La envidia patológica consume a cualquier persona y destruye todo terreno fértil. Mata lo que está vivo y se mueve rápido como un tsunami. Arrasa todo. La envidia es destructiva tanto para sí mismo y para los demás. Un sentimiento que amarga la existencia, especialmente en su mayor intensidad.
Tal vez en algún momento de nuestra vida podamos tener sentido envidia de alguna persona. Sea por sus cualidades físicas, por sus conquistas o por su suerte. Nadie desconocía totalmente ese sentimiento.
Ahora, hay una especie de envidia etiquetada como sana que no produce ese gusto amargo. Su presencia es algo como una pequeña palmadita en la espalda que, al ser sentido, nos indica lo que perdemos o que nos gustaría cambiar y que nos deja un gusto de tristeza y nostalgia. La envidia sana no es tan amarga o destructiva como la envidia patológica.
"La envidia es una declaración de inferioridad".
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