Me gusta que me digan la verdad; yo decido si ella duele o no

Nadie tiene gusto de oír mentiras. No nos gustan las mentiras piadosas, ni de que decidan por nosotros lo que debemos saber o no. Si la verdad nos va a lastimar, somos nosotros quienes tenemos que decidir eso.

La gente tiene la manía de ocultar cosas que hacen, dicen o piensan porque creen que así evitan hacer daño a los demás. Pero no, en realidad no hay nada tan desgarrador como la mentira, la omisión y la hipocresía. Con ellos, nos sentimos pequeños y vulnerables, y al mismo tiempo, se genera desconfianza e inseguridad frente al mundo. No hay nada que nos rompa más por dentro y que nos revuelva las vísceras tanto como que decidan por nosotros, que traigan nuestra confianza o que nos asumen incapaces de tolerar y vivenciar ciertas experiencias.Compartir

Ningún sentimiento es inválidoA lo largo de nuestra vida, sufrimos y lloramos por cientos de situaciones causadas por los demás. Sin embargo, todos esos sentimientos y emociones nunca son inútiles; por el contrario,

gran parte de nuestro aprendizaje es mediado por el dolor. De igual modo, sufrir nos hace comprender y conocernos a nosotros mismos, entender que somos fuertes y que nada dura para siempre. De esta forma, conseguimos administrar nuestras emociones.

Nuestra vida es nuestra. Debemos vivirla como queramos y no como juzgan a los demás. ¿Decidiríamos por alguien a quien él o ella debe amar y de qué manera? No, eso es una locura. Es injusto intentar decidir por los demás. El poder de decir las cosas de frente

Decir las cosas cara a cara es ser sincero, nada más y nada menos.

Las personas confunden esto con la falta de educación, de tacto o de prudencia.Como la sinceridad es un término que lleva a confusiones y cada uno tiene su propia versión del cuento, veamos algo más sobre ella.

Ser sincero no quiere decir que debemos hablar todo lo que nos viene a la cabeza, de forma brusca o en cualquier momento.

Ser sincero con criterio, empatía y ética no significa maquillar la realidad, sino adecuar su comunicación al momento ya la persona.La sinceridad hace que encontremos compañeros, gente leal, íntegra. Es decir, buena gente. Como es obvio, muchas veces la intención no es mala, pero debemos saber que, al no decir la verdad, estamos faltando al respecto con la persona "afectada

".

No podemos tomar decisiones por los demás porque es así que causamos un verdadero daño. Un daño que es irreversible y que rompe las leyes de toda relación sólida y equilibrada. Compartir

De hecho, oyendo a alguien privamos a tal persona de la oportunidad de dirigir su dolor y aprender la lección que ella tiene que aprender. Por eso, es algo tremendamente injusto y abusivo.La sinceridad duele en aquellas personas que viven en un mundo de mentiraLa sinceridad nunca duele, lo que duele son las realidades

. Ser sincero siempre es un gran gesto, a pesar de todo y de quien sea. Sin embargo, puede suceder que alguien prefiera vivir en un mundo de fantasía, sin querer ver la realidad. En ese caso, todo es respetable.Sin embargo, el mal de mentir o de ocultar la verdad es que a partir de ahí quedan en duda mil verdades que rompen la confianza, la seguridad y los sentimientos de amor más potentes.

Compartir En resumen, la verdad construye y la mentira destruye. Cada uno de nosotros está capacitado para asumir la realidad de lo que nos corresponde y, por tanto, de resolver los posibles daños que podamos sufrir.

No podemos vivir esperando que la vida sea un camino de rosas ni para nosotros, ni para los demás. Así, siempre que nos corresponda,

deberíamos optar por ser sinceros y no privar a las personas de la oportunidad de crecersuperando las adversidades o molestias de su propia existencia.

Recuerde que proteger a alguien de un daño con la posibilidad de causar otro aún peor no tiene sentido.Compartir