Vengando el odio con una sonrisa no es hipocresía, es elegancia

Sabio es aquel capaz de dibujar una sonrisa para vengar el odio. Hacer esto no es cosa de hipócritas, o mucho menos de cobardes, es una señal de elegancia, de la mente que sabe y entiende que hay batallas por las que no vale la pena luchar. Porque sembrar el corazón con el odio implica arrancar las raíces de la inteligencia. Una cosa que todos acabamos ganando conciencia en algún momento es que en nuestro entorno existen diversos tipos de personas. Podemos identificarlas por su manera de relacionar con lo que las rodea. Por un lado están aquellas que sienten que el universo entero está en deuda con ellas: son las que almacenan rencor después de rencor. En el lado opuesto, están las que reconocen lo que está allí y reaccionan con la serenidad de quien sigue su propio rumbo, sin peso, ni hostilidad.

"El odio es la muerte del pensamiento."

-Tomas Abraham-
Existe un viejo dicho budista que nos recuerda una metáfora muy ilustrativa:

"el odio es como una piedra ardiente". Quien la lleva quiere lanzarla sobre los otros en la primera oportunidad, pero lo que consigue es quemarse a sí mismo. Actualmente, y debido a la profunda crisis que vivimos en la mayoría de las estructuras, viene aumentando mucho esa pulsación que, de una forma u otra, hace aflorar lo peor del ser humano. Sabemos que esto no es algo nuevo. Le invitamos a reflexionar sobre este tema.

El odio: un mecanismo primitivo y pasional

Usted puede sorprenderse con este dato, pero

nuestro cerebro prioriza en primer lugar la desconfianza a la empatía. Es un mecanismo de defensa por el cual nuestros antepasados ​​ejercían ese filtro de percepción para prevenirse ante lo que era diferente, porque todo lo que fuera diferente del grupo implicaba muchas veces una amenaza. Sabemos que los tiempos han cambiado, que nuestras realidades son otras. Sin embargo, nuestro cerebro continúa dominado por esos instintos sutiles que a menudo afloran en su vertiente más primitiva. Henri Tajfel, el conocido psicólogo británico, famoso por sus investigaciones sobre prejuicios, odio e identidad, lo dejó claro a través de sus investigaciones:

el ser humano, como especie, siempre se verá a sí mismo como adversario. El odio es seductor para muchas personas porque sirve como mecanismo de autoafirmación

(usted piensa diferente de mí, por lo tanto usted es mi enemigo. Me autoafirmar como siendo el opuesto de usted, despreciándolo, me otorga poder). Esta solución primitiva e incomprensible para muchos se crea a nivel neurológico de una forma muy real y al mismo tiempo sorprendente. Ciertamente usted ha escuchado que "entre el amor y el odio existe una línea muy tenue". Es verdad. Investigadores del Laboratorio de Neurobiología del University College de Londres revelaron, gracias a una investigación, que la pasión y el odio comparten las mismas áreas neurológicas.

Esto explica, sin duda, ciertos comportamientos irracionales que, en el fondo, tanto caracterizan al ser humano. Apagar el fuego del corazón: un acto de fe

Todos ya sentimos odio alguna vez

para con algo o alguien. También es posible que este sentimiento fuera más que justificado: alguien que haya perjudicado intencionalmente a nosotros mismos oa una persona cercana. Pero hay que dejar claro: por más justificada que esté tal emoción, no es recomendable alimentarla, permitir que se instaure en nuestras vidas como quien abre la puerta a un extraño para que se apropie de su hogar.

"Una persona resentida contamina a sí misma." -Maz Scheler, filósofo-

Todos ya leemos y oímos hasta el cansancio que el odio nos esclaviza, nos hace cautivos de la amargura y del resentimiento.
Pero, ¿qué hacer? ¿Hay que perdonar? ¿Cómo dar ese paso que va del odio a la indiferencia?

Vale la pena ver por un instante lo que es el odio. Esta emoción nace bien en el centro del cerebro, y su nivel de activación es intenso y devastador, como una llama fuerte y rápida. Esta emoción incendiaria destruye nuestra capacidad de actuar con dignidad y madurez. Consigue dejar las áreas racionales del cerebro nebulosas, donde se encuentran la empatía y la capacidad de reflejar con equilibrio. Además, la presión sanguínea se eleva y ocurren diversos cambios fisiológicos que sólo tienen un propósito: responder a la amenaza. Vivir de esta forma implica no sólo perder la salud: mandamos a nuestra excelencia como seres humanos.

Eliminar ese fuego implica en primer lugar dar un salto de fe. Necesitamos decir a nosotros mismos que vamos a confiar de nuevo.

No en quien nos lastimó, sino en nosotros mismos y en la plena convicción de que merecemos ser felices nuevamente. Por lo tanto, vamos a dejar la venganza de lado y sonreír con el orgullo de quien sabe muy bien lo que quiere, lo que vale y lo que no vale la pena.