Todos tenemos un secreto guardado a siete llaves en el ático de nuestra alma

Dicen que mantener un secreto guardado no es bueno, que lastima.Sin embargo, a veces es más común ser heridos cuando damos el paso a la hora de revelar esa confidencia. Porque hay corazones traicioneros que nos hacen sentir ingenuos cuando les ofrecemos la clave de nuestra alma.

No podemos negar.Todos nosotros tenemos estos océanos privados en cuyas profundidades se encuentran varios secretosprotegidos con cadenas gruesas y innumerables candados. De vez en cuando miramos allí, con bastante cuidado, para recordar un hecho. Un detalle. Una imagen. Un placer oculto o incluso un momento traumático del pasado. "Quien revela el secreto de los demás pasa por traidor; quien revela el propio secreto pasa por imbécil. "

-Voltaire- Muchas veces, el hecho de mantener un secreto hace que, inevitablemente, iniciemos la conducta del engaño.
Hace eso quien, por ejemplo, mantiene un vicio, procediendo así a herir a sí mismo ya los demás. También comete el engaño a quien ya no ama, quien siente su corazón mal en relación a la persona con quien convive y aún así elige callarse y seguir adelante por miedo, por indecisión, por costumbre o por una combinación de todo eso.

Son realidades que de una forma u otra, todos conocemos. Sin embargo,no todos los secretos tienen este componente donde uno debe proceder al engaño

para salvaguardar su realidad personal no asumida. Lo cierto es que existen secretos que, lejos de causar algún conflicto con nuestra persona y con el ambiente, son como tesoros preciosos involucrados por el velo del silencio.No sabemos muy bien por qué es así, pero hay hechos que, si se les dicen en voz alta y al oído de la persona equivocada, perderían su brillo. Su esencia singular y trascendente para nuestro ser.El secreto que queda para siempre en el diario personal

Hay secretos dolorosos. Hechos personales que requieren, sin duda, una palanca para poder curarnos y liberar.

Un error con consecuencias, un engaño o un trauma no enfrentado, nos lleva a veces a guardar una serie de confidencias

que envolvemos con cercas ferroviarias durante meses, y hasta años. Cuando esto ocurre, no dudamos en usar mecanismos de defensa afilados; así, establecemos una distancia de seguridad entre el mundo exterior y esa zona delicada que cura lentamente nuestra herida secreta. Decimos a nosotros mismos que "está todo bien",

que "la vida sigue". Sin embargo, esta herida, lejos de cauterizarse, infecta aún más. Es cuando nuestro comportamiento oscila entre la ansiedad, la impotencia y la depresión.Perodecir estos hechos en voz alta también supone al mismo tiempo enfrentar otro foco de estrés.

Porque nunca sabemos cómo reaccionan los demás ... En esencia, romper este falso equilibrio en el que nos sosteníamos.Revelaciones de familiaTodos tenemos bastante conciencia de lo que duele, que pesa, que debemos dejar ir. Sabemos que decir en voz alta los hechos que alguien elige esconder debajo de la alfombra de nuestra mente puede liberarnos, curarnos.

Sin embargo, hay quien elija no hacerlo nunca. A título de curiosidad, hablaremos de la doctora Evan Imber-Black. Ella es psiquiatra familiar y directora del "Centro para la Familia y la Salud" del Bronx, en Nueva York.

En su libro "Secrets in Families and Family Therapy", ella relata cómomuchas personas han encontrado un gran beneficio manteniendo un diario a lo largo de sus vidas.

Estas vivencias personales - impresas a veces con una mala caligrafía y una letra temblorosa - escondían verdaderos dramas o hechos impactantes que jamás se atrevieron a compartir con sus familias. Para ellas, la escritura se convirtió en un salvavidas cotidiano.Sin embargo, al igual que la doctora Imber Black nos explica, los secretos de familia, lejos de evaporarse, son transmitidos de generación en generación como herencias, como "trampas" esperando para explotar.Aunque este hecho no sea relevado, el clima emocional negativo y la tensión contaminan toda la dinámica.Mantener un diario ayuda, pero no basta.Es necesario liberarlos, reconstruir, curar

.Confidencias que guardo sólo en el ático de mi almaHay secretos, a diferencia de los anteriores, que no lastiman. Que son nuestros, así como nuestra piel, nuestro oxígeno o aquellas cicatrices que ganamos cuando éramos niños y que de vez en cuando acariciamos para transportarnos a un momento del pasado.

Hay recuerdos que nos definen y que, simplemente, elegimos no compartir con nadie. A veces, estos tesoros privados están hechos de sensaciones y pensamientos surgidos en un determinado momento. Otras veces, no son más que vivencias, aquellas que forman el tejido emocional que nos define ahora.Recuerdos que no se pueden decir en voz alta

porque hay palabras que no pueden describir la inmensidad de aquellas sensaciones que aún nos hacen temblar por dentro.

Algo que también todos sabemos es que a veces elegimos compartir estos delicados secretos con la persona amada. Hacer esto es algo sobre lo que tenemos que pensar mucho. No es bueno abandonar durante mucho tiempo la emocionalidad del momento, porquecorre el riesgo de que estos espacios privados sean profanados bruscamente con la ironía, la decepción o incluso la traición.

Creer o no, siempre es bueno quedarnos con algo secreto para nosotros. Son islas privadas, jardines muy aislados donde podemos arraigarnos, donde podemos volver de vez en cuando para encontrar la calma, para abrazarnos en el placer tranquilo de nuestra esencia.