Existe una parte de nuestro cuerpo que siempre está la vista, son esas dos compañeras inquietas con las que trabajamos, nos cuidamos y con las que nos expresamos ... las manos, que acarician y ejercitan ese mágico lenguaje que comunica y cura.
El poder curativo de las caricias
De acuerdo con varios estudios delAmerican Journal Psychiatry las caricias son gestos terapéuticos cargados de significado, y pueden tener más poder sobre nosotros que cualquier medicamento. Un abrazo, una mano pasando por nuestro rostro o espalda propicia la liberación de oxitocina. Esta hormona es capaz de inducir el cuerpo a un estado de relajación, siendo una gran defensa contra la tristeza y la depresión.
Estos estímulos positivos que recibimos de nuestros semejantes alcanzan una importancia que todos deberíamos tener en mente: determinan nuestra madurez emocional e incluso nuestra evolución como personas.
Veamos un ejemplo: Hay varios artículos sobre niños y niñas sin familia cuya desgracia los obligó a crecer en orfanatos, donde la pobreza, la escasa atención social y la marginación marcaron su madurez posteriormente. Son niños que dejaban de llorar simplemente porque perdían la esperanza de ser atendidas. Niños que a veces llegan a la adolescencia desarrollando una neurosis, con gran dificultad de adaptación y padeciendo de problemas de personalidad. Todo esto todavía tiene un peso mayor si los comparamos con aquellas personas que tuvieron una infancia abundante de contacto físico y de caricias.
Cargar a los bebés en los brazos o mantener el contacto piel con piel es imprescindible para su desarrollo emocional y social. Esto es algo que no podemos olvidar: los gestos de cariño, así como los abrazos o el simple contacto de una mano sobre nosotros provocan la liberación y la expresión de sentimientos compartidos. Además, propician la confianza y demuestran no sólo afecto, sino también entrega.
Caricias para aliviar el estrés
El contacto humano tiene un claro efecto tranquilizador, se trata de un bálsamo simple con el que nos sentimos integrados y reafirmados. Si una persona no recibe contacto alguno puede entrar en un proceso de tristeza y aislamiento donde es muy fácil caer en depresión. Y esto se aplica a todas las edades: niños que se sienten abandonados, parejas con raro contacto físico y afectivo que van perdiendo poco a poco el vínculo hasta llegar al fracaso, ancianos sin estímulos significativos a su alrededor que les traigan cariño o comprensión ... Los ejemplos son muchos y la base sigue siendo la misma: nos convertimos en lo que somos gracias al contacto, el afecto, la compasión y la ternura, al simple ejercicio de dar y recibir. Las veces hasta los animales nos ilustran con sus actitudes. Pensemos en nuestros animales domésticos, en los perros y gatos, siempre esperando que lleguemos a casa para estar cerca de nosotros y sentarse en nuestro regazo. Nos obligó de alguna manera a pasar la mano sobre ellos, dándonos su cariño sincero sin preguntas o explicaciones ...
como si lo más importante en su mundo fuera simplemente eso: sentirse querido. Sentir una caricia.