Piense en esta situación: usted está caminando por un lugar muy iluminado y alguien se acerca a usted, pero usted no puede reconocerlo porque el sol, con su fuerza y su brillo, el ciego. Es posible que en ese momento usted decidiera cubrir el sol y hacer sombra. Usted necesitaba un momento de oscuridad para ver mejor. Y es en ese momento que lo reconoces. Supo discernir si él era un amigo, o si era un extraño pidiendo instrucciones. O incluso alguien que lo confundió.
Cuando supo quién era, pudo escoger si lo saludaría con un abrazo, si le orientaba gentilmente o simplemente aclaraba la confusión y continuaba su camino sin mirar hacia atrás.
Ver mejor nos permite escoger más sabiamente
Imagine un mundo en el que haya luz. Si nunca hubiera experimentado la oscuridad, ¿cómo podría comprender y apreciar la luz? Es el contraste entre la luz y la oscuridad que conduce a un conocimiento más profundo. Estamos en un mundo de dualidades: hacia arriba y hacia abajo, caliente y frío, bueno y malo.
El dolor nos permite apreciar mejor la alegría. El caos de la Tierra aumenta nuestra apreciación de la paz. El odio que podemos encontrar profundiza nuestra comprensión del amor. Por eso mismo, las dificultades de la vida son un medio especialmente poderoso para crear sentimientos vitales para nuestro autoconocimiento.
Cuanto más matices conocemos, más sabiamente podemos decidir. Así pues, la oscuridad es una oportunidad para la reflexión, más que para ver mejor por fuera, pero para ver mejor por dentro. La vida es un viaje que va desde la cabeza hasta el corazón. Las dificultades de nuestra vida facilitan ese viaje, para abrir nuestros corazones y así poder conocerlos y valorarlos mejor. En suma, la oscuridad nos da la posibilidad de descubrirnos a nosotros mismos y ser coherentes con lo que hay en nuestro mundo interior. La fábula de la música Imagínese que usted viene de un lugar donde suena la música más bonita ya creada. Es una música arrebatadora, deslumbrante. Usted siempre la escuchó durante toda su vida. Nunca estuvo ausente ni nunca estuvo presente otra canción. Un día usted percibe que, como siempre la escuchó, nunca la escuchó realmente. Es decir, nunca la valoraste porque nunca conoció otra cosa. Por eso, usted decide que le gustaría valorar esa canción.
Usted decide hacer esto de forma desafiante y que puede darle acceso a una gran recompensa. Usted podría obtener un conocimiento realmente profundo si fuera a un lugar donde la música de su hogar no suene, y una vez allí usted intentaría recrearla, pero solamente después de que se hubiera diluido el eco de cómo ella sonaba.
La experiencia de recordar y, después, componer la extraordinaria sinfonía de su hogar produciría el mejor conocimiento de su grandeza.
Usted va a ese lugar. Allí escuchas una canción que, al carecer de memoria, cree que es la única que has escuchado. Algunas canciones son adorables, pero otras golpean sus oídos con sus disonancias. Estos tonos desagradables promueven el deseo en su interior y, finalmente, la resolución: crear una música original (para la que esa oscuridad fue muy necesaria). El reconocimiento
Pronto usted comienza a escribir sus propias composiciones. Al principio, la música estridente de este nuevo lugar lo distrae. Sin embargo, a lo largo del tiempo,
a medida que se aleja del ruido externo y oye las melodías de su corazón, sus creaciones musicales se vuelven más bonitas.
Finalmente usted compone una obra maestra, y cuando termina, se acuerda de algo: la obra maestra que usted escribió es la misma música que tocaba en su hogar. Y esa memoria desencadena otra: usted es esa música. No es algo que usted oyó fuera de usted; la música es usted, y usted es la música.
Y, al "crearse" en un lugar nuevo, usted pasa a conocerse de una manera que no habría sido posible si no se hubiera arriesgado fuera de las fronteras conocidas. Usted sabe que, si no hubiera experimentado esa oscuridad, no habría podido valorar realmente la maravillosa música que le rodea. Así, las dificultades de la vida existen para que podamos descubrir quién no somos, antes de recordarnos de quién realmente somos. Es decir, exploramos los sonidos discordantes y los momentos de oscuridad antes de recrear las sinfonías de nuestro hogar. Necesitamos la oscuridad para poder ver mejor. Necesitamos esa oscuridad para poder elegir mejor la dirección y valorar la luz.