Todos nosotros, en algún momento de nuestra vida, atravesamos momentos dolorosos o situaciones inesperadas de carácter negativo que tenemos que superar. Sin embargo, este tipo de experiencia marca de tal manera algunas personas que crean un diálogo interno de carácter negativo. Este diálogo, por sí solo, no es nada recomendable, pero es aún más peligroso cuando corre el riesgo de quedarse y de convertirse en un hábito.
Lo cierto es que nadie está libre de encontrarse con un problema que no puede solucionar.Sea por la complejidad del mismo o porque no tenemos a nuestro disposición las herramientas necesarias para resolverlo. En estas circunstancias, y si calificamos el problema como algo importante, lo normal es que la ansiedad aparezca: el desafío se habrá convertido en una amenaza. "La historia no es más que un diálogo, por lo demás bastante dramático, entre el hombre y el universo."
-Maria Zambrano- En este tipo de problema es común tener diálogos internos que refuerzan ideas negativas y que nos reengan para el episodio doloroso que aún no hemos logrado superar. El peor de esta condición es que
ante cada nueva experiencia que nos recuerda lo que sucedió, empezamos a reaccionar de forma negativa por considerarla potencialmente peligrosa.La ansiedad por anticipación es el componente principal de este tipo de dinámica de pensamiento.
A partir de aquí, la persona desarrolla premisas distorsionadas que se repiten constantemente y van aumentando la angustia inicial hasta que se vuelva algo insoportable.Un diálogo interno que escala hasta estados de perturbación
Cuando las personas padecen estados de angustia y ansiedad, suelen desarrollar un diálogo interno de carácter catastrofista. Ciertamente esta visión de la vida es producto de un estado emocional alterado y, por lo tanto, distorsionado. El peligro de esta situación es que, si no se corrige a tiempo, puede convertirse en un círculo vicioso que empeora con el tiempo, pudiendo generar una crisis de pánico.
La sintomatología característica de un ataque de pánico incluye aprieto en el pecho, taquicardia, mareos, manos sudadas y palpitaciones.
En términos biológicos, esta es la reacción normal de un mamífero ante una amenaza. Una persona atrapada por el pánico considera como una amenaza para una situación que puede ser controlada. Sin darse cuenta, el diálogo interno fortalece las ideas negativas y catastróficas. Por eso, la persona pierde el control y entra en crisis.La crisis de pánico puede escalar y convertirse en severa. Sin embargo, cuando actuamos de forma efectiva ante los primeros síntomas, esta crisis acaba bloqueada y la persona logra salir de un ciclo de pensamientos negativistas. Esto es posible porque las crisis implican dinámicas mentales negativas aprendidas y, por lo tanto, admite modificaciones si es nuestro objetivo.
Clasificación de los diálogos internosLos especialistas del campo de la psicología clasificaron en cuatro estos
diálogos internos que funcionan como gatillos de angustia o ansiedad.
Son: el catastrófico, el autocrítico, el victimista y el autoexigente.El catastrófico:la ansiedad surge al imaginar el escenario más catastrófico posible. La persona anticipa los hechos consumados (que seguramente no suceder) y les da mayor importancia de lo que realmente tienen. Esto ocurre debido a una percepción errónea que puede llegar a desencadenar una crisis de pánico. La frase fundamental para este tipo de diálogo interno es: "todo puede convertirse en una tragedia cuando yo menos esperar".
- El autocrítico:los rasgos que lo distinguen implican un estado permanente de juicio y evaluación negativa en relación a su propio comportamiento. La persona enfatiza sus limitaciones y sus defectos. Esto hace que su vida se vuelva ingobernable. Tende a ser dependiente de los demás y se compara con los demás para sentirse en desventaja. La persona autocrítica envidia a quien alcanza sus metas y se ve frustrada por ser incapaz de alcanzar sus propias metas. Las frases preferidas en este tipo de diálogo interno son: "no puedo, no soy capaz, no merezco eso".
- El victimista:este tipo se caracteriza por sentirse desprotegido y sin esperanza, lo que le lleva a afirmar que su estado no tiene cura, que no avanza en su progreso. La persona cree que todo va a continuar igual y que aparecen obstáculos infranqueables entre ella y lo que ella desea. Ella se lamenta acerca de cómo son las cosas, pero no intenta cambiarlas. En el diálogo interno victimista aparecen afirmaciones como: "nadie me entiende, nadie me valora, sufro y no quiere saber".
- El autoexigente:en esta condición se promueve el agotamiento y el estrés crónico en función de la perfección. Es alguien intolerante ante sus propios errores e intenta convencerse de que sus fallas suceden debido a errores externos y no por causa de él. Se desgasta pensando que no alcanzó sus objetivos por falta de dinero, status, etc., a pesar de ser complaciente con todos. El autoexigente realiza un diálogo interno a través de frases como: "eso no es suficiente, no es perfecto, eso no salió como me gustaría", etc.
- Recuperando el controlTener conciencia de estos tipos de diálogos internos constituye el primer gran paso para recuperar el control y evitar una percepción negativa de nosotros mismos o de nuestro contexto, que al final sólo hace que nuestro estado de ansiedad dispare.
El verdadero cambio ocurre cuando empezamos a detectar estos pensamientos negativos y los sustituimos por afirmaciones positivas.
Es importante controlar nuestra respiración, relajarse y enfrentarse a las situaciones con calma. De lo contrario, las actitudes pesimistas y autodestructivas se perpetuar. No es fácil cambiar este tipo de reacción ante lo que consideramos amenazador, pero sucede lo mismo cuando queremos cambiar un mal hábito, como fumar o comer chocolate en exceso. Por supuesto que cambiar un mal hábito requiere determinación y esfuerzo, pero es posible hacerlo si ponemos el compromiso suficiente en ese objetivo.