La infancia es una fase decisiva de la vida. Las impresiones físicas y psicológicas que quedan en esta fase de la vida dejan marcas permanentes en el cerebro. Por eso, los traumas de infancia caracterizan por completo la personalidad y su influencia se prolonga a lo largo del tiempo. Esto no quiere decir que no pueden ser superados o, en el peor de los casos, que no pueden ser razonablemente superados.
haber vivido una infancia difícil no significa la imposibilidad de tener una vida plena. Sin embargo, esto suele requerir procesos terapéuticos o de elaboración profesional profunda. Hay algunas características que denotan la presencia de traumas de infancia no superados. Si usted ha tenido una infancia difícil, vale la pena reevaluar si algunas de estas características están presentes en su manera de ser. Son excelentes indicadores para mostrar que es hora de hacer algo por sí mismo. "El trauma no provoca la muerte, sino la vida. Es posible morir sin saberlo. El nacimiento implica el trauma de la comprensión. "
-Richard Matheson-
1. Inhibición, una característica asociada a traumas de infancia
La inhibición tiene que ver con la dificultad de hacerse presente en el mundo.
Inclusive en la propia vida. Es el caso de las personas que evitan decir lo que piensan o hacer lo que desean. Ellos sienten miedo de hacer algo o simplemente no pueden pensar en nada.
Los traumas de infancia pueden hacer que una persona se siente inhibida para autoafirmarse en varias situaciones. Lo que queda, en contrapartida, es el hermetismo. El aislamiento. Gran dificultad para relacionarse con los demás y el sentimiento de miedo hacia las personas. Hay personas que son introvertidas y, por eso, no son muy adeptas a situaciones sociales. Sin embargo, no tienen problemas en decir en voz alta lo que piensan o sienten. Y actúan con autonomía. En cambio,
cuando hay traumas de infancia que no han sido superados, la persona quiere pasar desapercibida, no llamar la atención.
2. Irascibilidad Suele haber una acumulación de rabia en las personas que no superaron sus traumas de infancia.
No son necesariamente personas violentas. Suelen ser, en realidad, poco tolerantes y propensos a reaccionar agresivamente. Es como si siempre estuvieran a punto de explotar, aunque no lo hagan.
La irascibilidad también se percibe en la forma de manipular los objetos o el tono de voz. Se observa tensión en los gestos y en la forma de hablar.
Hay rabia en la forma de actuar, aunque estas personas no sean explícitamente agresivas. 3. Repudio por elogios Las personas que no superaron sus traumas de infancia también suelen tener problemas para dar valor a sí mismas. O, incluso, se sienten muy inferiores o superiores a los demás. En el caso de que se sienten superiores, eso sucede sólo en las apariencias. Un mecanismo para compensar la pobre opinión que tienen de sí mismas. Por eso, es común que rechacen los elogios de los demás. Ellas creen que nunca son lo suficientemente buenas. Por eso, se molestan cuando alguien dice que se destacan
en alguna área. Ellos sienten que se trata de una farsa o una broma. No logran entender cómo alguien siente admiración por ellas, cuando ellas mismas se detesta.
4. Disculparse constantemente Una persona con traumas de infancia siente que todo lo que dice o hace puede molestar a los demás. Por eso, ella se disculpa a menudo. Pide perdón por cosas por las que no debería pedir. Pide disculpas cuando va a hablar, como si no tuviera el derecho de hacerlo. Y también cuando van a entrar o salir de algún lugar, etc.
En este tipo de acción es posible ver las marcas de una creación restrictiva, tal vez humillante y con pocas expresiones de afecto. Estas personas sienten como si tuvieran que pedir perdón por cualquier acción que evidencia su presencia en el mundo. Este es exactamente uno de los grandes efectos de los traumas no superados de la infancia. 5. Fugir del conflicto o vivir en él. Las infancias traumáticas suelen desarrollarse en familias muy conflictivas. Un contexto en el cual los desacuerdos y las agresiones eran la norma. Cualquier palabra o cualquier acción podría desencadenar una serie de problemas. Por eso, la persona puede crecer con miedo o obsesión por el conflicto. Las personas que temen el conflicto van a huir de él en cualquier circunstancia. Incluso,
ellas son capaces de pasar por encima de las propias convicciones con el propósito de evitar una contradicción.
Las personas que se aferran al conflicto lo transforman en un problema. Ellas se mantienen presas a la repetición de los comportamientos que aprendieron cuando eran niños. Los traumas de infancia no se resuelven solos, o al menos raramente lo hacen. Es necesario trabajar con ellos para que no acaben invadiendo la personalidad y transformando la vida en un infierno. Siempre queda algo de todo lo que vivimos a lo largo de los años. Pero cuando somos adultos, estamos en posición de moldear y elaborar los traumas de infancia de una manera que no nos perjudiquen.