El trauma transgeneracional es un impacto, una transferencia en la cual el dolor emocional, físico o social sufrido por una persona en un momento dado se transmite a las nuevas generaciones de maneras que van mucho más allá del simple comportamiento aprendido. Hablamos principalmente de epigenética y sobre cómo la influencia del ambiente puede cambiar la expresión de determinados genes. El tema no es nuevo. En realidad, el trauma transgeneracional o intergeneracional tiene su origen de estudio datado de épocas posteriores a la Segunda Guerra Mundial
. En ese período varios trabajos consiguieron comprobar cómo las generaciones siguientes a los sobrevivientes del Holocausto presentaban determinados comportamientos (pesadillas, problemas afectivos y comportamentales) en los que quedaba en evidencia que el trauma original de los abuelos seguía presente de varias maneras en los nietos. "La mente se desarrolla, como el cuerpo, a través del crecimiento interno, de la influencia del medio ambiente y de la educación. Su desarrollo puede ser inhibido por enfermedades físicas o traumas. " -Umberto Eco- Podemos afirmar, sin dudas, que todo esto puede ser determinado por el estilo de creación y por el patrón educativo, por el peso del recuerdo y por la narrativa consciente o inconsciente que implica toda la dinámica familiar. Una dinámica en la que el pasado continúa haciéndose presente de varias maneras. Sin embargo, es algo que va más allá, es algo que, como ya afirmamos, puede incluso llegar al nivel genético.Por ejemplo, vamos a pensar en qué efecto puede ser asociado al hecho de haber sufrido de desnutrición. Vamos a pensar también en el impacto genético que pueden provocar el miedo y el sufrimiento expresados en los altos niveles de cortisol que, durante varios años, continúan causando problemas en un organismo. También vamos a reflexionar sobre los traumas a veces no canalizados, no colocados hacia fuera y transformados en estrés postraumático y en estados crónicos de depresión ...
Las generaciones siguientes de la persona que sufrió el trauma original no van a desarrollar obligatoriamente los mismos trastornos, pero serán mucho más vulnerables que otras personas a la ansiedad, el estrés y la depresión.
Vamos a ver con más detalle.
Un ejemplo de trauma transgeneracional
Andrea sufrió abusos sexuales por parte de un familiar durante buena parte de su infancia y adolescencia.
Ella creció en un ambiente desestructurado, en el cual su madre también fue abusada en la infancia. Así que logró salir de ese ambiente, cuando alcanzó la mayoría de edad, se negó a recibir apoyo psicológico para enfrentar ese trauma. Sólo quería olvidar, girar la página lo más rápido posible. Las marcas y la herida continúan latentes en ella de varias maneras: ansiedad, trastornos alimentarios, baja autoestima, hipervigilancia, depresión, insomnio ... A estos factores, se suma un sistema inmunológico frágil, con defensas bajas, lo que la transforma en una persona propensa a tener infecciones, gripes, alergias ... Andrea hoy tiene un niño de 7 años de edad. Él es su razón de ser y su mundo. Ella encontró en el hijo estabilidad y fuerza, además de un motivo para cuidar aún más de sí misma. Sin embargo, ella está percibiendo que
educar a su hijo es cada vez más complicado: él duerme mal, tiene problemas de atención, tiene muchos ataques de rabia y comportamientos desafiadores.
Cuando la llaman en la escuela, Andrea tiene la sensación de que su papel como madre es cuestionado hasta llegar al punto de que tiene la clara sensación de que "está haciendo algo mal". El trauma no enfrentado y su impacto en la genética La última cosa que nuestra protagonista debería hacer es exactamente dudar de sí misma como madre.
Peter Lowenberg, psico-historiador y profesor de la Universidad de California, es uno de los mayores especialistas en el estudio de los traumas transgeneracionales y es él quien nos explica que los dolores y los hechos traumáticos no enfrentados impactan a las siguientes generaciones de varias maneras.
No podemos olvidar, por ejemplo, que los altos niveles de cortisol en la sangre durante la gestación afectan el desarrollo del feto. En realidad, como demostró la psicobióloga BeaVan Den Bergh, pasar por altos niveles de estrés y ansiedad durante ese período puede "programar" ciertos sistemas biológicos en el feto, dejándolo predispuesto a sufrir varias enfermedades y trastornos emocionales. Por otro lado, como nos explica Peter Loewenberg, un problema no enfrentado o un trauma no resuelto forma una especie de "cortocircuito" neural.
Ese impacto llega a nuestro ADN, alterándolo de manera que nuestros descendientes queden presos, sin saberlo, en una especie de solidaridad colectiva e inconsciente con ese trauma original.
La epigenética y el trauma transgeneracionalTodos hemos sido enseñados en la escuela sobre el hecho de que
- recibimos los genes de nuestra madre y de nuestro padre y que ese material genético define nuestros rasgos físicos, nuestra inteligencia en partes e incluso , nuestra tendencia a heredar ciertas enfermedades. Sin embargo, asumir que los traumas como tal también están inscritos en los cromosomas de un mismo linaje familiar es, sin duda, algo muy difícil de creer. La epigenética dio un salto cualitativo a partir de la genética más ortodoxa para explicarnos varios fenómenos. La primera es que nuestro estilo de vida, el medio en el que vivimos, nuestra dieta y, incluso, ciertos hechos traumáticos pueden producir cambios genéticos en nuestra descendencia. Esto es explicado por un pequeño "rótulo" químico denominado "epigenoma". Lo que este minúsculo elemento hace es tan fascinante como impactante: él modifica la expresión de determinados genes en función de las variables anteriormente apuntadas.
- Varios científicos del Hospital Monte Sinai demostraron que los efectos del estrés postraumático de los sobrevivientes del Holocausto activaron ese epigenoma capaz de alterar la expresión genética de la persona. Esta marca traumática ha pasado a las siguientes generaciones de varias maneras. Sin embargo, como afirmamos al principio del artículo, no significa que el trauma transgeneracional por el cual nuestros padres o nuestros abuelos pasaron nos va a determinar el 100%. Lo que existe es una probabilidad mayor de sufrir de depresión, ansiedad, trastornos del sueño, problemas emocionales, hiperactividad ... Compartir
Así, lo que Andrea, de nuestro ejemplo, debería intentar hacer es encontrar primero los mecanismos y las estrategias adecuadas para lidiar con su pasado y superar ese trauma.
La fuerza obtenida en este proceso le permitirá dar la mejor de sí misma a su hijo para atender las necesidades y trabajar su comportamiento, además de hacer que se convierta en una persona fuerte, feliz y madura emocionalmente.