Ser hijo de padres emocionalmente inmaduros deja huellas profundas. Tanto que son muchos los niños que acaban asumiendo responsabilidades de adultos y que crecen antes de la hora forzados por esa incompetencia paterna, por ese vínculo frágil, descuidado y negligente que apaga infancias y arrasa la autoestima.
Nadie puede escoger a sus padres, lo sabemos, y aunque siempre llegue la hora en que como adultos tenemos pleno derecho de optar por el tipo de tratamiento que queremos establecer con ellos, un niño no puede hacer eso. Porque nacer es casi como caer por una chimenea. Hay quien tiene la suerte de ser atrapado por progenitores maravillosos, hábiles y competentes que le permitirán crecer de forma segura, madura y digna.
"No hay mayor necesidad en la infancia que sentir la protección de los padres."
-Sigmund Freud-
Por otro lado, hay quien tenga el azar de aterrizar en los brazos de padres inmaduros que determinar de forma implacable las bases de su personalidad . Sin embargo, los especialistas en psicología infantil y dinámica familiar saben que en estos casos pueden ocurrir dos cosas muy interesantes, y al mismo tiempo determinantes.Los padres con una personalidad claramente inmadura e incompetente pueden favorecer la crianza de niños tiranos, así como inmaduras. Sin embargo, también pueden propiciar que los propios niños asuman el papel del adulto que los padres se negaron a ejercer. Es así que algunos pequeños acaban responsabilizándose por sus hermanos menores
, se encargan de las tareas del hogar o asumiendo decisiones que no corresponden a la edad. Este último hecho, por más curioso que pueda parecer, no hará que ese niño sea más valiente, más madura ni más responsable de una forma que podamos entender como sana. Lo que sucede principalmente es crear personas que perdieron su infancia.Le invitamos a reflexionar sobre ello.
Padres emocionalmente inmaduros, infancias truncadas Una cosa que todos concordamos es que tener hijos no nos transforma en verdaderos padres. La maternidad, como la paternidad más sana y significativa, es demostrada estando presente, dando un afecto verdadero, enriquecedor y fuerte para que ese niño sea parte de la vida, y no un corazón partido y vinculado solamente al miedo, a las carencias y al descenso autoestima.
Una cosa que todo niño necesita, mucho más allá del simple alimento y de la ropa, es la accesibilidad emocional, madura y segura donde se siente conectada a ciertas personas para entender el mundo y, a su vez, entenderse a sí misma. Si eso falla, todo se derrumba. Las emociones del niño quedan invalidadas por el padre emocionalmente inmaduro o por la madre que, preocupada solamente consigo misma, descuida los sentimientos y las necesidades emocionales de los hijos. Por otro lado, cabe decir que
este tipo de dinámica es más compleja de lo que parece a primera vista. Tanto que es importante diferenciar 4 tipos de madres y padres emocionalmente inmaduros. La inmadurez de los padres
La primera tipología hace referencia al tipo de
padres y madres con comportamiento errante y desigual. Son padres muy inestables emocionalmente, de los que hoy hacen promesas y mañana no las cumplen. Padres que hoy están muy presentes y mañana hacen que los hijos sientan que son un estorbo. Los
padres impulsivos
, a su vez, son aquellos que actúan sin pensar, que realizan planes sin evaluar las consecuencias, que van de error en error y de imprudencia en imprudencia sin pesar sus actitudes. La maternidad y la paternidad pasiva constituyen, sin duda, uno de los ejemplos más claros de inmadurez. Son los que no se involucran, los que están presentes pero ausentes, y los que basan su creación en el "deja suceder".
- Por último, también es común la figura de padres despreciados, aquellos que hacen que sus hijos sienten que son un estorbo o indeseados, los que creen que la educación no es para ellos y es algo que no quieren participar.
- Estos cuatro perfiles tallan a golpes de decepción una infancia truncada, herida e invalidada. Todo niño que crezca en este contexto vivirá claros sentimientos de abandono, soledad, frustración e ira. Niños que asumen el papel de adultos
- Apuntamos esto al principio: el niño que creció asumiendo el papel del adulto no siempre se siente más fuerte, más madura, y mucho menos feliz. Dejar sobre los hombros de un pequeño de 8, 10 o incluso 15 años la responsabilidad exclusiva de cuidar de sí mismo, de un hermano menor o de tomar decisiones que sus padres deberían tomar, deja marcas y potencialmente constituye la raíz de muchas carencias."Una rosa obtiene su fragancia de sus raíces, y la vida de un adulto obtiene su fortaleza de su infancia."
-Austin O'Mally- Las consecuencias psicológicas que suelen prevalecer en estos casos son tan variadas como complejas
: soledad emocional , autoexigencia, incapacidad para establecer relaciones sólidas, sentimientos de culpa, contención emocional, represión de la ira, ansiedad, pensamientos irracionales ...
Superar estas heridas a causa de una infancia perdida y de padres inmaduros no es tarea fácil, pero no es imposible. La terapia cognitivo-conductual es muy útil, así como la aceptación de la existencia de esta herida causada por el abandono o la negligencia. Más tarde vendrá la necesaria reconciliación con nosotros mismos, donde nos permitimos sentir rabia y frustración por una infancia robada y donde nos obligaron a crecer muy deprisa y nos dejaron solos muy temprano. Perdimos la infancia, pero la vida se abre ante nosotros maravillosa, libre, y siempre invitadora para permitirnos ser lo que siempre quisimos y que, sin duda, merecemos.
Debemos lograr que la inmadurez emocional de nuestros padres no nos impida construir la felicidad presente y futura que no hemos podido tener en el pasado.