Madre, una palabra muy grande. Bela para muchos, con una gran cantidad de significados y alrededor de la cual existen recuerdos, aromas y, por supuesto, hijos. El papel de madre es, sin embargo, un papel que tiene límites. Porque si se desempeña en cierto modo por algunas personas, superando esos límites, es posible poner en peligro tanto a la madre como a los hijos, creando dependencia e inseguridad. Es el caso de algunas madres superprotetoras.
No pretendo que este sea otro artículo que liste las cosas que hacemos mal, sólo quiero hablar de las conductas y actitudes que podemos hacer para equilibrar nuestro papel como madres . La cuestión central es no intentar monopolizar la vida del niño, ni controlar todo, dando un espacio para que las capacidades de nuestros hijos se enfrentan a desafíos que motiven su desarrollo. Por su bien y por el suyo.Las madres superprotectoras sólo quieren lo mejor para sus hijos
Este título se refiere al mantra por el que se rigen muchas madres superprotectoras. Es un mensaje, sin embargo, ambiguo, ya que parte del deseo de los propios padres y no toma en consideración a los hijos como personas con deseos y necesidades propias. En ese sentido hay también una frase común de ser oída:
"Sólo quiero que mis hijos tengan lo que no tuve. No quiero que falte nada. " Cada hijo es único y tiene necesidades individuales, gustos y personalidad propia. Pero cuando los padres, y sobre todo las madres, tienen deseos y expectativas diferentes para sus hijos, es bastante difícil darles voz, escuchar lo que tienen que decir. ¿Qué deporte desean hacer, qué actividad extracurricular es más interesante para ellos, lo que les gusta comer, lo que les gusta vestir o lo que quieren estudiar y hacer con su vida.
La misión de la madre es la de ser una ayudante y acompañar el crecimiento de los hijos. La misión no implica desear y elegir por ellos: lo mejor para una madre puede no ser el mejor para su hijo. Cuando somos pequeños los hijos son dependientes de sus padres tanto financieramente como en lo que se refiere al amor y el cariño. El mantenimiento de eso acaba poniendo los deseos de los padres delante de los deseos de los hijos.Escuchar antes de dirigir
Los hijos, por menos y más indefensos que parezcan, tienen gustos y deseos desde muy temprano. Darles opciones y oportunidad de decisión fomenta esta característica y hace que se sientan especiales y confiados a la hora que tengan que conquistar poco a poco su autonomía. Nosotros, padres, creemos saber siempre lo que es mejor para nuestros hijos, pero si tomamos las decisiones por ellos, ellos nunca sabrán. Desde pequeños podemos delegar a nuestros hijos decisiones, dando por ejemplo dos opciones para decidir lo que quieren cenar. Puede decidir si comer pollo o pescado desde muy pequeño. Otro ejemplo es consultarlos sobre los cambios realizados en la casa, como la decoración de su habitación. En el caso de no poder decidir, podemos al menos informarles para que participen en las decisiones familiares, como mudarse o cambiar de colegio.
Autonomía es confianza
Las madres siempre verán a sus hijos como pequeños indefensos y acaba siendo muy difícil fomentar su autonomía. No hacer esto, sin embargo, puede hacer a nuestros hijos dependientes e inseguros, personas que no saben hacer las cosas por sí mismas.
Fomentar la autonomía puede ser hecho desde muy temprano. Colocar esta pretensión en práctica comienza por no hacer nada que el niño podría hacer por sí mismo. Si puede comenzar tan temprano como los 8 o 9 meses de edad, comience. Esto se puede hacer introduciendo el método de Baby-Led Weaning, o destete guiado por el bebé.
Otra forma de fomentar la independencia de nuestros hijos es hacerlos parte de las tareas del hogar: que nos ayuden a sacar la basura, a arreglar la cama, a lavar la vajilla, que cuidan de las mascotas o de las plantas, o hasta incluso si nos ayudan a preparar la comida o la limpieza de acuerdo con sus capacidades. Capacidades que normalmente son muy superiores de lo que podemos imaginar.
A los hijos les gusta participar y se sienten útiles. Como hablamos antes, podemos fomentar la autonomía incluso cuando todavía son muy pequeños. Si aún no empezamos, sin embargo, antes que nunca antes. Siempre es tiempo de empezar. De ese modo, dejaremos de ser los directores de las vidas de nuestros hijos, y crearemos niños capaces de resolver sus problemas con mayor autoestima y confianza en sí mismos.
Sea alguien en la vida
En el mundo actual sufrimos de un mal que valora enormemente títulos en detrimento y cualquier otra cosa. Nosotros, padres, nos dejamos influenciados por eso y priorizamos los estudios y las notas de nuestros hijos, olvidando otras experiencias, igualmente o incluso más enriquecedoras, pero que no mejoran el desempeño escolar del niño.
La educación y los estudios se convierten en la parte más importante de la vida, ya veces la única cosa que nos importa en relación a nuestros hijos. Centralizamos todo en esta concepción de educación, que es muy restringida, y damos castigos o peleamos cuando no sacan las mejores notas. Hacemos que dediquen sus tardes a los libros. Fin de semana y vacaciones para que estudien. Para empeorar, cuando nuestros hijos fracasan buscamos la explicación en trastornos o problemas cognitivos detrás de su fracaso escolar. Para evitar este escenario, las madres acaban sacrificando también su tiempo libre para estudiar o hacer la lección con sus hijos.
Controlan la realización de los deberes o incluso acaban haciendo el deber por ellos, para que saquen una buena nota. Nuestro trabajo, sin embargo, no es ése. Es buscar para ellos el tiempo y el espacio adecuados, y ayudar a que se organicen de una forma adecuada. Incentivarlos, pero nunca hacer por ellos. A medida que crecen, los niños deben internalizar que las lecciones de casa son su responsabilidad, que son importantes y tienen tres objetivos: Consolidar lo aprendido en el aula.
Profundizar lo aprendido en el aula. Crear una rutina de tareas, trabajo o estudio.
Es difícil crecer con nuestros hijos, y poco a poco darles un espacio que permita el crecimiento y que permita tiempo para desarrollar y estimular sus capacidades personales. Es, sin embargo, absolutamente necesario. Tan necesario como darles un hogar, alimento o ropa. En ese sentido, las madres superprotectoras deben ir, paso a paso, transformándose en madres que acompañan y alientan, que dan la opinión, pero no deciden. Esto implica que tenemos que apoyar a los niños en sus sueños y metas, aunque no nos guste.
Tal vez no sean las metas que habríamos elegido para nosotros, pero no olvidemos que no es nuestra vida, sino la de ellos. Y que como adultos tenemos un gran poder de influenciarla: sea para hacerla maravillosa o para frustrar todos sus sueños. Es éste, y no cualquier otro, el verdadero sacrificio que la educación requiere.