En busca de una perfección ilusoria, nos cobramos demasiado. Esa pulgita de la auto-recaudación aparece cuando pensamos en nuestro camino profesional (debería estar en tal punto de mi carrera), en los papeles que cumplimos (debería ser una madre / hija / hermano mejor), en nuestra apariencia (debería ser más delgado / tener menos de eso o más de aquello) y cuando juzgamos nuestros sentimientos y pensamientos. "No debería estar sintiendo ansioso". "No debería estar pensando eso".
Cuando hacemos eso, además del sentimiento o pensamiento que ya nos deja abajo, la culpa aparece para pesar aún más nuestros hombros. Esa es, incluso, una trampa peligrosa en el camino del autoconocimiento. Cuando entramos en esa jornada de querer evolucionar, de ser personas más conscientes y felices, nos volvemos también más conscientes de nuestros pensamientos y emociones. Y eso es fantástico, porque sólo cuando algo viene a la superficie de la conciencia es que puede ser trabajado. Pero tenemos que tomar mucho cuidado para no convertirse en jueces, carrascos de nosotros mismos.
A lo largo de nuestro proceso de crecimiento y evolución, que atraviesa toda nuestra existencia, vamos a juzgar al prójimo, vamos a tener rabia, vamos a tener miedo, vamos a tener pensamientos negativos, vamos a errar de las más diversas maneras. Y en ese proceso es fundamental que tengamos amor propio. Que encaramos de forma amorosa cada etapa de nuestro aprendizaje. Sabiendo que nuestra esencia lleva la más pura perfección. Y que toda experiencia nos sirve de aprendizaje para sacar de poquito los velos de ilusión que ponemos delante de nuestros ojos. No juzgamos, peleamos, criticamos a un niño que cae innumerables veces al intentar dar los primeros pasos. Somos amorosos, comprendiendo que ella tiene su proceso y que pronto conseguirá realizar lo que desea.
Usted también es un niño reaprendiendo a caminar, a amar, a confiar
Trate con amor, con cariño, comprendiendo que es natural caer y reflexionar sobre qué lección puede sacar de esta caída para que su andar sea más firme la próxima vez. Y luego siga adelante. Sin culpa, sin autodepreciación.
Usted ya lleva dentro de sí la bondad, la pureza, la alegría y todos los dones del alma.
Permita que su camino sea más ligero. No luche contra el miedo, contra la tristeza, contra ese o aquel pensamiento. En vez de eso, haga fluir el inmenso amor que lleva dentro del pecho. El amor por sí mismo. Recuerde: el amor libera.