Me encanta cuando estoy en la carretera y paro en un restaurante con banda en la entrada avisando: Bajo nueva dirección. Algún chip en mi cerebro dice: Mejoró. Debe ser por la fuerza del adjetivo. Nuevo celular. Nueva novia. Apartamento nuevo. Vida nueva. Es evidente que asociar novedad a la mejora no pasa en la prueba de la razón.
El nuevo no es por obligación más ventajosa que el antiguo. El microondas es mucho más nuevo que la estufa, pero eso no se calienta tan bien como éste. La nueva compañera tal vez no sea tan simpática y eficaz como la que se ha jubilado. Vuelta y media maldecimos contra novedades.
Odiamos las ineficientes, las de corta duración. Nos quedamos fulos de la vida al percibir que la civilización de lo duradero dio paso a lo desechable. Pero quizás el nuevo sea hermano gemelo de la esperanza: nueva herramienta, nuevo empleo, nueva crónica siempre nos parecen mejores. Esperanza basada en el recurrente deseo de cambiar. Dentro de nosotros también rodar así. Ya perdí la cuenta de cuántos cambios experimenté. Varias resultaron mal. En algunas, sin querer, cambié lo razonable por lo malo. Incluso el buen bueno por el bien peor nuevo.
Pero el ala herida no anula la voluntad de volar.
Así, la gente sólo se enamorará una sola vez. Nunca volver a escribir, después de un cero en la redacción. En resumen, no saltaríamos ni de la cama. Se emplea ahora un verbo elegante para el sustantivo cambio: reinventarse. En mi opinión, apropiado. Porque el reinventarse presupone que usted ya se inventó antes
Abrazó lo nuevo que después envejeció, y usted se animó para otra transformación.
Nos gustan las transformaciones. Por ejemplo, al ver una película. En el punto en que la trama comienza a chatear, ocurre un giro. Descubrimos que el chico no es tan tierno, o que la joven no es ingenua. En ese momento la historia gana novedad. Pero una cosa es el cine. Otra, somos nosotros. Las personas son más complicadas que los personajes. Los puntos de giro de la vida real no siempre aceleran la escena. A veces hasta retrasan el ritmo. Porque en nosotros no existe un itinerario redondito. Él viene repleto de puntas sueltas.
Hay la nostalgia del antiguo y el deseo del nuevo. Grudados, lo antiguo y lo nuevo nos reinventan. Conozca Fernanda Pompeu Digital