Para vivir libre, es necesario conocerse a sí mismo. Pero no me refiero a nombres y apellidos, que me gusta comer en el desayuno, etc. Me refiero a aquellas partes que tanto nos cuesta mirar, aquellas que cuando alguien apunta, llega a lastimar.
Estados como la envidia, el orgullo, la cobardía y muchos otros conocidos por todos los seres humanos. Observe y pregunte a sí mismo: ¿Qué normalmente me llena de rabia? Dejo la rabia salir libremente, incluso aprovechando su fuerza para conseguir lo que quiero? Peor aún, oculto esa rabia bajo una máscara de rigidez, racionalizando la situación desde un plano superficial e ignorando por completo toda aquella emoción que podría derribar el muro que con tanto dolor construimos con el paso de los años, una decepción detrás de la otra.
¿Qué pasaría por mi cabeza si las otras personas me vieran en ese estado? ¿Sería capaz de amarme, a pesar de permitirme sentir y expresar emociones negativas? ¿O tal vez me llenar de culpa, vergüenza y miedos? Vamos a continuar con el ejemplo de la rabia: imagine por un momento en una de esas cimentaciones, el sentimiento de rabia ya instalado en su cuerpo. Ahora se permita sentir un poco de ese sentimiento, sin juzgarlo ni intentar reprimirlos. Observa cómo se comporta, qué pensamientos tiene y lo que hay detrás de esa rabia, esa ira. Posiblemente usted va a responder: "El otro, que es un inapreciable!". Blá, blá, blá ... Sin embargo, lo que la otra persona hizo no interesa mucho para nosotros en este momento, la información que tenemos es sólo nuestra propia interpretación de sus actos, lo que me hace creer que aquello que lo hace otro hecho fue para lastimarme.¿La sensación de que las otras personas quieren hacernos daño a menudo? ¿O es que sentimos que los demás esperan demasiado de nosotros, o tal vez nos sentimos injustamente juzgados, sobrecargados de responsabilidades, impotentes y resentidos?¿Cuál es su diálogo interno?
Cuando más profundo eres capaz de cavar, más conocimiento y respuestas vas a conseguir. En este estado de exploración podemos descubrir cuántos comportamientos y hábitos aprendidos están enraizados. Muchos de nosotros aprendieron a actuar de esa manera desde la infancia, donde como niños que éramos, no teníamos habilidades suficientes para cumplir nuestros deseos, y por eso necesitábamos que los demás lo hiciera por nosotros. Una vez comprendida nuestra forma de reaccionar, así como el miedo y el deseo básico que siempre existe detrás de esa ira, resulta mucho más fácil salir de esa situación.
Hoy ya no somos más niños, podemos tomar las riendas, satisfacer nuestras necesidades sin esperar que otra persona lo haga. En suma, así vamos conquistando nuestra libertad, entendiendo el sentido de nuestras emociones, escuchándolas profundamente, sustituyendo nuestras reacciones automáticas de siempre por decisiones consistentes, inspiradas en el conocimiento íntimo de lo que está realmente sucediendo con nosotros. Para vivir libre, necesitamos saber quiénes somos, seguir el camino inspirado por nuestra propia esencia. Conocer a sí mismo es fundamental para ser feliz.