Sucede con muchas personas adultas al buscar en sus recuerdos. A veces se acuerda de una oportunidad que un día dejaron pasar, considerando que era el mejor en aquel momento, pero que ahora creen haber sido el mayor error de sus vidas.¿Son ciertas y realmente fue un error? ¿O hicieron bien en dejarla pasar? En ese caso, ¿por qué esa oportunidad todavía da vueltas en su cabeza? Muchas veces, cuando nos es presentada una oportunidad en la vida, de cualquier tipo, la primera emoción que nos toma es la animación. Pero, a continuación, surge otra sensación que casi siempre adquiere más fuerza que el primero: el miedo
.Es normal que en nuestras vidas dispongamos de ciertas cosas que nos hacen sentir cómodas; nuestras amistades, nuestro trabajo o la ciudad en que vivimos son algunos ejemplos.Y todas estas cosas que nos hacen sentir seguros forman parte de lo que llamamos zona de confort. Esta zona representa, al mismo tiempo, un gran obstáculo para nosotros. La dificultad que nos impide salir de ella es, muchas veces, el motivo por el cual no aprovechamos una oportunidad.
Veamos un ejemplo: una persona que pasó diez años viviendo en una ciudad y trabajando para una empresa de publicidad. Cuando le ofrecen una vacante para trabajar para una de las mejores empresas del mundo de la publicidad se niega. ¿Por qué? Porque no se atreve a dejar su zona de confort (la ciudad, los amigos, etc.). Lo mismo ocurrir con una chica a quien invitan a salir y rechaza la petición porque no quiere aventurarse en el cambio que traería tener un socio o, al menos, intentar algo con una persona. Quien no arriesga no besa
Algunas oportunidades sólo aparecen una vez en la vida. Y para saber aprovecharlas hay que atreverse a superar la barrera del miedo y de lo desconocido, y la barrera de la comodidad que supone la zona de confort. No hay duda de que las oportunidades no siempre son fructíferas. Es verdad que si cambiamos de empleo o si intentamos mantener una relación con una persona, las cosas pueden no salir bien. Pero ¿cómo sabremos si no lo intentamos?
¿Vale la pena arrepentirse en el futuro por no haber intentado?
La respuesta es un redondo no.Podemos llevar esto, incluso, a un tema mucho más banal. Pensemos en otro ejemplo: el de un niño o de una niña que le gusta mucho de un peinado, pero que no se atreve a hacerlo porque eso implicaría cortar el pelo. Él o ella correría el riesgo de pasar varios meses hasta poder volver a su peinado anterior, si no le gusta la apariencia del nuevo corte. ¿Lo que es mejor? Recuerde cómo podría haber disfrutado de tener ese peinado cada vez que venir a alguien con él y sentir un dolor o poder decir: ¿lo intenté? Podemos resumir todo esto en una frase:
Es mejor arrepentirse de algo que usted hizo que de algo que usted dejó de hacer. No dejes que la oportunidad de pasar tu vida.