Una buena persona siempre tiene una pizca de inocencia. Sus miradas son mágicas y sus sonrisas sinceras, pero su corazón a veces esconde derrotas secretas. Heridas calladas por haber esperado demasiado de quien nunca le dio nada y lágrimas tragadas por alguien que bromeó con su noble alma, inmensa, pero inocente.
Una interesante investigación realizada por la Universidad de Stanford (EEUU) mostró que la bondad es percibida como una forma maravillosa y excepcional de conexión con las personas. Ahora, a pesar de un rasgo muy valorado socialmente, hay quienes ve en la persona buena ese estilo de personalidad que puede ser fácilmente manipulada en beneficio propio.
La persona buena puede ser un tanto inocente, pero su inocencia es el reflejo de la nobleza, nunca de la ingenuidad. Por eso, a pesar de ser los últimos a dar todo de sí en sus batallas personales, también son los primeros en no volver.Compartir
Una cosa curiosa a considerar es que quien siempre actúa con el corazón en el frente, sin medir esfuerzos ni esperar beneficios, no suele cambiar con el tiempo. No es tan fácil arrancar la esencia misma, porque aunque los desprecios, las decepciones o las pequeñas traiciones donan, nadie puede huir de su propia identidad.
Las personas buenas son, por encima de todo, auténticas, y ser auténtico es ser usted mismo, siempre guiado por la sinceridad interior. Allí donde no caben los fingimientos, las mentiras o el egoísmo.
La buena persona y la compasión
Si hasta hace poco tiempo, a la hora de definir a la gente buena, acostumbraba hablar de empatía, reciprocidad, altruismo y respeto, la Universidad de Psicología de Stanford nos muestra que es necesario incluir más una dimensión que, amarra cada pieza, cada matiz y cada grito de esas almas más nobles: la compasión.
Este aspecto psicológico se une directamente con lo más íntimo de nuestras emociones, hasta reverberar incluso muchas partes de ese cerebro social en el que reside una clara preocupación por otro ser. La compasión es, por lo tanto, una respuesta emocional al percibir el sufrimiento ajeno en los demás y por el cual la persona siente un auténtico deseo de ayudar.
Si la persona buena muestra una sutil pero cautivante capa de inocencia, de ninguna manera es por ingenuidad o por no saber analizar el riesgo de tal inversión personal hasta el punto de dar todo a cambio de nada. El "instinto de compasión" es una cosa innata en muchas personas, es un tipo de motivación intrínseca donde no se busca recompensa alguna, ningún beneficio.Esa inocencia es, por lo tanto, una cosa genética, un rasgo maravilloso
que, según dicen los científicos del "Instituto Max Planck", también los bebés y muchos animales demuestran. Cuando un niño pequeño, por ejemplo, ve a otro bebé llorando y percibe una situación como dolorosa o amenazadora, su ritmo cardíaco se eleva y sus pupilas se dilatan. Sin embargo, cuando percibe que el otro niño recibe consuelo y ayuda, ella también se calma. Podríamos decir que todos llegamos al mundo con ese instinto natural de compasión.
Nuestros cerebros ejercen un mecanismo sofisticado de recompensa cuando el sufrimiento ajeno desaparece, porque con ello se garantiza, al fin y al cabo, la supervivencia de la especie. Ahora, a medida que crecimos y quizás a causa de la influencia de ciertos contextos, esa compasión natural desaparece o se debilita. Hay quienes, viendo a otras personas practicando ciertos gestos de compasión, lejos de empatizar, ironizar o despreciar. Nunca se arrepiente de ser una buena persona La vida no nos va a tratar mejor sólo por ser buenas personas, por actuar según lo que dice nuestro propio corazón o ese instinto de compasión integrado en nuestros propios cerebros.
Quien siembra la bondad no siempre cosecha respeto, y eso es una cosa que tendremos que aprender en la marra, pero sin perder nunca la propia dignidad y menos aún la esencia misma.
Así como afirma el neurocientista Jordan Grafman de los National Institutes of Health,
actuar con compasión y altruismo nos trae beneficios intrínsecos excepcionales , a punto del cerebro codificar esas acciones como una cosa gratificante, una cosa a recompensar con una buena sequedad de endorfinas. Por su parte, la psicología positivista siempre ha valorado la bondad, el respeto y la compasión como formas de invertir en el bienestar psicológico y en la oportunidad de propiciar entornos más felices, y obviamente, más justos.Ahora,
la persona buena necesita ser consciente de que para seguir siendo un árbol fuerte y bella, necesita nutrir sus raíces todos los días y, para ello, hay que poner en práctica estas simples actitudes:Escuchar su intuición:
Escuchar su intuición:
es probable que su personalidad tenga esa pincelada de inocencia maravillosa de siempre ver las virtudes en las personas antes de sus defectos. Pero permita que sus experiencias pasadas lo coloquen en alerta, oiga sus instintos para que un "no" a tiempo sea la mejor muralla para proteger su autoestima. Que las decepciones no apaguen la luz de su corazón, que no tinguen de amargura su alma espontánea, su ser auténtico. Un fracaso no es más que una experiencia a ser asumida: acepte y déjala partir. Continúe siendo valiente todos los días de su vida, porque el coraje no es más que apegarse a las propias raíces nobles para seguir creciendo, sin miedos, sin dudas ...