Si nos basamos sólo en lo que vemos para sacar conclusiones, probablemente nos equivocamos en relación a las personas, ya que no siempre lo que la apariencia transmite corresponde a la intensidad real de los sentimientos, de lo que ocurre dentro de cada uno. Como se dice, aguas serenas no significan profundidad sin turbulencia. Por eso es que las personas más tranquilas a veces son tenidas como más maleables, más susceptibles de ser convencidas de algo, como si ellas siempre aceptaran todo con resignación, hecho ovejas. Ledo engaño,
la tranquilidad en el comportamiento se relaciona mucho más a la madurez que a la servidumbre , porque una de las características de quien se hace adulto debe ser exactamente la capacidad de no elevar la voz, no ser agresivo, no desequilibrar en momentos de contrariedad. La calma significa, en esos casos, que la persona tiene conciencia de que romper y tener chiliques, por medio de ofensas y gritos, son actitudes inútiles y que sólo depone contra ella misma. Nadie necesita mostrar destemporáneo para que perciban su no aceptación frente a algo con lo que no está de acuerdo. Por el contrario, mantener el equilibrio será vital para poder encontrar salidas y reflexionar sobre las causas que contribuyeron a que las cosas llegar a ese punto.Es perfectamente posible discrepar sin ser agresivo, posicionarse sin gritería, incomodarse sin incomodar a todo el mundo, o sea, es posible - incluso necesario - mantener la calma cuando somos contrariados,
cuando todo sale mal, cuando trommos con lo que nos desagrada, en casa, en el trabajo, en la calle. Esto no quiere decir que estemos aceptando pasivamente lo que sucedió, sino que primero controlar nuestras emociones para entonces actuar con propiedad. Por lo tanto, no se debe confundir calma aparente con aceptación y condescendencia, mientras se etiquetan las personas que no son explosivas como las más fáciles de ser manipuladas y convencidas de cualquier cosa que sea, pues eso es una inversión. Necesitamos entender que todavía existe quien se haya convertido en un adulto de hecho, quien sea lo suficientemente maduro para enfrentar las tempestades sin alarde exagerado, sin perturbar el orden de cualquier recinto. En vez de aprovecharnos de esas personas, tenemos que aprender - y mucho - con ellas, pues son extremadamente necesarias en los momentos de turbulencia que vendrán.