En la psicología siempre hay la intención de permitir que el paciente tome las riendas de su vida y no se deje llevar tanto por las emociones ni por las situaciones externas que con frecuencia tendrá que enfrentar. La idea es promover la aceptación incondicional, tanto de sí mismo como de los demás y de la vida en general, de modo que todo lo que suceda con nosotros nos afecte en la medida correcta: ni más ni menos.
No queremos personas conformistas. Nos gustan las personas apasionadas, con ganas de morder la vida y exprimirla, con metas, deseos y sueños para realizar. Esto no es excluyente de ser una persona madura a nivel emocional, que sabe regular sus emociones, que controla su manera de interpretar y percibir el mundo y que es capaz de aceptar la derrota, el fracaso o las críticas y verlas como una parte normal de la vida.
¿Cuántas veces nos enfurecimos porque alguien nos dijo o hizo algo "injusto"? ¿Cuántas veces hemos puesto la culpa por nuestros propios sentimientos en los demás? Todos lo hicimos y todos erramos. Las emociones son sólo nuestras y cuando estamos mal, con el ánimo sacudido, es porque lo hemos decidido así.
Los demás no le ofenden, usted se ofende a sí mismo
Es cierto que a nadie le gusta tener un defecto resaltado, que recuerden algo equivocado o que critiquen en general. Nosotros preferimos las demostraciones de afecto y los elogios porque así nos sentimos aceptados y esa aprobación nos genera un gran placer (estimula nuestro circuito cerebral de recompensa, tanto que la búsqueda por reconocimiento puede convertirse en un vicio). Por otro lado, las críticas o rechazos pueden generar sentimientos de ansiedad hasta la depresión o la irritación. Cuando recibimos un comentario negativo sobre nosotros, lo primero que hacemos es quedarnos en la defensiva
, intentamos justificarnos, dar explicaciones o contestar con otra crítica de manera resentida. ¿Por qué lo hacemos? Porque nos ofendemos, pero no por lo que la otra persona acaba de decir, sino porque nosotros, con nuestro diálogo interior, decimos que lo que esta persona piensa de nosotros es la única verdad posible. A los demás podemos negar, pero a nosotros mismos, tenemos que afirmar.Digamos que "compramos" las críticas del otro, que creemos en ellas, las tomamos como las nuestras y las integramos como correctas, permitiendo que modifiquen nuestros pensamientos. Somos nosotros los que decidimos hacerlo así y esa decisión implica que dejemos ser manipulados como marionetas por la opinión de alguien ajeno a nosotros mismos.
¿No es curioso que con los elogios eso no suceda tanto? No tendemos a comprar de la misma manera una demostración de afecto, alabanza o incluso un coquete. Pero si nos dicen algo negativo, entonces damos una respuesta.
¿La técnica de la invitación, la aceptas? La técnica de la invitación se utiliza en consultorios para hacer que el paciente vea lo que acabamos de comentar más arriba. Buda decía:
"Si alguien pretende darme un caballo de regalo y yo no lo acepto, de quien acaba siendo el caballo?"
Claro! Sigue siendo de la persona que pretende darnos el caballo, y con las críticas sucede lo mismo. Si hay personas que pretenden gastar sus energías de la manera equivocada con nosotros de forma negativa, es problema de ellas. El nuestro es aceptar o no sus insultos o groserías. Así, si lo hacemos, es nuestra responsabilidad y de nada sirve pretender cambiar la opinión del otro pues lo más probable es que no lo haga, y entonces seremos nosotros los que pasaremos energía.
Con la técnica de la invitación, el terapeuta invita al paciente para que se sienta de una manera específica. Por ejemplo, un fracasado, una mala persona, alguien físicamente feo, etc. Él lo hace cuando el paciente va a la consulta con la queja de que recibe esos comentarios o de que hay personas que le hacen sentir de esta manera. El terapeuta le ofrece una tarjeta, de manera que le invita, en que aparece escrita la siguiente frase: "Yo, su (madre, hermana, colega, novia), le invito a sentirse (inútil, culpable, sin gracia, feo , gordo ...). ¿Acepta mi invitación? Aquí, el paciente tiene que escribir que no acepta sentirse así ya que no piensa que eso defina a su persona, sino que entiende el punto de vista del otro.
Esta aceptación nos libra de la pesada carga que supone tratar de agradar a todos, algo que jamás conseguiremos completamente. La técnica de la invitación debe ser practicada a nivel mental tantas veces como sean necesarias, cada vez que choquen con alguien que nos juzgue de forma negativa. Así, con la práctica, seremos capaces de ofender cada vez menos y de incluso utilizar cualquier crítica a nuestro favor.