El tema del autocontrol es más complicado de lo que puede parecer a primera vista. A veces, se dice que es un tema asociado con la buena educación o con la fuerza de voluntad. No es raro que usted pueda sorprenderse enviando a sí mismo severas órdenes para no hacer algo que, visceralmente, desea realizar, como por ejemplo responder agresivamente a una injuria o comer un delicioso chocolate en plena dieta.Lo malo es que, a menudo, acaba sucumbiendo ante la tentación que quería dominar.
Es ahí donde puede caer en las garras de la culpa. Tal vez usted invertir una buena parte de su energía para justificar esta pequeña traición a sus propósitos. "No pude quedarme quieto", usted dice después de responder como una dinamita al sentirse ofendido.
"Fue sólo hoy, pero nunca más", usted garantiza cuando rompe la promesa de no beber o de mantener una dieta.Puede ser que usted piense que no tiene suficiente fuerza de voluntad y ahí se siente peor aún.La verdad es que el autocontrol es una condición que supone el desarrollo de mecanismos muy sofisticados en el cerebro.
También implica contar con una reserva de energía suficiente para esquivar el conflicto que se desata cuando usted quiere hacer algo y tiene que optar por contenerse.Desde el punto de vista físico, hay una serie de procesos que se activan en el cerebro para que el autocontrol sea posible. Investigadores de la Universidad de Iowa establecieron que, en el momento de decir cómo actuar, dos zonas cerebrales entran en el campo.
Una de ellas es como una alerta que le indica la necesidad de dar una respuesta ante un determinado estímulo.
En fracción de segundos aparecen diferentes alternativas de acción.La otra tiene una función de evaluación.Esto le permite decir cuál de las reacciones es la más conveniente, de acuerdo con las circunstancias.Lo interesante es que los expertos pudieron establecer que
esa segunda zona no siempre está operando el cien por ciento.Después de varias experiencias, se ha comprobado que cuando una persona está exhausta, esta región cerebral tiene una actividad mucho menor y, por lo tanto, el autocontrol disminuye sustancialmente.El cansancio y el autocontrol El cansancio puede derivarse de una jornada de trabajo o escolar extenuantes, pero también tiene su origen en una actividad intelectual o emocional muy elevada. Es lo que ocurre, por ejemplo, cuando tiene algún problema martillando, que le cause angustia o le mantenga cismado constantemente. Lo que ocurre, entonces, es que lo que llamamos "fuerza de voluntad" no está disponible para su utilización. Por eso, aunque sepa que es mejor ser tolerante y no reaccionar con agresividad ante un estímulo de ofensa o ataque, usted se deja llevar por sus impulsos y entra en alguna pelea en la que no estaba interesado. O bebe cuando no debería beber o se rinda al llamado de una hamburguesa que no debería comer.
El más recomendable es dar a su cuerpo suficiente descanso, especialmente antes de enfrentar realidades que resulten en tensiones para usted mismo. Nada mejor que hacer una pausa
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y divertir un poco, escuchar una música relajante por algunas horas antes de entrar en una reunión profesional difícil, o cualquier otra situación que pueda ser conflictiva.El descanso no es solamente físico.
Recuerde que si usted tiene un problema pendiente, y seguramente está empleando gran parte de su energía mental en dar vueltas y vueltas en su cabeza.Este gasto de energía, a menudo inconsciente, disminuye las posibilidades de actuar de forma más controlada.En el caso de los niños y los jóvenes, la corteza cerebral aún no ha alcanzado un desarrollo pleno.
Por eso, no tienen a su disposición todos los recursos anatómicos de un adulto para mantener el autocontrol. Es bueno que no se olvida de ello al exigirles conductas que probablemente no tienen capacidad de sostener.De esta forma, si nota que usted tiene problemas con el autocontrol, o percibe que algo así ocurre con una persona cercana, lo aconsejable es revisar si el factor fatiga está operante. Recuerde que losbuenos patrones de descansotienen un efecto decisivo en su vida y, por eso, debemos cuidar de él tanto como cuidamos de nuestros hábitos en el trabajo.