El sufrimiento me enseñó quién soy. Me permitió conocer partes de mí que antes no había visto o no quiso asumir. Yo siempre deseé que nada malo hubiera ocurrido en mi vida, pero entendí que desear eso es querer una cosa imposible. Todos sufrimos de alguna manera.
Pasamos por diversas circunstancias que nos marcaron. Circunstancias que nos gustaría no haber vivido, pero hay que entender que eso es imposible. La vida no es rosada para nadie, aunque para algunos, dentro de las mismas circunstancias, pueda ser más agradable que para otros. Esta es la clave. En vez de concentrarnos en intentar vivir la vida sin sufrir, deberíamos aprender a vivir el sufrimiento de forma diferente. Aprender a utilizarlo para crecer y reconstruir y para ello, muchas veces, es necesario desarrollar diferentes habilidades en el espacio seguro de la terapia.
No se trata de evitar el sufrimiento, sino de aprender a incorporarlo en su historia de vida como un capítulo más que lo llevó exactamente hasta donde está. La terapia como espacio seguro La terapia psicológica necesita ser entendida como un espacio seguro para todo aquel que recurra a ella. En la terapia no hay juicio, no existen verdades absolutas, y todo lo que se dice permanece bajo secreto profesional. Este secreto sólo puede ser roto si el paciente está en vías de causar daño a sí mismo, a otros oa través de orden judicial.
Además, la terapia es un lugar donde se establece una base segura que trae estabilidad, aunque su vida haya sido difícil. Para ello, los psicólogos - junto al paciente - buscan construir una alianza terapéutica como un vínculo seguro en el que asentar la terapia.
Este vínculo único, si está bien establecido, permite consolidar un clima de confianza.
Este clima facilita que todos los miedos y el sufrimiento que se esconden en él puedan ser tratados.Porque antes de adquirir las habilidades de enfrentamiento que nos permiten dar los pasos para tratar lo que causa el sufrimiento, hay que tener suficiente confianza para poder hablar de ello sin miedo.
Muchas veces no se pone énfasis en exponer los miedos, sino en crear una base firme para poder caminar con ellos.
Compartir Dando nombre al sufrimiento Dar nombre al sufrimiento no consiste en usar rótulos diagnósticos. Muchas veces ni siquiera se puede utilizar una de estas etiquetas porque no hay una coincidencia.
A veces, la causa de nuestros sufrimientos es tan única o tan mundana que no tiene un nombre, pero hay que darle uno.
Este nombre tal vez sólo tiene significado para el que lo dio, y eso es suficiente. Puede ser mi lado oscuro, puede ser nerviosismo, puede ser la sombra o puede ser lo que quieras. Es un nombre que se utilizará en el espacio terapéutico para definir algo propio, y por lo tanto una cosa tan individual que, aunque tenga un nombre común, tendrá un significado único.
Dar nombre al sufrimiento ayuda a definir el problema que es la causa de nuestro propio tormento, y así poder cambiarlo o incorporarlo. Compartir una vez teniendo un nombre, ese sufrimiento pasará a tener un nuevo significado.Pasará de un sentimiento a una cosa más clara. Una cosa que adquirió forma y así puede ser explicada y comprendida tanto por el psicólogo y el paciente. Por lo tanto, es una cosa que puede ser cambiada o incorporada.
Incorporar la experiencia a un nuevo yo
Cuando la causa del sufrimiento es una cosa que ocurrió en el pasado y no puede ser cambiada, la mejor forma de superarla es incorporarla a su historia de vida. Esto no es una cosa simple, pero tampoco es algo imposible.Para incorporar algo, hay que aceptarlo. Es necesario aceptar que
independientemente de lo que haya ocurrido, sentirse culpable ahora no sirve de nada. También no sirve jugar la culpa en los demás porque el pasado es pasado y no se puede cambiar. El trabajo que esta integración exige, esta aceptación del sufrimiento, es muy grande. Pero hay que dejar fluir lo que es malo y aceptarlo con naturalidad para construir un nuevo yo.