Estagnación emocional: nada cambia en su vida?

El estancamiento emocional no es un estado que llega porque llega. Somos nosotros mismos quienes nos encargamos de abrir las puertas y, sin ningún obstáculo, le damos autorización para quedarse. Hay circunstancias, momentos y existencias que ayudan a alimentarla. Y ninguno de nosotros está exento de pasar por eso.

El problema es que, a menudo, nos negamos a admitir y permanecemos en tal estancamiento sin medir las consecuencias. Las personas se alejan de nosotros, las oportunidades escapan así como la arena entre los dedos, la alegría se evapora y nos convertimos en seres sombríos. El horizonte desaparece, y el sentido de la vida se va. "No admito estancamientos porque lo que me gusta es conocer, y eso nunca tiene fin". -Antonio Escoto-

La motivación desaparece.
Lo que antes queríamos ahora parece ridículo y sin sentido. Preferimos estar solos. Cerramos nuestro corazón y decidimos aislarnos para no molestar ni ser molestados. Y sin querer acabamos enterrados en vida. A continuación veremos algunas etapas del estancamiento emocional y cómo evitar caer en ella.

La rutina, aliado número uno del estancamiento emocional En un estado de rutina, los días se diferencian muy poco. Damos los mismos pasos, decimos las mismas palabras, hablamos con las mismas personas.

Estamos tan acostumbrados que, aun sin percibir, somos una constante repetición.

Lo peor de todo es que no queremos salir del estancamiento emocional a pesar de sentirnos pésimos. Si vivimos con alguien, las cosas no son diferentes. Llega la hora en que el otro, aun estando con nosotros hace años, se transforma en un extraño. Ya no notamos, o no nos importa, si hay algún cambio en su personalidad. No compartimos la vida a fondo, con todo el sentido que eso implica. Es sólo un hábito. La rutina es capaz de acabar con la voluntad de vivir.

También no se trata de jugar a lo alto todo lo que fue construido. Pero hay que dar la oportunidad a las sorpresas, descubrir ese mundo nuevo que es posible encontrar en la cuadra todos los días. Variar el camino para ir al trabajo (oa cualquier actividad) es un buen comienzo.

El resto vendrá junto. Si usted comienza a sorprenderse otra vez con las pequeñas cosas, se dará cuenta de que no necesita excusas para volver a sonreír.

Sólo el hecho de estar dispuesto al cambio y acabar con la rutina traerá nuevas oportunidades y le ayudará a crecer. Presos en la zona de confort Una de las cosas más nocivas es no querer salir de la zona de confort

, ese aparente estado ideal que satisface nuestras necesidades. Sin embargo, nada más es un gran engaño, una ilusión que nos impide avanzar. Por ejemplo, no nos sentimos identificados con el trabajo que hacemos, pero permanecemos en él por miedo a quedarnos desempleados.

Existen posibilidades para empezar de nuevo, oportunidades en otras ciudades o países. A pesar de la perspectiva, la descartamos y preferimos mantenerse en el lugar de siempre. En otras palabras, significa no arriesgarse aunque esto implique permanecer en el estancamiento emocional, y todo para preservar una seguridad en forma de espejo.Más allá de tener metas claras, es indispensable reconocer que el crecimiento personal implica moverse de un lado a otro.

Estar, además, dispuesto al cambio y entender que las nuevas experiencias enriquecen. Poco a poco encontraremos ese equilibrio que nos permitirá asumir los desafíos, independientemente de cuán complejos sean. De esta forma, podremos soportar las angustias que los tiempos difíciles traen.

Si no dependemos de nuestra zona de confort, tendremos la capacidad de levantarnos de los tomos. Así, abandonamos esa tranquilidad que, aun sin ser sentida, nos anula y nos disminuye. Apasionada, desmotivación, tristeza

Perdimos el entusiasmo, nada más nos motiva y dejamos, incluso, que otros decidan por nosotros. La alegría no es una opción. Ahora permanecemos ausentes y con una sombra de tristeza en la mirada. Comemos, respiramos, dormimos, nos movemos más como un acto reflejo que por iniciativa propia. No vemos los colores que dibujan el mundo. Nuestras emociones se encuentran en el nivel más bajo de la sensibilidad. Nada ni nadie nos mueve y vemos la vida pasar como si fuera un tren que no alcanzamos a tiempo , que se fue y que nos dejó en la estación. Y si surgen oportunidades, no tendremos la capacidad de aprovecharlas. Entonces, de nuevo el tren se va; ya no hay nada que hacer.

La vida comienza a pasar cada vez más rápido, aun sabiendo que sólo nosotros somos capaces de salir de este estancamiento emocional.

Recuperar la capacidad de sorprenderse es la clave, así como volver a soñar. Sería muy bueno buscar y traer al presente ese niño que todos tenemos dentro de nosotros. Es hora de dejarla salir.

La fantasía no tiene por qué reprender la realidad. Las personas que no abandonan sus sueños son capaces de hacer cosas impensables. Todo comienza abriendo las puertas de la imaginación y creyendo que todo es posible. La broma, en medio de la rigidez de una vida monótona, es una herramienta a ser recuperada.