Comencemos defendiendo que no toda perspectiva de irritación es mala, pues puede ser decisiva, a veces, para oxigenar el cuerpo. Sin embargo, existe una línea muy tenue que divide ese punto de vista de aquel otro que dice que no siempre somos capaces de controlarnos.
Es de esta cara más negativa que vamos a tratar a continuación: es el lado que llega con la ira y la rabia, revelando la parte más oscura de nosotros mismos. En este sentido, cuando nos irritamos así estamos actuando con una reacción voluntaria - por lo tanto evitable - ante una provocación ajena: nadie nos enfurece, nos enfurecimos a nosotros mismos.
La irritación que conduce a la ira nos confunde
En líneas generales y resumiendo la introducción, la irritación deja de ser positiva cuando se vuelve tóxica por la falta del control que podemos ejercer sobre ella. Cuando usted deja de tener el control y lo transfiere a la irritación, llega el problema: el sentimiento nos invade y humo la razón. La razón puede quedar tan nebulosa que no es de extrañar una situación donde la discusión nos lleva a perderse por otros caminos, de modo que acabamos olvidando los motivos reales por los que nos sentimos incómodos. La ira y la rabia se transforman en guías de nuestros movimientos y esto nos hace caer en el error. "La irritación es una emoción muy intensa que secuestra el cerebro. Cuando la irritación toma cuenta, hace que nuestra memoria se reorganize hasta el punto de hacernos olvidar, en plena discusión, porque ésta comenzó. "
-Daniel Goleman-
Un error que signifique arrepentimiento por hablar más de lo que deseamos, y además hacerlo de forma incorrecta. Error de enajenar a favor de la arrogancia y del egoísmo (no oímos y miramos el propio ombligo). En resumen,
cuando nos irritamos acabamos en un lugar donde no sabemos exactamente cómo llegamos, ni por qué.
Un lugar en el que, además, no nos gustaría estar. Cree en la posibilidad de que hay otra forma ¿Qué hacer entonces? Esta pregunta emerge al ganar conciencia de que la cara negativa de la irritación es difícil de neutralizar. Pues bien, necesitamos ser capaces de confiar en que hay otra forma de encarar los acontecimientos. Por algunas circunstancias - como el estrés permanente - podemos irritarnos de forma habitual. Sea este caso u otro, una posibilidad es encontrar herramientas que nos preparan psicológicamente y emocionalmente para un conflicto.
La principal es saber que
en cualquier momento puede suceder algo que nos altere,
y necesitamos aceptarla como una posibilidad. Las discusiones no pueden dejar de existir, así como esa sensación de irritabilidad que toma cuenta cuando nos sumergimos en ellas. "No confíe en que el enemigo no aparecerá. Confía en lo que esperas. No confíes en que no atacar. Confíe en cómo usted puede ser intocable. " -Matilde Asensi-
Sin embargo,
conocer bien nuestros puntos débiles - los que duermen nos ayudará a administrarlos cuando sea necesario. Para ello, podemos desahogarnos escribiendo, sacando todo el beneficio de técnicas como la yoga, o cultivando una perspectiva más positiva del mundo donde el protagonista sea el humor, etc.
La paradoja falta de control de lo que es controlable Como dijimos, es verdad que en un conflicto con otra persona aparece la situación de acción-reacción y es difícil de controlar; sin embargo, decíamos que al fin de cuentas el dueño de la irritación somos nosotros mismos. En este sentido, observamos que cada uno es dueño de sus emociones y actitudes, y paradójicamente no logramos controlarnos.
Por un lado, parece que hay personas que son más propensas a irritarse con los otros
: se exaltan con más intensidad que la media (gritan, muestran mal humor e insultan con más facilidad). Por otro, es común expresar por medio de la irritación otros sentimientos negativos que son considerados peores socialmente, como la envidia. "Es irónico que una de las pocas cosas sobre las que tenemos control es sobre nuestras propias actitudes, y aún así, la mayoría de nosotros vive toda la vida comportándose como si no tuviera ningún control." -Ju Rohn- Ledo engaño : la irritación convive con nuestra peculiaridad humana, pero es bueno controlarnos para que la batuta de nuestro propio comportamiento no caiga en sus manos. En resumen,
la mejor cosa es tratar de evitar el cólera y sus sinónimos, productos de la frustración.