"No es la apariencia, es la esencia. No es el dinero, es la educación. No es la ropa, es la clase. "
-Coco Chanel-
Los valores están tan distorsionados últimamente que muchos confunden lo que se ve con lo que se es, atando las apariencias a la verdad, lo que no corresponde a la realidad de los hechos. Se perdió la capacidad de mirar más allá de lo que está materializado allí en el frente, como si la perfumería fuese capaz de mostrar la esencia, como se asegura y materialidad pomposa pudiera ser aquello que define a las personas.En realidad, la elegancia está en extinción, algo raro, difícil de encontrar.
No se trata, aquí, de la elegancia por sí sola, visible y materializada por las ropas de marca o por el coche del año, sino de la forma como tratamos al semejante, como nos comportamos ante la vida, en todo de bueno y de mal que ella trae. Las personas elegantes pueden vestirse humildemente, pues jamás pierden la clase, que es nada menos que esencia humana. La elegancia forma parte de todo lo que tenemos dentro de nosotros, dentro de nuestros corazones, de todo aquello que nos mueve, lo que se refleja en nuestras acciones, en la forma en que nos relacionamos con el otro, sobre todo en la forma en que nos comportamos a quien no nos ofrece nada a cambio. La elegancia tiene que ver con la fuerza de nuestro carácter
, con nuestra mirada más allá de nosotros mismos, con nuestras acciones cuando no hay nadie cerca, cuando ayudamos sin segundas intenciones. Personas elegantes no fuerzan situaciones, no mendigan atención, no necesitan la aprobación ajena, no sienten necesidad de aparecer, por lo demás, se destacan naturalmente donde y con quien estén, pues sus ojos sonríen, ojos sinceros.Se basan por sí mismas, se aman, se aceptan, conocen los propios límites, se percibe imperfectas. Tentan, más que juzgar, entender; más que etiquetar, acoger. La gente se siente tan cerca de ellas, simplemente porque están allí con verdad. Por desgracia, esta confusión entre apariencia y esencia termina muchas veces alejándonos de encuentros mágicos, incapaces de quedarnos ante la gente para reconocer lo que existe de verdad en cada una de ellas.
La prisa en obtener lo que podemos pagar y coger desgraciadamente nos impide percibir que lo que tendremos de más hermoso y esencial en nuestras vidas y que nos eternizará en los corazones que nos aman con sinceridad es todo aquello que dinero alguno paga, pues no tiene el precio: las manos entrelazadas, el cuidar, la mirada que va y vuelve, los besos robados, sonrisas rasgadas, el goce sincero, el ser, entero, de cuerpo y alma.