Hasta hace poco, se pensaba que todo el mundo quería encontrar un compañero y tener hijos. Esto vino cambiando radicalmente. En Occidente, la decisión de no tener descendencia se transformó en una tendencia. Son muchos los hombres y mujeres que no quieren o prefieren no tener hijos. Los motivos que defienden a los que participan en esta tendencia son muchos. Van desde un deseo personal hasta la idea de que traer nuevas vidas contribuye al desequilibrio social y ecológico del mundo. En cualquier caso, el hecho es que
cada vez el tabú es menor en torno a esa decisión, y eso se aplica a prácticamente todas las sociedades del mundo. "Estos son tiempos difíciles. Los hijos no obedecen a los padres y todo el mundo escribe libros. El resultado de esta opción que viene ganando adeptos se muestra de forma clara en las pirámides de población de la mayoría de los países desarrollados: estamos entrando en un mundo donde
cada vez hay más ancianos a y menos jóvenes.
En algunos países la tasa de nacimientos es muy inferior a la de veinte años atrás. Esto, junto con el aumento de la expectativa de vida, nos habla de sociedades envejecidas. ¿Será esto ideal para el mundo? ¿La decisión de no tener hijos corresponde a una lógica responsable o no es más que una enorme demostración del egoísmo que impera hoy en día? ¿Este panorama es un efecto de la crisis de las parejas?
La decisión de no tener hijos Muchos piensan y defienden con argumentos que tener hijos quita la libertad y provoca complicaciones.
La creación requiere un tiempo que muchas personas no están dispuestas a invertir.
Para ellos, tener un hijo y educarlo no tiene nada interesante y, en su lugar, tiene mucho de extenuante. Aparentemente, sólo la profesión y la vida social son suficientes para dar sentido a la vida, o los hijos no valen la pena por la inversión que implica su educación responsable.
Según una encuesta realizada en Europa y llamada «Childlessness in Europe (2015), los motivos para no tener hijos son, en su mayoría, profesionales. Sin embargo, también cuentan motivos financieros, las experiencias anteriores de malas relaciones con los progenitores y / o el miedo a transmitir enfermedades hereditarias. Otra investigación de la Federación de la Familia en Finlandia apunta que en los últimos años las dificultades económicas se han transformado en la principal razón para no tener descendencia.
La precarización profesional y la incertidumbre ante el futuro interfieren para que esa percepción haya sido ampliada. Por otro lado, con respecto a la pregunta sobre quién es más feliz: los que deciden tener hijos o los que no, la Universidad de Western Ontario en Canadá concluyó que no hay una respuesta definitiva. Aparentemente el tema está muy relacionado a la edad. Para los más jóvenes, tener hijos disminuye su grado de felicidad. Para los mayores de 30 años, en cambio, la percepción es neutra. Y para los mayores de 40 años, un hijo es una gran fuente de alegría. Una decisión que responde a muchos factores No existe una respuesta generalizada a la pregunta sobre tener hijos o no.
Cada persona y especialmente cada pareja debe tomar su propia decisión. Una cosa es verdad: es importante reflexionar al respecto y procurar no engañarse. Los efectos de tener un hijo sin desearlo pueden ser verdaderamente devastadores. Y al contrario, frustrar el deseo de ser padre o madre eventualmente crea un enorme vacío existencial. Casi nunca las condiciones son perfectas para procrear.
Lo ideal es que exista una pareja estable, con renta suficiente, que cuente con tiempo disponible y un deseo explícito de ser padres. Es muy difícil que todas estas variables estén presentes al mismo tiempo. Sin embargo, esto no significa que sea imposible hacer ajustes y adaptaciones para recibir una nueva vida. De hecho, estos ajustes siempre se hicieron: las familias numerosas, comunes unos años atrás, eran capaces de sobrevivir con menos recursos.
Sin embargo, es importante saber de dónde proviene el deseo de tener un hijo.
En algunos caos viene de una percepción o interés equivocado. Sobran a las parejas en conflicto que pueden engañarse con la idea de que un hijo mejorará la relación o pondrá fin a sus discusiones. También hay quien siente frustración con su propia vida y quiera tener descendencia para que ésta alcance las conquistas que ellos no pudieron alcanzar. En ambos casos las posibilidades de fracaso son muchas. Cada vez tenemos más libertad para tomar decisiones sobre quién y cómo definir a nuestra propia familia. Este es un gran avance. Sin embargo, es una situación que también da lugar a nuevas angustias e incertidumbres. Lo importante en este, como en otros casos, es cultivar nuestra capacidad para oír el mensaje que habita en el fondo de nuestro corazón. En este sentido, tener un hijo siempre será un desafío. La educación y la creación de una nueva vida o de varias no es un proceso simple: implica enfrentar diversos desafíos sociales, naturales y, principalmente, los que presentan los propios hijos. Sin embargo, en este desafío existen sin duda infinitas razones escondidas para crecer y, por qué no, aprovechar también.