está vinculada a una serie de áreas cerebrales bien concretas: el neocórtex cerebral y, a nivel subcortical, el complejo amigdalino, el hipocampo y el locus coeruleus.El más fascinante y llamativo es, sin duda, la actividad a nivel hormonal y de los neurotransmisores, que favorece o dificulta la capacidad de ser resilientes.
La dehidroepiandrosterona (DHEA) tiene la capacidad de regular el impacto del cortisol en el cerebro. Las personas que tienen un déficit en este tipo de hormona serán, por lo tanto, menos resilientes.
El cerebro tiene dos tipos de receptores para el estrés. Uno de ellos se activa antes, con pequeñas cantidades de cortisol, y luego estimula el hipocampo para incrementar el vestigio de los recuerdos.El otro receptor se activa más adelante y cuando existe un nivel más alto de cortisol en la sangre. Este hecho, que estimula en mayor grado ese segundo receptor, afecta la calidad de la memoria. Las personas resilientes muestran un nivel más alto de cortisol en el organismo y, por lo tanto, reaccionan a este tipo de receptores.
Niños orquídeos y niños diente de león
- Uno de los factores más comunes que pueden diferenciar a las personas menos resistentes son sus experiencias precoces.
- Así, una infancia marcada por la inseguridad, por la carencia afectiva, por los maltratos o un hecho traumático puntual genera en el niño un estrés perjudicial que influye en su posterior desarrollo cerebral. Así, dentro de la neurobiología de la resiliencia se suele diferenciar también los niños orquídea de los niños diente de león:
- Las primeras son aquellas que describimos antes, los niños que vivenciaron una infancia traumática. Sin embargo, junto con la influencia del entorno, podemos añadir la epigenética. Algo que se está constatando, por ejemplo, es que las madres sufren cada vez más con el estrés emocional. Y queriendo o no, esos niveles de cortisol llegan al feto
y alteran las conexiones de las neuronas en las amígdalas del bebé.
Por otro lado, los niños diente de león son aquellos que, por diversas razones, son mucho más resistentes al estrés
. La herencia genética heredada del padre o de la madre, al ser creadas con seguridad, en un círculo social favorable, determina, sin duda, una actitud más resiliente en relación a la vida y sus dificultades.Para finalizar, y tal como muestra la neurobiología de la resiliencia, la capacidad de poder contar en mayor o menor grado con este atributo depende a primera vista de una serie de hormonas y de neurotransmisores, de la epigenética y de la calidad de nuestra infancia. Estos factores pueden parecer, sin duda, un poco "deterministas"; sin embargo, como indicamos anteriormente en este artículo,la resiliencia también es aprendida, desarrollada y aplicada.
- Ejemplo de ello son los estudios sobre la neuroplasticidad cerebral y acerca de cómo el hecho de comenzar nuevas conductas, de asumir nuevos esquemas de pensamientos y actitudes, puede hacer del cerebro un órgano mucho más resistente. No debemos olvidar que siempre es bueno invertir más en nosotros mismos, para aprender a enfrentar con más energía, fuerza y optimismo las pequeñas y grandes dificultades.