Existen los perfumes de mi adolescencia, como Taty y Giovanna Baby. Su aroma me recuerda a los sueños y las conversaciones que tuve. De los niños de los que me gustó. De las risas insustituibles. De cómo era bueno vivir, y nada más. Sin ropa de marca, sin bebida, sin celular, sin coche. Sólo con un buen aparato de sonido, amigos, fiestas en el patio, mucha alegría y disposición. ¡Simples así!
Recuerdo las aventuras al sonido de Guns N 'Roses. Con Nirvana, Bon Jovi, Skank o Marisa Monte. De los armazones amorosos, y de los estudios que me preocupaban tanto. Cuando la moda era usar polainas y lápices labiales y más tarde, mini blusas y pantalones de bolsillo.
Si la adolescencia es un estado de espíritu, todavía estoy en ella, pues siento que el mundo es de color rosa, a pesar del bagaje emocional, de las locuras de este mundo que vemos todos los días ante nuestros ojos, y de las decepciones y las penas que, eventualmente, nos muestran su cara.
Todavía soy adolescente
Soy adolescente porque todavía me gusta Guns y Giovanna Baby. Todavía me gusta el olor y el ritmo de aquella época, me gustan las películas de agua con azúcar que ni se hacen más (a excepción de Nicolas Sparks, que, convengamos, nos encanta hacer llorar).
Todavía escucho rock cuando estoy fuera del eje y canto todas las letras de las canciones que bailaba, y aún toco, dentro de mí, la música de la niña sencilla y sin complicaciones, que quiere sólo vivir algunas aventuras. Vivir libre, ligero y suelto. Que quiere ser exitosa, oída, querida y viajar por el mundo. Añada a esto, hoy, estabilidad y un poco menos de trabajo.
Todavía recuerdo las miradas que cambiaron mi vida, de los besos inolvidables al sonido de "Take my breath away", de los amigos que me ayudaron, tanto en la diversión, en cuanto a encontrarme. La adolescencia nos hace ingenuos, inconsecuentes, con el espíritu leve.
Hace bailar hasta de madrugada, hacer desorden con las amigas y quedarse sin dormir, hablando horas a la cara del que te gusta, o de los problemas que enfrenta y cree que son los peores del mundo. Ella nos hace reír a la boca, tomar lluvia sin sentir frío, reírse de las tonterías, llorar para caramba por casi nada, pero arriesgarse como nunca más se arriesgará, en toda su vida, ni se mostrará, como se muestra, en esta, la época de la vida, en la que no tenemos papeles y más papeles a desempeñar.
Nunca más habrá otro amor como aquel (que duele hasta el infinito) , y nunca más esa amistad tan caliente como loca. Amistades para todo lo que diera y venir, de ahorcar la clase y dar el hombro a la amiga morir de llorar. De las que te llevan hasta el fin del mundo, en situaciones inesperadas y deliciosas.La adolescencia es un matrimonio que se hace con la libertad.
Con la juventud. Sólo que ese matrimonio tiene plazo de validez, porque luego nos divorciamos y casamos con la seriedad. Con el compromiso, con el estrés, con la falta de todo lo que antes nos daba el mayor placer. Por supuesto, es natural madurar. Sólo no es natural perder la esencia Giovanna Baby existente en nosotros. O olvidarte de tu música favorita. El imperdonable también es dejar en la adolescencia sus mejores años. Sus mejores amigos, momentos, amores, sueños. No hay edad para ser adolescente. No tiene que ver con la juventud. Tiene que ver con ser joven de espíritu. Tener la mente abierta y el corazón limpio, lleno de sueños y de espacios en blanco para llenar y desbalancearse en la vida.
La vida es la mayor balada de todas, y su matrimonio es con ella