Un accidente, una enfermedad, alguien que se va o alguien que no regresará. Es ahí, en esos momentos, que el reloj para. Bruscamente. Y entonces, algo chasca y entendemos que estamos de paso, que nada es eterno. Yo diría que muchos sólo aprenden a valorar la vida en estas situaciones.
La rutina nos involucra y nos permite ser arrastrados. Queremos más, aunque a veces no seamos qué. No olvide lazos que se han hecho para ser preciosos y nos ligamos firmemente a las cuerdas que no nos dejan respirar. Estamos acostumbrados al hecho de que las cosas anden (sin que fluyan) y nos acostumbramos a la comodidad de una casa (sin reparar si es un hogar).
La habituación: anestesia emocional?
La habituación es el aprendizaje que hace que respondamos con menos frecuencia e intensidad a estímulos que se presentan de manera repetida. Dejamos de prestar atención a las cosas que asumimos como garantizadas. Perdimos de vista la importancia de ser más sabios o la suerte de estar acompañados por aquellos que amamos.
Pero a veces algo termina con todo, derribando paredes, planos y maneras de vivir. Parece mentira, pero a veces necesitamos situaciones extremas para valorar la vida. Es entonces que apreciamos lo que teníamos, y comprendemos el absurdo que no había dado cariño y atención cuando lo tuvimos.
Sabemos que la vida es finita, pero la mayoría de la gente siente miedo de perderla. Con eso, no quiero decir para dejar de hacer planes futuros o de pensar a largo plazo. Lo que quiero transmitir es que la vida es hoy. Esta sucediendo. Y, si por pensar el ayer o preocuparse por el mañana no percibir la fuerza que posee hoy, tal vez esté desperdiciando la vida a lo largo del camino. Valorar la vida no es huir de la rutina
Valorar la vida no significa huir de la rutina o buscar emociones extremas para sentir su corazón golpear.
Significa abrir los ojos, estar atento a los detalles y aprovechar el momento. Es tomar conciencia de lo que eres y tienes que ser agradecido y luchar para mantenerlo. Es prestar atención a lo que no funciona para corregirlo y hacer que el mañana sea un día más digno de valor. Valorar la vida es, en suma, dar sentido al tiempo y entender que usted puede tener nuevos sueños sin la necesidad de usar zapatos nuevos. Alguien me dijo hace poco cuánto se arrepentía de haber prestado tanta atención a lo que "debería" hacer. Contó que sentía haber comprometido muchos momentos en días personalmente importantes o trabajado hasta tarde sin que fuera realmente necesario. También dijo que lamentaba especialmente aquellos días en que no pudo ver a sus hijos.
Si escribo esto, es porque
hay asuntos que no merecen tanto compromiso, ya que no son tan importantes. Y también escribo esto porque hay cosas tan importantes que, por más frecuentes que sean o por más que nunca las hayamos perdido, es injusto ignorar el valor que ellas tienen. "En la vida no se gana ni se pierde, no se fracasa ni se triunfa. La vida es para aprender, crecer, descubrir, escribir, borrar y reescribir; fiar, deshacer, y volver a hilar ". -Ana C Blum- Recuerde que usted respira, se oye y oye lo que le rodea. Preste atención a las pequeñas cosas del día a día y no deje de dar importancia a una bella tarde. Disfrute e invierta el tiempo como si no pudiera ser recuperado. Pare para pensar: el tiempo se escapa, pero él todavía le pertenece. Está pasando y necesitamos darnos cuenta de que no son necesarias situaciones extremas para saber valorar la vida, porque ella ya es valiosa por sí sola.