A veces, quien guarda silencio ante la crítica, la envidia o la provocación no lo hace por falta de argumentos ni de coraje. Lo que pasa es que cuando la ignorancia habla, la inteligencia calla, se ríe y se aleja. Todos sabemos que mantener la calma y la moderación cuando recibimos una crítica o una crítica no es fácil.
Tanto es así que según una encuesta publicada en la revista USA Today , el 70% de las personas se sienten heridas ante una crítica, el 20% la encaran y la rechazan con ira, y apenas el 10% refleja sobre ella y la dejan ir cuando esta es consecuencia de una simple ignorancia. Cuando la ignorancia envidia y critica, la inteligencia calla, observa y se ríe. Porque al fin de cuentas, la enfermedad del ignorante es ignorar su propia ignorancia.Compartir
Uno de los motivos por los que es tan difícil aceptar una crítica es porque las personas necesitan sentirse aceptadas y aprobadas.Una crítica es la pérdida de ese sutil equilibrio personal cosido por el orgullo. Pero, cuando una crítica tiene como sustrato más profundo de las ignorancias, no hay ningún riesgo para el propio concepto.
Todos deberíamos saber que existen discusiones que no valen la pena. Cuando hay oídos que no oyen y mentes pequeñas donde no caben las explicaciones, es mejor callar, reír, y dejar partir.
La ignorancia es la semilla de la intolerancia Comencemos en primer lugar concentrándonos en lo que nos referimos como ignorancia. No estamos hablando de falta de cultura o de conocimientos. La ignorancia más perniciosa es aquella que carece de proximidad, de empatía, y de sensibilidad para ponerse en la piel del otro, y donde además, hay placer en hacer juicios cargados de desprecio.
El nivel más alto de ignorancia se practica cuando rechazamos algo de lo que nada sabemos. Cuando incluso sabiendo que nos faltan los datos o informaciones, preferimos dedicar esfuerzos para mantener nuestra propia posición en lugar de ir detrás de ellos.
Todas estas actitudes no son más que la semilla de la intolerancia , de la falta de civismo, una cosa que muchos de nosotros ya vivimos alguna vez en la propia piel.El más complejo de todo esto es que a veces la ignorancia es practicada en nuestras esferas más cercanas. Padres, madres y otros familiares cercanos que juzgan el resto sin saber, sin moverse siquiera para conocer qué intereses o necesidades tienen los demás. En estos casos, esta intolerancia duele, la crítica duele, y la ofensa sangra.
Sin embargo, con el tiempo las heridas se curan, la gente madura y entiende finalmente muchas cosas. Entiende que las personas no cambian, y que quien no quiso dar el paso de la ignorancia hacia el conocimiento es porque no quiso.Ante estas conductas no queda otra opción aparte de asumir la batalla perdida y mantener la dignidad que propicia que nuestra propia alma esté tranquila. Esa que entiende que al fin de cuentas es mejor callar, sonreír con inteligencia, y poner distancia.
Cuando la inteligencia se ve obligada a reaccionar
No siempre es posible ni adecuado escoger el silencio ante el desprecio y las penas. A veces la inteligencia se ve obligada a reaccionar para defender su integridad. Ella lo hace porque a veces es necesario levantar la voz de forma asertiva, segura y valiente para dejar claro dónde están nuestros propios límites. Ahora veamos en qué situaciones conviene reaccionar:
Ante los manipuladores.
Cuando la voz de la ignorancia atraviesa la frontera del respeto y hace uso del menosprecio para afirmar y adquirir poder, hay que actuar.Nunca vamos a permitir que un manipulador asuma el control. Para ello, es necesario cortar cuanto antes sus comentarios, sus desprecios y sus ironías afiladas, al menor indicio. Hay que dejar muy claro que nunca deben dirigirse a nosotros en esos términos malvados. Otro tipo de perfil común es el de humilladores profesionales. Son personas que buscamos humillarnos tanto en público como en privado porque así adquieren poder. A veces, detrás de esas conductas, también existe la envidia como raíz. El humillador no es vencido por la humillación, ni gritando con él, y mucho menos con la violencia.
Lo que lo vence es la indiferencia al descubrir que él no tiene ningún poder sobre nosotros.
- Dejamos muy claro para él lo que pensamos de su conducta una sola vez. Hazlo de forma enfática y manteniendo la mirada, siendo muy firme. Más tarde, si continúa con su actitud, le demostraremos que no nos afecta lo que hace o diga, que no tiene ninguna influencia sobre nuestra persona. Para concluir, todos sabemos que la ignorancia más dañina es una semilla que siempre nacerá en nuestros tramos de vida. Pero ella es sólo una mala hierba. Piense bien en cuáles son las batallas que merecen ser encaradas y cuáles no, porque lo importante es nunca perder la paz interior, la propia calma.
- Sea hábil, sea prudente, y comprenda que las mentes pequeñas jamás entenderán de grandes sueños, y que existen oídos sordos donde no caben las palabras inteligentes.