El deber de casa forma parte de la rutina de muchos niños en nuestro planeta. En la mayoría de los planes educativos, se definió que a partir de una cierta edad, para una asimilación eficaz del conocimiento, es necesario el trabajo individual del alumno con la materia. En los cursos básicos, el deber de casa sirve para crear una rutina, además de ayudar a los niños que están más atrasados. Cuando crecen un poco más, pasan específicamente a cumplir la misión a la que nos referimos al principio.
En las series iniciales, los niños generalmente tienen un profesor para todas o la mayoría de las materias. Este profesor tiene el control total y sabe qué tareas manda ser hechas en casa y puede estimar, más o menos, el tiempo necesario para su conclusión. Cuando se hacen más viejos la cosa se complica, pues tendrán casi un profesor por disciplina, de forma que lo que uno envía de tarea, el otro ignora. Este quizás sea el primer problema que los deberes pueden presentar: que haya muchos por falta de comunicación entre los profesores.
La mayoría de ellos tiende a pensar que es mejor que superen tareas y no que falten, por eso decimos lo que muchos dicen: que el conocimiento se consolidará con la práctica. Dos leyes que pueden ser válidas si las miramos de manera abstracta, pero cargan problemas cuando llevamos hacia el lado objetivo y de forma integral: decimos que hay más disciplinas, más clases extracurriculares o una dificultad adicional para los estudiantes que no tienen una buena base educativo. Deberes sí, deberes no
En los últimos meses ha vuelto a la mesa un debate en torno a las tareas. Varios padres hicieron testimonios públicos donde contaban cómo
sus hijos tienen que enfrentar todos los días una cantidad enorme de deber de casa. Un hecho que condicionaba mucho sus horarios y tornaba a los padres segundos profesores, ya que no siempre algunas de las lecciones habían sido presentadas en clase. Si analizamos los sistemas educativos de todo el mundo, percibimos que hay gusto para todos los colores. Tal vez China es uno de los países más pro-tareas, en contraposición a Finlandia oa Corea, que están en el otro extremo. Hablamos de culturas totalmente diferentes, pero no deja de sorprender que dos países como China y Finlandia, referencias en educación, estén colocados en puestos tan diferentes.
En nuestra cultura sucede algo muy curioso.
La mayoría de los padres dan prioridad absoluta al trabajo escolar. Antes de ir a ver a la familia, visitar museos, ver las conferencias, están las lecciones de casa. En una tarde usted puede perder la primera, pero no la segunda. Dejo al lector la reflexión sobre el tema, que no es el tema de este artículo. ¿Cómo ayudarles con el deber de casa?
Como la mayoría de los niños tienen deberes, la mayoría de las veces los padres están atentos a su cumplimiento. Una atención que disminuye a medida que el niño crece y demuestra continuamente que es una responsabilidad que ya ha aprendido a asumir.
Al mirar, hay momentos en que los padres perciben que sus hijos necesitan ayuda, o son ellos mismos que la solicitan. Entonces surge la pregunta: ¿cómo podemos ayudarlos sin que las buenas intenciones acaben perjudicando el aprendizaje?
Aquí van 5 consejos que pueden ayudarnos a entender la respuesta. En primer lugar, la premisa es que no debemos cargar el peso de la tarea. Es decir, somos asistentes: personas que dan pistas, animamos, proporcionamos fuentes, damos ejemplos parecidos, pero no vamos a hacer la tarea. Así, no es aconsejable sentarnos con ellos. Es mucho mejor una ayuda intermitente y nunca desde el principio. Piense que si lo hacemos desde el principio, estamos diciendo al niño que creemos que ella sola no podrá.
La segunda directriz tiene que ver con evitar otras de las tentaciones en que muchos padres caen: los deberes no deben ser corregidos en casa. Si lo hacemos, no vamos a dejar que el niño aprenda a realizar esta tarea, igualmente importante, en el aula. No vamos a permitir que el profesor tenga una idea del nivel que el niño tiene y ni podrá ajustar el nivel de los deberes que le envía.
El tercer estándar es crear un espacio para que el niño estudie con calma y donde no haya muchas distracciones. También es positivo designar un horario para inicio y fin, y siempre después de que el niño haya comido o lanzado y haya descasado un poco. A este respecto, la tarde debe ser siempre más que un tiempo lleno de funciones. En los últimos años de la enseñanza fundamental, sería bueno si el niño aprendiera a manejar una agenda. En ella, ella pondrá las pruebas, tareas, fechas importantes y, por qué no, todo aquello que considere interesante. Acompañar el cumplimiento de sus tareas será un refuerzo importante y positivo y usted tendrá una excusa muy buena para elogiar y reconocer su esfuerzo.
La cuarta sugerencia es relativa a la organización de los deberes de casa. Intente que no comience ni termine con la tarea más difícil. Lo mejor es que esté entre otras más fáciles o que le guste más. Así, la posibilidad de que desanime es menor, pues no estará tan cansado al hacerlo. Antes hablamos de no corregir deberes, pero
es recomendable confirmar que la corrección fue hecha en el aula y que el niño entendió dónde había errado . Además, revisar esta corrección nos permite aprender mejor sobre los procedimientos que el profesor pretende implementar para la resolución de problemas.
Si conseguimos hacer todo bien, no sólo no perjudicará la autonomía de nuestros hijos con el deber de casa, pero redoblar su confianza, y será una gran oportunidad de compartir tiempo juntos, haciéndole sentir cuánto nos importa mucho más allá de las demostraciones de cariño normal.