La mayoría de las veces, cuando logramos controlar nuestra revuelta, nos arrepentimos de haber entrado en tal confusión. A veces porque el asunto tenía poca importancia, otras porque no queríamos herir a alguien de quien nos gusta mucho, y por ahí va ... dejo que continúen con la lista.
Sin lugar a dudas es muy probable que, en muchas ocasiones, el motivo sea más importante y la razón esté totalmente de su lado, pero cuando la revuelta pasa,si usted piensa un poco más, es posible que aun así usted considere que no valía la pena. No me refiero a la causa ni a los motivos, que ciertamente eran importantes, me refiero a las formas.
Cuando nos rebelamos nos perdimos de nosotros mismos.Los sentimientos nos secuestran, más precisamente la amígdala, una estructura que tenemos en nuestro cerebro que tiene la obligación de asegurar la supervivencia y que, si no es controlada a tiempo, dispara y nos obliga a entrar en un laberinto de sentimientos que nos ofusca , nos bloquea y nos hace algo irracionales. La amígdala está diseñada para responder con rapidez frente al peligro, sin detenerse para comparar los pros y los contras, cosa que la corteza cerebral hace. Esto es así pues, en una situación de peligro, podríamos perder segundos preciosos.
Es un buen mecanismo si el peligro es real, pero se dispara por cualquier trivialidad y termina siendo un problema, ya que una vez que el mecanismo entra en funcionamiento, se lanza un cóctel de hormonas en nuestro torrente sanguíneo, trayendo consecuencias que conocemos también. No es agradable sentirse rebelado y para empeorar, la revuelta nos coloca en un estado que nos impide actuar de forma adecuada. ¿Qué podemos hacer para combatir la revuelta?
Si es otra persona a estar revuelta, debemos tomar distancia para impedir el contagio, porque es una sensación que se propaga con mucha facilidad.
Tenemos que
dar tiempo al interlocutor para calmarse; cada persona necesita tiempos diferentes, dependiendo también de la intensidad de la revuelta.
Seamos conscientes de que todas estas hormonas que corren en su cuerpo necesitan extravasar en el sentido físico, y no figurativo. Después, cuando vuelva a la normalidad, podremos hablar tranquilamente, siempre y cuando el otro nos importa lo suficiente para esperarlo; de lo contrario, sería suficiente tomar distancia, física y emocionalmente.Pero, ¿y si eres tú mismo a rebelarse? Bueno, en ese caso vale recordar que
usted tiene un cuarto de segundo para detener el proceso; si lo percibe a tiempo, justo antes de comenzar, usted podrá impedirlo.
Es como cuando se juega de un trampolín. Imagínese un muy grande, si usted toma impulso y en ese momento siente miedo, puede aún poner las manos y detener su movimiento, pero eso es imposible si usted ya está a la mitad del camino. Una buena pregunta para estos segundos sería:lo que me preocupa ahora será importante dentro de unos meses?
Otra buena recomendación es respirar profundamente y expirar lentamente, para tomar distancia de la situación: intente imaginarse como espectador de lo que sucede. Si, al final, usted entra en el ojo del huracán, procure aislarse para no herir a nadie y darse un tiempo para expulsar todas las hormonas que corren en su sangre.
Después, cuando la revuelta pase, analice lo que sucedió y cómo sucedió. Pregunte:
"qué opciones tenía?".
Investigue lo que usted ha aprendido para una próxima vez, porque eso es lo que le hará avanzar.