Errar es un defecto común, pedir perdón es una virtud de pocos

Errar es humano, además de ser una oportunidad excepcional para crecer en humildad y percibir que la vida es casi un ensayo constante con el que aprender. Sin embargo, también es sabio acompañar cada error, cada descuido y ofensa con una petición de perdón. Una virtud de algunos "pocos" que "muchos" deberían poner en práctica. Este mecanismo interno de autoevaluación mediante el cual percibimos que no hicimos lo correcto está dominado muchas veces por un conocido inquilino llamado "ego". De hecho, no hay nada peor que aquel que, lejos de empatizar con la persona herida, se centra únicamente en la sutil pero feroz necesidad de proteger tal dimensión.

Errar es un defecto común, pedir perdón una virtud que apenas pocos practican. Por eso, considero noble la persona que dispone de la madurez para decir "errei" y del coraje de pedirme disculpas mirándome a los ojos.

Compartir si se detenga a pensar, percibirá que usamos la palabra "perdón" casi a diario.Cuando tropezamos con alguien, cuando nos adelantamos en nuestras conversaciones y sacamos la palabra de un amigo. Sin embargo, pocos son aquellos que, después de errar en un ámbito más delicado y profundo de sus vidas, son capaces de dar el paso y despirar su corazón con una expresión de "S" muy, me equivocé. Me disculpo".

¿Por qué es tan difícil? Le invitamos a reflexionar sobre el tema. Errar, un factor humano Todos somos maravillosamente fallidos. Lejos de considerar el equívoco como una cosa negativa, es necesario analizar el error en toda su trascendencia y detalle para ser capaz de sacar un aprendizaje. Porqueel error no es más que una invitación directa para mejorar.

También sabemos que existen errores y errores. A veces los errores, como dijo James Joyce una vez, no son más que portales para el descubrimiento.

La propia ciencia está repleta de esas increíbles "serendipidades"

donde famosos científicos topar con un nuevo descubrimiento después de un error más que oportuno. Este factor humano adquiere su faceta más compleja cuando errar es sinónimo de ofensa, de penas o humillación personal a otras personas.

Estas situaciones se intensifican aún más cuando, lejos de existir un reconocimiento expreso de la ofensa, la persona reincide en el mismo hecho. Tal vez por orgullo o por una profunda inmadurez emocional. Una sociedad que penaliza el error Vivimos en una sociedad que poco se disculpa,

y cuando lo hacemos, a veces demostramos la inmadurez de la que habíamos hablado anteriormente. Hay quienes piden disculpas por WhatsApp o incluso quienes publica sus excusas en las redes sociales abiertamente para que la persona afectada no tenga más alternativa que ceder. Además, vivimos en un escarnio social donde los niños son enseñados que el error es malo.

Para el sistema educativo actual, la falla del alumno es una cosa condenable,

algo a corregir no sin antes aplicar el debido rigor. Por eso los niños aprenden desde muy temprano a desarrollar feroces mecanismos de defensa para camuflar el error, para no verlo, y así poder proteger su autoestima. Es entonces cuando se inicia un curioso círculo vicioso.

Si no soy capaz - ni deseo ser - de ver mi error, entonces no tengo por qué pedir perdón. Poco a poco se perdió la calidad de la excusa para camuflarse, simplemente, por un ego súper dimensionado. Todos ganaríamos maravillosas oportunidades para aprender y mejorar si desde el principio el equívoco o error no fuera tratado como una cosa tan negativa y reprensible.La virtud es saber pedir perdón después del error. El perdón auténtico, el que cura y lo que se acerca, no se limita a ser ofrecido como quien practica un simple gesto altruista.

El perdón es, por encima de todo, una actitud y la clara decisión de ser valiente. Es reconocer los daños para demostrar a quien está delante de nosotros que somos conscientes de lo que provocamos. También somos conscientes de que no todas las expresiones de "me perdonan" valen, y no todo el que pide perdón será perdonado. Sin embargo, es necesario hacerlo y hacerlo bien. Para poner en práctica la saludable virtud de saber pedir perdón como consecuencia de un error, podemos basarnos en las conclusiones de una investigación de la Universidad de Ohio (Estados Unidos).

Estos son los mejores pasos para pedir perdón:

Derribar prejuicios. Nuestra sociedad continúa asociando el acto de pedir perdón con la fragilidad, por eso es hora de derribar todos esos preconceptos interiores y entender que no hay nadie más valiente que quien es capaz de vestirse con la humildad para pedir disculpas. Contacto visual y uso de la asertividad

para no caer en falsas justificaciones. Es necesario mirar a los ojos de la persona que hemos herido para decirle con claridad dónde nos equivocamos. Reconocer la propia responsabilidad en todo lo que fue provocado.

El arrepentimiento, para que sea creíble, debe estar acompañado siempre de la clara voluntad de reparar los daños causados.

  • El perdón necesita ser ofrecido sin dramatismo y con la empatía adecuada. A pesar de que a menudo escuchamos que el primero en pedir perdón es el más valiente y lo que perdona es el más humilde, en realidad la grandiosidad está en aprender de todos estos pasos que día a día nos ayudan a sobrevivir a nuestras contradicciones personales. , en las cuales el ego nunca es muy adecuado.
  • Porque no hay nada que enseñe más que el propio error, y no hay nada más digno que saber pedir perdón. Compartir