El rechazo es un dolor inevitable, que se sentirá por todos nosotros en un campo abierto o en una emboscada.

Ella será sentida por todos nosotros, en campo abierto o en una emboscada "(plagiando a Oscar Wilde, otro maestro en la descripción de dolores). Los artistas se inspiran mucho en el rechazo, todos ellos tal vez la han vivido intensamente. Creo que hay dos tipos de gente ya desgarrada por haber sido rechazada: artistas e individuos con baja autoestima y poco amor propio. Y así, nadie escapa.

Si al oír que el cabello está feo el día se vuelve más feo, que dirá oír que no fue aceptado para ser amado.

Hay quien dice que sentirse rechazado es sólo fruto de nuestra imaginación. Hay quien diga que sufrir por eso es fruto de nuestra falta de vergüenza en la cara. Hay quien dice que todo eso es sólo la angustia de separación de la madre. Hay teorías infinitas y ningún camino ni remedio para evitar el ímpetu de querer a quien no nos quiere, de sufrir cuando eso sucede y de agredir para ver si ese dolor pasa. Es como describió bellamente Adriana Calcanhoto en la más popular de sus canciones llamada Mentiras.

Y después de romper las tazas y arañar los discos sobra enfrentar el dolor y, en el caso de los artistas, hacer música y letra, verso y prosa de la cosa entera. Quería saber quién inventó ese brote colectivo de querer (y tener que) ser aceptado y amado e idolatrado y escogido todo el tiempo. Quería saber por qué Carlos Drummond de Andrade escribió aquella cuadrilla que termina con alguien que desistió y con el fin trágico de Joaquín. La Cuadrilla acabó convirtiéndose, también, en el más famoso poema de él, porque rechazo tiene éxito y es asunto vivo en los divanes, salones de belleza y balcones de bares. Siempre me pregunto si el rechazo existe incluso como una energía viva que viene de hecho como una flecha envenenada, tirada por el otro en nuestra dirección. Todavía tengo dudas si todo pasa de un gran error de observación. La raza humana no es muy apta y no muy confiable para observar. Parece que no vemos casi nada que no a nosotros mismos y la proyección de nuestros sentimientos. Si estoy segura: ser rechazado nada más es que rechazarse - lo que no significaría facilitar en nada las cosas, ni serviría de un exceso para tratar el dolor.

Fuera toda esta herida ensangrentada, la situación es simple y bien común: es sólo la constatación del desinterés de una de las partes por la otra, generando así la rescisión del contrato llamado relación - eso en el caso de que ella haya un día existido, de lo contrario es sólo el "no hay interés" mismo. Estoy siendo reduccionista al llamar a relaciones de contrato, la metáfora es sólo para reflejar que no le gusta un apartamento que se visita en alquiler no significa que este es imprescindible - que apenas no encaja en lo que se necesita, tal vez sea demasiado bueno.

Ser rechazado no tiene nada que ver con ser mal, y pensando así, no duele tanto. Si alguien se atrevió a rechazar a Chico Buarque de Holanda, cada uno que cate su poesía entornada en el suelo.Después de eso es seguir. Es partir - eso si no fuésemos nosotros esa especie propensa a amar, a desear, a sufrir por no ser aceptada ya insistir en el cultivo de ciertos dolores. Cualquier rechazo nos paraliza, nos desaba, nos juega en la zanja; y allí nos quedamos, lamiendo esa herida.

El nivel de sufrimiento por el rechazo está íntimamente ligado al grado de dependencia que tenemos del otro y de sus percepciones sobre nosotros. La gente libre es algo rara, y cara - pero debe valer la inversión, porque la libertad encanta y ser libre tal vez sea no tener tiempo para lamer heridas que cicatrizan solas con el tiempo. Sobre las reglas prácticas de convivencia entre nuestra especie cuya eficacia ya ha sido comprobada, una de ellas es: el derecho mora al lado de la tolerancia. Es derecho del otro no querernos, es nuestro deber ser tolerantes, aceptar y seguir.Sigamos entonces haciendo música, poema, cambiando las ropas, comiendo chocolate, bebiendo en el balcón y adorando por el revés esa existencia llamada de vida, de la cual somos rehenes hasta que se pruebe lo contrario.